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La desinformación como enemiga de la Libertad





Autor: Maximiliano Bauk
Joven argentino que se interesó en la política y en el liberalismo desde temprano, mostrándolo desde el nivel secundario donde fue electo Secretario de Cultura de su colegio. Actualmente estudiante de Derecho y Relaciones Públicas y columnista en el Diario Liberal de Madrid.
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En la mayoría de los países latinoamericanos es casi un pecado hablar de liberalismo, si uno insiste en discutir sobre el tema podrá ver como rápidamente la inmensa mayoría repite como algo incuestionable que es malo, diabólico, que lo único que busca es que los pobres sean más pobres y que la clase media sean nuevos pobres, todo para llenar así los bolsillos de los ricos y que sus predicadores son todos aquellos traidores aliados de Estados Unidos que buscan que el país del norte se lleve la riqueza nacional.
Luego de una opinión generalizada en un sentido tan erróneo la pregunta obvia sería ¿saben qué es el liberalismo? Si se estuviese en Argentina, por ejemplo, contestarían “por supuesto, el liberalismo son los noventa, Menem –el ex presidente- y todos sus amigos neoliberales” ¿respuesta correcta? En absoluto. Si bien en los años noventa se contaban con algunas libertades individuales más que en el presente debido a un estado menos paternalista y a una economía más abierta, ningún académico serio podría decir que la última década del siglo pasado constituyó un ejemplo de liberalismo en la Argentina ya que se contrariaron varios pilares de la libertad económica y política por medio de un enorme clientelismo político, que aunque menor que el actual estaba también presente en aquellos años, de un aumento tanto del gasto público como de la deuda pública, de grandes aumentos impositivos, que de nuevo, fueron menores que los actuales pero como dicen “la existencia de un genocida no implica la bondad de un simple asesino”, de un Poder Judicial totalmente adicto al Poder Ejecutivo, de una reforma constitucional con la única finalidad de acrecentar el poder político, de la participación en la Guerra del Golfo, etcétera.
¿Qué será entonces el liberalismo? Es algo realmente simple, Alberto Benegas Lynch (h) lo definió como “el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros”. Seguramente al escuchar este concepto muchos pensarán que eso no es liberalismo, que eso es sentido común –y de hecho lo es- pero que de ninguna manera garantiza la igualdad y el éxito económico de las personas, y aunque les sorprenda están en lo cierto. El ex parlamentario sueco de origen chileno, Mauricio Rojas, dijo muy acertadamente: “en la cárcel se puede estar muy seguro”. Allí todos pueden producir lo que se les asigne a punta de escopeta, de manera tal que no les va a faltar sustento económico e inclusive serán todos iguales entre sí en sus celdas de cuatro metros cuadrados –todos menos el encargado de la escopeta, por supuesto- logrando de esa manera los objetivos buscados. ¿Pero si uno hubiera querido ser médico en lugar de carpintero como le fue asignado? ¿Y si otro hubiera preferido trabajar doce horas en lugar de ocho por día para luego invertir la diferencia obtenida y comprar así una gran casa con piscina y un lindo auto a base del esfuerzo realizado? Eso no importa, los sentimientos, metas y sueños de las personas son aplastados por la imposición y el poder de aquellos que no les preocupa saber que la vida de cada individuo es una sola y necesita vivirla de la manera que lo desee ya que esta será la única oportunidad que tendrá para hacerlo, siempre y cuando no afecte los sueños y metas ajenos.
La siguiente interrogante será: “está bien que uno sueñe con tener una casa con piscina, por ejemplo, pero ¿a costa de quién lo hará? ¿A quién le faltará el dinero que el utilizó para construir su piscina?” A nadie. El dinero para realizar la piscina lo obtuvo trabajando para alguien que necesitaba que dicho trabajo sea realizado obteniendo así algún beneficio. Es decir, ambos ganaron, tanto empleador como empleado, el primero porque alguien realizó una tarea que él no podía y de esa manera ganó comodidad, productividad o lo que sea; y el segundo obtuvo el dinero que de a poco fue ahorrando para cumplir su sueño. Como decía Milton Friedman “si un intercambio entre dos personas es voluntario, no ocurrirá a no ser que ambos crean que se beneficiarán con él”.
Quizás hoy en la mayoría de los países las escopetas no son utilizadas para decir que hacer o como, pero sí el poder estatal que te confiscará las ganancias si no haces lo que ellos querían que hicieras, que para mantener a sus adeptos te quitará el fruto de tu trabajo y se lo asignarán a quien por alguna razón –que suele ser el mismo Estado de políticas rígidas- no lo tienen, haciendo algo cada vez más inalcanzable los deseos de aquellos que cargan con tan pesada carga.
¿Para que se necesita al Estado entonces? Para brindar la seguridad y la justicia necesaria que permita a las personas de buena voluntad ejercer su vocación, trabajar según sus intereses o ayudar a quién desee, cuidándolas de la violencia y asegurando que el derecho de uno no deshaga el derecho de otro, simplemente eso, ya que si el tamaño de éste ente aumenta, el que disminuye es del ciudadano y sus derechos.
Si usted respeta el trabajo y los derechos ajenos tanto como los suyos, si no toma nada que no le corresponda como pretende también que lo suyo no sea tomado por quién no lo merezca, es entonces usted un liberal.

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