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La muerte de los paradigmas - Hugo Calzada


La muerte de los paradigmas...
Fallecieron masacrados...

Por Hugo Calzada

Es triste, si, pero han muerto.

En el enorme salón vacío de gente y de sonidos, yacen los féretros. Alineados prolijamente en una larga hilera, a solo metro y medio de la pared, blanca y espectral, solo iluminada por la fría luz de algunas lámparas miserables.
Y no hemos ido a velarlos.
Los ataúdes, lejos de ser lujosos y de valiosas maderas adornadas con espectaculares filigranas, realizadas por impecables artistas de la ebanistería, son burdas cajas de maderas, cual ordinarios cajones de frutas, clavadas torpemente con baratos clavos de hierro, que no resistirán más de uno o dos meses las humedades de la tierra y así, cómplices de la sabia putrefacción, facilitarán con su herrumbre irremediable, el desmembramiento de los cajones y la invasión del tiempo, en el que "el polvo volverá al polvo", reafirmando el reinado milenario de la muerte.
El primero de la lista, alberga en su interior el frío cuerpo del que en vida reconociéramos por sus iniciales HM. Yace allí con su cabeza destrozada y casi irreconocible.
El segundo, aquel que identificáramos como VDS, igual de frío y de muerto que el anterior, permanece desnudo y en contacto directo con las rústicas maderas de su ataúd.
El que sigue, también frío y tieso, es aquel que nombráramos como SYA.
El cuarto, solo conocido en su corta vida como R, es el que murió primero, arrastrando en su agonía a sus ya poco populares y ancianos compañeros.
Siguen varios más. Nombrarlos uno por uno sería tedioso e interminable.
Solo baste decir que allí, en la gran sala mortuoria, vacía de gente y sonidos, se encuentran también otra H, una S, una D y unos cuantos y cuantas más. Otros y otras que por menos conocidos no hace falta nombrar, pero que han muerto igual, de manera violenta e irremediable.
Todos y todas han sucumbido ante nuestro estupor primero, nuestra indiferencia luego y nuestra abulia después.
Todos ellos han sido masacrados en el altar de los nuevos paradigmas que, de manera insistente e imparable han invadido más que nunca nuestras vidas en los últimos doce años y, cual hordas destructoras al mando de la diosa Corrupción, no solo han conquistado nuestras vidas, sino además, amenazan con proseguir la invasión destructora y doblegarnos definitivamente, bajo el yugo autoritario que mejor les faculta para conseguir sus fines.
Si señores y señoras. Se los comunico: han muerto la Honestidad Moral, han masacrado la Vocación De Servicios, han dejado sin vida la Sencillez y la Aptitud, falleció de muerte violenta la Honradez, se pudre ya en su cajón la Humildad y su olor a podredumbre se mezcla con el que despide el cuerpo descompuesto de la Determinación........!
Ni que hablar del último de los féretros, en el que ya se encuentra invadido por millones de gusanos, el cuerpo inerme, despreciable y devaluado de La Política.
Los nuevos, los advenedizos, aquellos que mataron de mil formas a los viejos paradigmas, han contado con la complicidad imprescindible de la prostitución de la Justicia, la defección de La Verdad, el sentido acomodaticio de La Moral y la mirada estúpida de La Indiferencia.
¿La jefa de todos?. Ya se lo dije y lo repito: La Corrupción.
Claro que también actuaron como integrantes de la atroz Asociación Ilícita, El Olvido, La Parcialidad, La Ignorancia, El Prejuicio y La Cobardía.
En aras de esta invasión y aquellas muertes, lejos, muy lejos quedarán nombres de mortales como Hipólito Irigoyen, Lisandro De La Torre, Arturo Illia, Arturo Frondizi, Alfredo Palacios, Raúl Alfonsín y muy pocos más.
Lejos, muy lejos quedaron aquellos tiempos en el que los hombres y mujeres abrazaban la Política con el ansia de mejorar la vida de la gente.
Hoy, el nuevo paradigma es abrazar la política para mejorar la vida del abrazador y sus parientes y amigos, sus compañeros y compañeras de ruta de la inmoral multiplicación de los peces, los panes, las prebendas y las riquezas de quienes medran con la estupidez de quienes los votan, para engañarlos, hipotecarles los oídos con sus estudiados discursos y negarles el futuro con sus sucios contubernios, sus robos a cara descubierta y su desprejuiciado y descarado ejercicio de la impunidad.
Así es. los políticos han masacrado a los viejos paradigmas.
Y tal parece que esta vez es muy difícil que resuciten y que volvamos a tenerlos entre nosotros, simples testigos inermes y silenciosos de este criollo "Game Of Thrones", desatado para ver quién es el que continúa machacando hasta convertir en pulpa sangrienta, las cabezas de los viejos paradigmas.
Si algún atisbo de esperanza pudiera ser rescatado de toda esta angustiosa situación en la que aun velamos a los viejos paradigmas, cae fulminado cada vez que a alguien se le ocurre preguntarle a algunos de los nuevos candidatos que será elegido para que nos siga engañando, como arreglaría tal o cual cuestión.
Todos, casi sin excepción, se embarcan en vacías explicaciones verborrágicas, dando repetidas vueltas sobre si mismos, como perro que no se decide sobre cual baldosa de la vereda va a depositar su excremento.
Da vueltas y vueltas, abusando de sus muletillas expendedoras de tiempo, mientras piensa alguna frase agradable y compradora y de qué manera nos va a enroscar la ponzoñosa víbora de su mentira.
Nunca una respuesta sencilla. Nunca una explicación clara sobre algo.
¿Cómo haría usted, si fuera elegido Presidente, para evitar que vuelva a morir otro niño de desnutrición en la Argentina?
¿No es fácil la respuesta?
En lugar de zapatear durante veinte minutos sobre la dichosa "inclusión social" o la tan mentada "igualdad de oportunidades" y otras mentiras por el estilo, ¿porqué no ejecutar un plan nacional al que volcar todo el dinero que se malgasta en taradeces y negociados como "fulbito para todos y todas", programas y películas que nadie mira, miles de millones de pesos en propagandas inmorales, desplegadas en rutas nacionales, canales de TV, radios y diarios?
Un programa que sea manejado en forma colectiva por una Comisión integrada por la totalidad de los referentes políticos de la oposición y del oficialismo, a partes iguales y con el control y auditoría de varias y probadas ONG especializadas. Con un axioma rígido e inamovible: cortarle las manos (es un decir que reemplazaría a un mínimo de cinco años de cárcel efectiva) a aquellos que metan o pretendan meter las manos en la lata....!
Construir, con el diez por ciento de la tracalada de guita que imprimen y se afanan, sendos hospitales en aquellos lugares de mayor crisis nutricional, pero dotarlos de buenos médicos, que firmen contratos de prestación de servicios por un período de por lo menos cinco años, con muy buenos sueldos y premios en efectivo al finalizar los períodos de prestación.
Educar a los indígenas, con buenos maestros y buenas escuelas. Emplear a sus padres asegurándoles sueldos dignos en lugar de contratar ñoquis al por mayor. Construirles viviendas dignas en las que no los acechen las vinchucas; proveerles de agua potable y alimentos en condiciones, hasta que incorporen la cultura del trabajo y el progreso.
¿Qué me va a preguntar, de dónde se puede sacar la guita?
Es fácil, !Que Vaca Muerta ni en terapia intensiva....!
Vendan todos los Audi y coches de alta gama que integran las flotas de tantos miles de funcionarios y dirigentes, bájeles los sueldos, de 80 lucas a lo que gana un maestro, claro que después que les suba el sueldo a los maestros y se asegure su capacidad e idoneidad para desarrollar tan digna tarea. 

Termine con los famosos tickets aéreos, termine con la tracalada de asesores, amanuenses, abridores de puertas y valets de ocasión. Termine con los puestos públicos otorgados a "queridas", "queridos", "amantes", "parientes", "ex amantes con propensión al parloteo" y otras yerbas.
Acabe de una buena vez con flotas aéreas caras, de costosos e innecesarios vuelos para llevar el chal olvidado o la última revista Caras y el suplemento dominical del diario. Termine con subsidios inventados para alimentar vivos y que van a parar al bolsillo de los empresarios ídem, a medias con los numerosos funcionarios que se los otorgan y supuestamente quienes deberían controlar sus usos. Termine con líneas aéreas que pierden en un día el equivalente a cien médicos desplegados en la zona del Chaco profundo o cien casas dignas para los sin techo de cualquier lugar.
Termine con sus negocios y con hacer la vista gorda ante el negocio de los que usted acomoda. Acabe de una buena vez con los compromisos sucios y espurios, a cambio de apoyos o caudales de votos. Deje de aliarse con impresentables que exhiben un largo y tortuoso trajinar por la política, cambiando de cama como de calzones....!
! Sería tan sencillo.....por lo pronto deje de querer convencernos de que nadie sufre hambre en la Argentina....todos sabemos que eso es una mentira.
Claro que para eso habría que ser verdaderamente revolucionario......no de "parole" claro, un revolucionario en serio. Casi un fuera de serie diría yo.....!
Y habría que mirarse en espejos reales y auténticos....no mirar para el lado de los espejos de parque de diversiones de Venezuela o de Cuba.... mirar mejor para el lado de Noruega, Finlandia, Dinamarca, Holanda, Suecia, etc..
Mande gente de su partido y facilítele el acceso a la oposición para que vayan a esos países para averiguar cual es el secreto; cual es el método y como llegaron allí.
Quizás no sea tan misterioso como creemos.
Averigüe por qué por esas latitudes los funcionarios viajan en tranvía o en bicicleta y si a alguno se le ocurriera utilizar el avión sanitario de la localidad para irse de vacaciones, lo haría una sola vez y luego tendría unos, digamos diez años, para arrepentirse en una celda, de una cárcel típica de aquellos países, con todo limpio e impecable, ¿vio?. Cama, lavabo, retrete, mesa y silla de acero inoxidable del mejor, pero lejos y detrás de una reja por una larga temporada, saludablemente apartado de la sociedad a la que pretendió engañar.
Preséntese como intachable e incorruptible. Pero séalo realmente.
No la filme de honesto. Sea honesto.
Deje de dar vueltas sobre la baldosa, hablando mucho sin hacer nada.
Elija su lugar. Explique que hará y que no hará. Con quien se juntaría y con quién no. Que investigaría y hasta donde llegaría o hasta donde dejaría que llegue la justicia libremente, sea quien sea el objeto de investigación.
Cuéntenos todo. Sin tapujos ni adornos. Sin disfrazar nada. Convénzanos de que su único compromiso es con la sociedad que puede llegar a votarlo.
Si usted verdaderamente se siente motivado por los viejos paradigmas y valen algo la honestidad, la moral, el ejemplo, la entrega, el coraje, la determinación para cumplir con lo que promete, no tenga miedo.
Esta sociedad, harta de ser engañada y jugar el papel de convidado de piedra en esta fiesta en la que jugamos contra la perinola cargada, en esta ordalía corrupta de desprotección y engaño y esta exacerbación de la incultura, seguramente lo o la apoyará.
No le tema a la amenaza de oscuras corporaciones, viejas o nuevas.
Lárguese.
Diga lo que tenga que decir.
Denuncie, prometa investigar, sea todo lo duro o dura que será necesario ser, para desbrozar esta maraña de podredumbre fermentada.
No se ande con vueltas. No busque a cada rato la frase hecha o el discurso vano y vacío. Al pan, pan y al vino, vino.
Si tiene los dientes torcidos, déjelos así. No se arregle ni el trasero ni se coloque prótesis mamarias. Prohíba que le arreglen sus fotos con Photoshop. Salga como es. Porque el software puede arreglar todo, menos el alma.
Deje de lado las fotografías estilo Carlitos Gardel en Cuesta Abajo, con la cabecita algo torcida y una sonrisa de oreja a oreja. Sea natural, no necesitamos ni un artista de cine ni un santo. Queremos alguien que no solo no nos joda, sino que arregle este quilombo que lleva bastante más de una década.
Queremos que en el puerto vuelvan los barcos argentinos, que nuestros granos alimenten al mundo, que nuestras carnes vuelvan a ser las mejores, que nuestros vinos conquisten las mesas del planeta, que nuestro rompehielos vuelva a ser quien abastece a nuestras bases antárticas, que nuestros trenes funcionen, aunque no sean balas, que nuestros chicos vuelvan a ganar las Olimpíadas de Matemáticas y que volvamos a ser ejemplos en educación. Que volvamos a tener una de las mejores policías del planeta,.........en fin, ¿le parece mucho lo que queremos?

Para hacerla corta, queremos un señor o una señora, que se acerque despacito a cada cajón en los que yacen nuestros viejos pero buenos paradigmas y que, mezclando algo de magia con alguna fecunda maniobra de resucitación, vuelva a la vida los viejos valores, que se sintetizan en aquellos poquísimos políticos que se fueron dejando un país mejor que el que encontraron. Y ellos, con igual o menos guita que la que tenían cuando llegaron.

Hugo César Renés

Un obstáculo para el progreso - Artículo de opinión de Alberto Medina Méndez


Un obstáculo para el progreso.

Existen muchos temas políticamente incorrectos que jamás se abordan. Indudablemente, uno de los más postergados por los dirigentes y la sociedad es el de la imprescindible reforma a la legislación laboral vigente.

Los políticos recitan grandilocuentes discursos hablando de la importancia de generar empleo genuino, incrementos reales en los niveles de ingreso actuales de los trabajadores y mejores oportunidades para todos. La sociedad en su conjunto lo reclama esperando que los gobiernos y las empresas implementen decisiones inteligentes para lograr esos objetivos.

La comunidad siempre busca culpables pero inexorablemente selecciona solo argumentos tan simples como incompletos, tan lineales como falaces. Algunos creen que el problema de fondo pasa por la incapacidad de los dirigentes políticos y su inoperancia serial, mientras otros prefieren apuntarle a la avaricia, insensibilidad e inmoralidad del empresariado.

Esa demanda social es una realidad pero los resultados hasta la fecha son paupérrimos. Tal vez sea este el momento de repensar la cuestión y hurgar en nuevas visiones más comprometidas que expliquen este fenómeno, para dedicar luego todos los esfuerzos a la búsqueda de las verdades soluciones.

Si en estas latitudes no se genera más empleo, ni se dispone de una mejor retribución al trabajo es justamente por como razona la sociedad toda y, por ende, por como responde la política a esos planteos.

La legislación laboral reinante explica buena parte de la problemática. Las regulaciones en el ámbito del trabajo han construido un absoluto engendro casi indestructible. Su fortaleza reside en las creencias de la gente que prefiere desvincular lo que ocurre a diario con su visión del tema, solo porque se ha convencido de que ciertas premisas son indiscutibles.

Los empresarios que emprenden la audaz aventura de crear empleo registrado saben de las elevadas erogaciones de esa determinación. El costo laboral no es solo el dinero que el trabajador se lleva al bolsillo, sino la sumatoria de cargas y contribuciones laterales que casi duplican esa cifra original haciendo inviable el sistema y desestimulando estas decisiones.

Esa presunción de que los salarios mínimos aumentan la calidad de vida ha hecho mucho daño. Si la sociedad quiere mejorar su estándar de vida, precisa ser más eficiente, más productiva y acumular suficiente capital como para que empiece a operar un círculo virtuoso hasta hoy inexistente.

Suponer que se puede aumentar el salario con una normativa estatal denota una gran ignorancia. Si eso fuera cierto el gobierno podría fijar el salario en cualquier nivel y todos serían millonarios. No lo puede hacer porque sabe de las consecuencias nefastas de promover esas medidas que solo desestimulan la inversión y por lo tanto las posibilidades de empleo.

La legislación laboral se ha convertido en una trampa letal que dio paso a una creciente "industria del juicio". En ese juego solo se benefician los intermediarios que parasitan en el sistema. Esta intrincada maraña normativa solo logró mayor conflictividad reduciendo la creación de empleo.

Demasiada gente adhiere a esa mirada centrada en las épicas conquistas de los trabajadores. Esas supuestas ventajas las disfrutan solo unos pocos, dando nacimiento a una indeseada diferenciación entre asalariados de primera y de segunda, violando el esencial principio de igualdad ante la ley.

La historia se repite hasta el cansancio. Los beneficios reales no se consiguen por decreto, sino por un sistema articulado que permita tener sustentabilidad en el tiempo, sin forzar nada, que derive naturalmente hacia un sistema de estímulos correctamente alineado que invite a crear trabajo.

El rol de los sindicatos en este desmadre ha sido despiadado. Han construido y fortalecido sus propios negocios, saqueando a los trabajadores, al quedarse compulsivamente con una parte de su remuneración. Sus aportes positivos han sido exiguos y su credibilidad sigue cuestionada.

Si se quiere más y mejores empleos, si se pretende tener salarios más elevados, primero se debe comprender el funcionamiento de la economía para entender luego que a mayor regulación peores resultados.

El mundo no funciona imponiendo conductas por ley. Si la felicidad se pudiera lograr por decreto ya existiría una norma así y el planeta gozaría de ese gran logro. No hay magia en esto. Cualquier objetivo en la vida se consigue solo con esfuerzo, perseverancia y convicción. Esta idea que sostiene que solo hay que hacer buenas leyes ya ha fracasado en todas partes y abundan evidencias empíricas de ese grosero error conceptual.

Si el país no revisa su sistema laboral integralmente flexibilizando al máximo sus reglas, jamás existirá empleo genuino abundante. En un ámbito de desocupación crónica los salarios reales de la gente nunca mejorarán sustancialmente y nada bueno sucederá entonces.

La política tiene el enorme desafío de instalar este debate sin temores. No hacerlo es una actitud cruel y cobarde. Sin estas reformas profundas nadie invertirá sus dineros en proyectos productivos. Si el capital no tiene incentivos específicos para apostar, nunca se dispondrá de empleo suficiente, su calidad decaerá y los mejores buscarán nuevos horizontes.

Es tiempo de dejar de lado la ingenua visión de que todo se logra con leyes que obliguen a los demás a hacer lo que no quieren. Cuando los emprendedores se sientan seguros, en un ambiente amigable con los negocios, este país tendrá una chance concreta de mirar al futuro con optimismo. Si la sociedad sigue razonando como hasta ahora, el régimen laboral no se modificará y seguirá siendo un obstáculo para el progreso.

Alberto Medina Méndez
albertomedinamendez@gmail.com

La intransigencia de la Ortodoxia - Nota de opinión de Samuel Auerbach



La intransigencia de la Ortodoxia.
Samuel Auerbach, Natanya.

La religión resulta ser un peligro para la civilización, cuando le llega a molestar ciertas ideas o hechos que no concuerdan con los pilares que la sustentan. Eso da pie a que sus jefes ideológicos influyan sobre sus fieles, en especial sobre sus jóvenes discípulos, inculcándoles animosidad sobre los otros sectores. Una animadversión cuyos alcances no son previsibles.

Son numerosas las pruebas que demuestran lo peligroso que son las religiones intransigentes. Las aportaron con holgura en el pasado, la guerras entre católicos y protestantes que tuvieron lugar en los países europeos en el siglo XVI, como fue la “Guerra de los Treinta Años”.

Casi todas las guerras que la historia recuerda tuvieron lugar por diferencias ideológicas entre las distintas religiones. No pocas manchas que enlodaron el pasado, las produjo la intolerancia de la religión católica. Basta con recordar la inquisición española y las distintas cruzadas que diezmaron a gran parte de la población medieval.

En la actualidad, una prueba del peligro que reportan las religiones intransigentes la aporta el islamismo, cuyos clérigos desde su púlpito, predisponen a sus fieles a asesinar a todos los herejes si excepción en nombre de su Dios.

Algo parecido está haciendo el judaísmo ortodoxo al insultar públicamente a los homosexuales, porque “La Torá”, su texto bíblico, considera abominable a la homosexualidad. Ese criterio condujo el año pasado a uno de sus miembros a apuñalara seis manifestantes y matar a la joven Shira Bank en Jerusalén, mientras participaban en la Marcha del Orgullo Gay.

Desgraciadamente, el gobierno de Israel nada podrá hacer para frenar la intolerancia religiosa de los árabes, pero sí en Israel. Así como la Kneset (Parlamento Israelí) acaba de aprobar en primera lectura, una ley para sancionar con multas a las redes sociales si no retiran publicaciones que estimulan al terrorismo, debería poner a consideración otra ley que castigue de alguna forma a todo aquel que, con sus alocuciones o por escrito, promueva la discriminación y la violencia entre la población. La ley incluiría a los rabinos, quienes con sus prédicas transmiten a la juventud ortodoxa su intransigencia bañada en odio.


Señales demasiado confusas - Por Alberto Medina Méndez


Señales demasiado confusas.

El tan aplaudido vaciamiento ideológico de la política empieza a mostrar síntomas concretos que impactan directamente en la sociedad. Durante décadas, un grupo de apologistas del pragmatismo sostuvo que los sistemas de ideas quitaban esa flexibilidad infinita que fascina a tantos.

Está claro que a muchos dirigentes políticos les resulta formidablemente cómodo no alinearse con una escala de valores a defender. Eso les posibilita apropiarse de una mayor cantidad de votos potenciales como producto de su declarada neutralidad pudiendo seducir, entonces, a casi todo el electorado sin distinción alguna.

Esa dinámica aparentemente razonable que prioriza lo práctico por sobre lo teórico, les permite aplicar recetas de todos los colores sin pudor alguno. El problema es que los rompecabezas se pueden armar cuando sus piezas encajan y son compatibles. Encastrar mezclando todo es una labor imposible y su corolario es un engendro de insondables consecuencias.

Hasta ahora el gobierno ha preferido darle jerarquía a ciertas decisiones que ha tomado con gran ampulosidad y que parecen ir en la dirección correcta. Si bien muchas de ellas contienen imperfecciones evidentes, y se quedan a mitad de camino, el recorrido elegido tiene visos de racionalidad y sensatez.

Sin embargo, al mismo tiempo, otras determinaciones relevantes siguen aún pendientes. En algunos casos se recita, la mayoría de las veces en privado y preferentemente por lo bajo, que existen intenciones reales de hacerlo, pero no ahora, sino más adelante, aduciendo siempre razones vinculadas a la viabilidad política de avanzar en esos asuntos tan sensibles.

Pero también es inocultable que existen tópicos que no figuran siquiera en la agenda. Cuando se plantean esas problemáticas, los argumentos que se esgrimen tienen que ver con la gobernabilidad y la tolerancia de otros sectores a ese tipo de medidas, aparentemente antipáticas.

Si un Gobierno ejecuta lo que dice que puede, se detiene preventivamente ante lo que considera políticamente incorrecto y borra de la agenda aquellos aspectos que considera imposibles, pues el resultado que finalmente se obtendrá no solo no será el deseado, sino que tampoco será el necesario.

Se puede entender que en algunos asuntos se precisan de mayorías parlamentarias que impulsen esas reformas, pero el oficialismo puede elegir si la supuesta imposibilidad implica archivar asuntos en forma definitiva o en todo caso amerita intentar inteligentes estrategias para avanzar en firme en la dirección adecuada, aunque fuera de un modo más lento.

No es lo mismo dejar de lado para siempre ciertos asuntos que mantenerlos vigentes en el tapete, buscar mecanismos alternativos para abordarlos y hasta negociar eventualmente sus plazos de implementación.

A estas alturas el gobierno ya desnudó su propia impronta. Improvisa en demasiados asuntos, avanza razonablemente en otros y zigzaguea en unos cuantos más. Su indefinición ideológica empieza a mostrar sus primeras secuelas significativas. Esa estrategia es muy confortable para los funcionarios oficialistas porque les permite una enorme versatilidad, pero obviamente no sirve como matriz para resolver los problemas de fondo.

La grilla de dilemas que enfrenta el país es gigantesca y requiere de soluciones complejas y en muchos casos de batallas muy prolongadas en el tiempo. Aun si se iniciara hoy mismo, esa tarea demandaría varias décadas.

Lo que es indudable es que si esos aspectos no se encaran jamás, existen certezas de que nunca encontrarán su cauce de un modo espontaneo. No abordarlos no solo es una acabada muestra de cobardía política sino también de una despreciable actitud incompatible con en el espíritu de cambio que muchos esperan.

La ciudadanía no ha optado por el actual sector político para que asuma el gobierno y termine haciendo más de lo mismo, pero ahora con un estilo más civilizado y menos autoritario, sino para que produzca verdaderos cambios sustanciales en una enorme nómina de asuntos vitales.

Las transformaciones cosméticas son solo eso. Un poco de maquillaje que intenta camuflar los problemas, los oculta temporalmente, pero de ningún modo los soluciona, y hasta es probable que si se insiste con esta tendencia el cuadro original termine empeorando progresivamente.

Se podrá discutir luego sobre la trascendencia que tiene imprimirle velocidad a cada uno de los acontecimientos, pero lo absolutamente impostergable es definir con total claridad y sin hipocresías el rumbo que se ha escogido y que se va a recorrer.

Más allá de las indisimulables impericias y la falta de experiencia política, es mucho más importante tener calibrada la brújula y utilizarla para que indique el norte en todo momento, sin desvíos no calculados.

El país precisa ocuparse en serio de sus problemas y no solo fingir ciertas acciones. Como en la vida misma, hay que establecer prioridades y atacar los inconvenientes uno por uno. Pero esconder muchos de ellos inmensamente importantes no parece ser un camino posible ni, mucho menos, una resolución brillante.

Hasta aquí se han tomado algunas decisiones muy atinadas, pese a sus innegables defectos de comunicación e instrumentación. Pero también se han omitido muchas determinaciones, ya no sin querer, sino premeditadamente. Algunas de esas solo han sido aparentemente postergadas, pero otras han pasado deliberadamente a ser parte de un inventario que jamás tomará protagonismo. En fin. Por ahora solo se asiste a un indigno espectáculo repleto de señales demasiado confusas.

Alberto Medina Méndez
albertomedinamendez@gmail.com

H.C.F Mansilla: La Bolivia que no cambia - un envío de Santos Diamantino



H.C.F Mansilla: La Bolivia que no cambia
Entrevista de Claudia Gonzales Yaksic

“Yo creo que los indianistas, bajo esa apariencia radical de modificar todo, en el fondo lo que quieren es preservar valores muy antiguos y muy convencionales, jerárquicos, verticales, autoritarios, machistas, que vienen de muy atrás, pero ahora con un aspecto revolucionario del cambio total.”

En mi caso, para conseguir una entrevista exclusiva con H.C.F. Mansilla, el pensador contemporáneo más brillante que tiene Bolivia, necesité tragarme el orgullo de por lo menos tres rechazos sin derecho a réplica, vencer una prueba de escritura y, obviamente, tener el respaldo de una marca como es el periódico Los Tiempos.

Una vez roto el hielo y en un encuentro en vivo y directo (Mansilla estuvo en Cochabamba días atrás para participar de un seminario sobre René Zavaleta), este prominente intelectual se muestra tan fascinante como lo es su pensamiento.

Empiezo la entrevista preguntándole qué opina de los cambios drásticos que ha sufrido Bolivia en la última década y responde sin dudar: “Yo supongo, al contrario de lo que usted dice, que el país ha cambiado muy poco en las últimas décadas y que arrastra tradiciones, puntos de vista, normas de comportamiento, pautas de orientación que son más o menos las mismas desde hace muchísimo tiempo. Lo que cambian son pequeños aspectos exteriores, por ejemplo, un Gobierno puede ser más afecto en la teoría a cuestiones indianistas, a resaltar valores de las culturas aborígenes, puntos de vista ancestrales, pero eso creo yo que es lo superficial”.

Mansilla hace una pausa breve e inmediatamente ejemplifica su posición: “Quiero mostrarle, por ejemplo, algunos aspectos de lo que no cambia a través de siglos. En la época de la colonia, por ejemplo, lo más usual era la instrumentalización del Poder Judicial por el Poder Ejecutivo. La inmensa mayoría de toda la documentación existente en el Archivo de Indias, son quejas, agravios de la población contra el mal funcionamiento de juzgados y fiscalías y, al mismo tiempo, son quejas sobre cómo el Estado, las autoridades del momento, oidores, la administración virreinal, hacían que la justicia realmente siempre falle a favor de los que tenían buenos contactos con el Poder Ejecutivo y creo yo que esta instrumentalización del Judicial por el Ejecutivo se ha mantenido vigorosamente hasta hoy, y más bien en los últimos diez años ha tenido un renacimiento notable”.

Para el enemigo la ley

Según H.C.F Mansilla, doctor en Filosofía por la Universidad Libre de Berlín, otro aspecto ligado al anterior es la continua vigencia del principio virreinal de “al amigo todo, para el enemigo la ley”. Es decir, “la idea de la discrecionalidad, al amigo, al aliado, al allegado, se le permite prácticamente todo. En cambio, al enemigo basta con aplicarle los instrumentos de la ley, con lo cual la ley viene a quedar como algo negativo, como algo horrible que se aplica sólo en casos extremos”.

“Otra cosa que no ha cambiado gran cosa —abunda Mansilla—, es la cantidad de trámites a los que está sujeto el ciudadano común. También en la colonia había una enorme cantidad de protestas que se debía al carácter muy enrevesado y complicado de la burocracia colonial, y aquí hay ciertas instituciones que no han variado gran cosa. Me refiero, por ejemplo, a Derechos Reales, que es una institución extremadamente complicada y, obviamente, los más interesados en que no cambie nada, es esa hermosa fauna de gestores, abogados; es decir, de los que viven aprovechándose de que los normales litigantes no tienen ni tanto tiempo ni tanto dinero para perder haciendo los trámites correctamente; entonces, ellos, igual que en la colonia, se aprovechan de esa situación”.

La mala educación

Otra cosa que en Bolivia no ha cambiado nada, según este pensador, es la mala conformación de la educación en general y de la universidad en particular. “Ambas instituciones siguen siendo memorísticas, siguen teniendo una tendencia muy fuerte a no tratar temas que tiene que ver con otras culturas, o sea muy cerradas por las montañas que al mismo tiempo protegen, pero también aíslan del mundo exterior. Entonces, en los campos de la educación, del funcionamiento normal, de las funciones estatales, en el caso concreto del Poder Judicial, se arrastran, creo yo, tradiciones que vienen de muy atrás y que no han cambiado nada”.

Con dos libros publicados este 2016 en Rincón Ediciones: “Filosofía Occidental y Filosofía Andina” y “Las raíces conservadoras bajo las apariencias radicales en América Latina”, Hugo Celso Felipe Mansilla Ferret, asegura que otro aspecto que en Bolivia no ha cambiado nada en las últimas décadas, es “la arrogancia de los que detentan ocasionalmente el poder y empiezan siempre como amigos del pueblo, como fue el caso del 52 con el MNR y del 82 con la UDP, y terminan conformando élites extraordinariamente privilegiadas y alejadas de los intereses del pueblo llano”.

Educación y cambio

El pueblo, la gente que camina en las calles, siempre espera que las cosas que están mal cambien. ¿Qué se necesita para que una sociedad se transforme? “Estimada señora Gonzales —comienza respondiendo Mansilla—, no existe ninguna receta. Si hubiese una receta, ya se la habría aplicado en algún país del mundo. Una cosa fácil y simple, de efectos contundentes y rápidos, eso no hay. Lo que se puede pensar, siguiendo el modelo de cambio más exitoso, que es el de los países escandinavos en el siglo XIX o de Corea del Sur, Singapur en el siglo XX; es apostar por la educación, por un cambio real motivado por la modificación de pautas educacionales”.

Pero para eso —dice el pensador— hace falta una verdadera reforma, seria, sostenida en el tiempo “y no estas simples declaraciones líricas que han sido la reforma educacional de 1952 en adelante, bajo el MNR o las otras que ha habido en los últimos años, que en realidad no modifican gran cosa las pautas profundas de comportamiento de la población, que más bien tienden a consolidar lo de antes”.

Indianistas conservadores

“Por ejemplo, yo supongo, pudiendo equivocarme fácilmente —sentencia H.C.F. Mansilla—, que todas estas tendencias indianistas radicales de izquierda, en el fondo son muy conservadoras, en el sentido de que preservan, mantienen valores de orientación muy antiguos, con una pintada exterior, con un aspecto exterior radical, pero que en el fondo son muy conservadores. Esto me ha preocupado sobre todo en el caso del indianismo, he publicado un pequeño libro en la editorial Rincón Ediciones sobre este caso. Yo creo que los indianistas, bajo esa apariencia radical de modificar todo, en el fondo, lo que quieren es preservar valores muy antiguos y muy convencionales, jerárquicos, verticales, autoritarios, machistas, que vienen de muy atrás, pero ahora con un aspecto revolucionario del cambio total. Yo creo que en eso Bolivia es uno de los países relativamente más conservadores del mundo, junto con el ámbito islámico”.

http://www.lostiempos.com/actualidad/cultura/20160711/hcf-mansilla-bolivia-que-no-cambia

(*) La autora es periodista.

Claudia Gonzales Yaksic
Publicado el 11/07/2016

Atte. Santos Diamantino
Lic. en Filosofia (UMSA)

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