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Subastan libros masones que pertenecieron a Juan Domingo Perón

Se trata de distintas obras sobre Masonería, 12 ejemplares en total.

- Diccionario Enciclopédico Abreviado de la Masonería
- Diccionario Enciclopédico de la Masonería (3 tomos)
- Tomo de la A-O
- Tomo de la P-Z
- Historia General Rituales y Liturgias
- Colección Enciclopedia de la Masonería:
- La Desconocida franc-masonería cristiana
- La encrucijada de la Masonería (2 tomos)
- Nuestros Hermanos separados. Los franc-masones
- La Masonería en la Argentina y en el mundo
- La vida oculta en la Masonería
- Mistagogos, masones y mormones
- Temas masónicos

Pertenecientes a la biblioteca de Juan Domingo Perón. Algunos de estos ejemplares corresponden a obsequios recibidos por el mismo en diversas épocas.
Este lote abarca libros desde 1948 hasta 1973
 
La subasta, que se realiza en el sitio http://www.peronyevasolidarios.org.ar/ , 
finaliza el 26 Feb, 2010 a las 12:00 horas.

ICONOGRAFÍA PERONISTA EN EL ARTE

Parecen tiempos de auge del imaginario peronista. Después de años de alusiones, olvidos y exclusiones deliberadas, hoy distintos rincones de la cultura ponen en escena sus discursos, figuras, íconos y estereotipos. Desde las obras teatrales de Ricardo Bartís y Alejandro Tantanian, la literatura de Juan Diego Incardona y Carlos Godoy, hasta el fenómeno Capusotto e incluso el furor del movimiento de blogs peronistas.

Nora Iniesta y Daniel Santoro saben de qué se trata. Ellos son, podría decirse, la Eva y el Juan Domingo del arte argentino. Con obras que remiten a la infancia, la patria, los pizarrones escolares y las escarapelas, con materiales y técnicas simples como el collage, Iniesta se apropia de la imagen de Evita, buscando reconstruir los recuerdos y sensaciones de su propia infancia. Santoro, por su parte, recupera en sus obras la mayor parte de la iconografía de los primeros dos gobiernos peronistas. El descamisado, el auto justicialista, el guardapolvo blanco, la heladera Siam, la casita peronista, el Pulqui, son objetos privilegiados en sus pinturas que ayudan a reconstruir aquel mundo peronista.

“Por fin, después de muchos años, hay una apropiación legítima de Perón”, dice Santoro. “No desde lo estrictamente político ni desde cierta actitud militante. Su abordaje, antes que nada, implica el reconocimiento del peronismo como un fenómeno cultural y social que nos pertenece, del que podemos apropiarnos y que permite una síntesis para explicar cierta argentinidad.”

Por Victoria Linari
Fuente: Miradas al Sur
Más información: http://www.miradasalsur.com/
Enviado por Gacemail - TEA Imagen

EL FUNERAL DE TOMÁS ELOY MARTÍNEZ

FALLECIÓ A LOS 75 AÑOS.
QUISO SER DESPEDIDO CON MÚSICA, LIBROS Y EL TRAGO QUE TOMABA TODAS LAS NOCHES.

"Casi.
No se pudo hacer todo lo que Tomás Eloy Martínez dejó previsto -por escrito- para su funeral. Pero casi.
Estuvo la música que él quería, los libros que había elegido, el gin tonic tal como él lo tomaba todos los días a las 7. Casi sale todo al pie de la letra, pero falló, al final, lo de estar contentos, lo de reír y charlar. Sobre todo cuando, con la urna ya en tierra, con los nudos ya en las gargantas, habló su hijo Gonzalo: "El decía que la muerte le daba una gran curiosidad; ahora debe estar develándola".
El funeral del autor de Santa Evita -que falleció a los 75 años- empezó por la mañana. Con la entereza de quien ha mirado a la muerte a los ojos incluso en la certeza de la derrota, Tomás -nadie lo nombraba de otra manera- pensó en su partida y dijo que hubiera querido una ceremonia "a la americana". Que después de enterrarlo, quienes lo querían se fueran a comer y beber. Pronto vio que eso en estos pagos no era posible y entonces imaginó una larga despedida, en un cementerio privado de Pilar. No una fiesta, sí una reunión. Así fue.
Su hijo Ezequiel cuenta, por ejemplo, que aunque en el último tiempo el autor estuvo mucho con los ojos cerrados, la última semana no fue así: "Quiero morir con los ojos abiertos, como vi la vida", le dijo. Cuenta que ese hombre, que tuvo cuatro esposas, en la cama pedía que lo perfumaran. ¿Para qué? "Nunca se sabe, Ezequiel", le sonreía. Cuenta que sus hijos pasaron el último día rodeando su cama. Leyéndole poemas de Rimbaud, cuentos. Así hasta que su respiración se fue haciendo más espaciada, más espaciada. Había dejado instrucciones de no ser conectado; acunado por palabras, abrigado por sus hijos se fue apagando. A la antigua."

De una nota por: Patricia Kolesnicov
Fuente: Clarín
Más información: http://www.clarin.com/´
Enviado por Gacemail - TEA Imagen

ENTREVISTA: Tomás Eloy Martínez - Escritor

Realizada por MIGEL MORA - Madrid
EL PAÍS - Cultura - 08-11-2002
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No es frecuente encontrar a un conversador como Tomás Eloy Martínez. Te envuelve en su red de palabras y no hay forma de escaparse. Lo sigues absorto, y basta. Más o menos lo mismo pasa leyendo Santa Evita, esa novela mito que suma y trasciende los influjos de su protagonista y de su autor y te atrapa desde el primer párrafo. Martínez dice que 'la literatura es un juego entre verdad y mentira, y que lo importante no es qué es verdad o mentira, lo importante es el juego'. Y eso hizo Santa Evita: lo que era mentira antes de que se publicara la novela, en 1995, se convirtió en verdad, y lo que era verdad se volvió mentira. Mentiras o verdades en todo caso irresistibles: el libro se ha publicado ya en al menos 35 países, ha seducido a cientos de miles de lectores y amenaza claramente con seguir ejerciendo su poder más allá del tiempo, de su autor y quizá de su protagonista.

Pregunta. O sea, que 50 años después Evita vuelve a resucitar.

Respuesta. Ella resucita siempre, no deja de resucitar. Es una novela que tiene una historia extraña. Debí haberla empezado en 1989 o 1990, cuando se me presentaron tres militares diciéndome que ellos conocían la verdad sobre el cadáver de Evita. Y ese episodio, que se cuenta en el capítulo final, es lo único cierto de toda la novela. En aquel momento había gran polémica con los historiadores argentinos por mi libro anterior, La novela de Perón, que suscitó el debate sobre el derecho de los novelistas a modificar la historia oficial. Así que, antes de ponerme con Evita, escribí una novela lírica, La mano del amo. Abrió un hiato, los desconcertó, me convenció de que era capaz de la diversidad y de que no me iba a convertir inmediatamente en peronólogo. Pero después volvió el juego: detecté puntos oscuros en la historia de Evita, y se me ocurrió que, como la novela es un género impuro por naturaleza, podía invertir la técnica de la non-fiction de los años sesenta, de Capote, Mailer o Gabo en Historia de un náufrago, y narrar una historia ficticia con las técnicas del periodismo. La sorpresa fue que la gente se lo tomó en serio, se creyó que todo era verdadero. Y la novela tuvo una vida poderosa, salvo en España, donde pasó casi inadvertida por razones que áun no se han podido descifrar.

P. ¿Y sabe que se le recordará por esa novela, aunque escribiera otro Quijote?

R. Lo sé. Son maldiciones que uno tiene. Como Gabo no se ha podido quitar la de Cien años de soledad.

P. ¿Tenía conciencia de eso cuando la escribía?

R. Para nada. Me tomé un año sabático para escribirla. Mi mujer me mantenía con sus clases, lo llamó 'la beca Santa Evita'. Estábamos llenos de deudas, debíamos 10.000 dólares al editor de Seix Barral, y cuando terminé, dijimos: 'Si al menos nos alcanzara para pagar...'. No sabía... Escribes en definitiva para ti mismo, no para el lector, para encontrarte contigo mismo, como un modo de reconocerte en lo que desconoces. La escritura es un juego en el que apuestas por el descubrimiento de la vida que hay en ti y no sabes que está ahí.

P. ¿Y qué es lo que encontró en las peripecias de un cadáver?

R. Una parte resultó ser la necrofilia de la tradición argentina, que afloró en la novela y empezó a verse como un elemento sustancial del país. El cadáver ambulante de Evita, la pasión por su momia, era a la vez un síntoma de la melancolía por la grandeza perdida y un símbolo: el de la primera desaparecida. Evita fue la primera desaparecida.

P. Además de populista, trepa, diosa, benefactora...

R. Yo, que me empapé todos los documentales en que salió, aún no tengo una visión unívoca. Era un ser complejo, una mezcla de intolerancia, fanatismo, violencia verbal, ternura y flaqueza femenina, capaz de un pensamiento muy autoritario y de mucha compasión a la vez. Y muy sincera... Felizmente para la novela, porque los personajes de una pieza son un fracaso absoluto. Ella incluso muerta era capaz de desatar el amor y la tragedia. El coronel que custodió la momia se enamoró perdidamente de ella.

P. ¿Y usted, sufrió maldiciones?

R. Desde que acabé la novela me sucedieron todo tipo de desgracias, a mí y a mi familia. La gente dijo que era culpa suya. Yo también lo pensé, pero pude pagar mis deudas y comprarme una casa. Luego, el premio a El vuelo de la reina lo exorcizó todo.

P. ¿A qué género pertenece Santa Evita? ¿Histórico, de tirano...?

R. ¿De tirano? Completamente distante. El otoño del patriarca; Yo, el supremo y Terra nostra cuestionaron el poder de la historia para dictar la verdad y reivindicaron el poder del relato para alzarse contra la escritura del poder. Ahí vimos que en el duelo historia-ficción siempre gana la ficción, lo que viene después. La fiesta del chivo o La novela de Perón ya no se basan en ese alzamiento, sino en la visión de la historia como un tejido complejo que mezcla la vida de los pueblos y la recreación del poder como tejido cultural. Santa Evita deja de ser reconstrucción para ser transfiguración: no reconstruye, aunque tenga detrás mucha investigación. Es invención, fábula, exige que la novela tenga carta de naturaleza para mentir. La fatalidad es que luego nadie cree que sea mentira, aunque uno se empeñe en decirlo.

P. Lo mismo, al revés, le pasa a su amigo García Márquez con sus memorias. Usted mismo ha escrito que son su mejor novela.

R. Él jura que todo es verdad, y dice que la verdad es lo que él recuerda, lo cual es un guiño que no garantiza nada. Ha construido una formidable novela con su vida, que además cuenta la historia de Colombia como ningún libro de historia. El relato del Bogotazo es lo mejor que se ha escrito sobre eso. La novela (o las memorias) reivindica además una cosa muy importante, la sustancia periodística de todas las grandes ficciones latinoamericanas. No hay ningún escritor latinoamericano, ni el poeta más difícil como César Vallejo u Octavio Paz, que no haya sido un gran periodista al mismo tiempo.

P. ¿Fue ésa la fórmula mágica del boom: periodismo + mentiras?

R. Bueno, no hay que olvidar que el boom viene de la tradición del XIX: las novelas se publicaban en los periódicos en forma de folletín. Mientras Austen, Balzac, Dostoievski iban haciendo su registro fotográfico de la realidad, la novela iba ciñéndose al entramado entre la experiencia real y la imaginación de lo posible. Las obras capitales del boom son construcciones literarias, pero leyendo Vivir para contarla te das cuenta de cuánto registro real había en Cien años de soledad. Transfigurado por el lenguaje, eso produjo el éxito instantáneo de Gabo: todo el mundo, desde el Caribe al Cono Sur, había conocido a alguien parecido al Coronel Buendía. Eso sorprendió mucho a Bioy: él había aprendido la realidad en sus lecturas anglosajonas.

P. ¿Qué fue de los grasitas de Evita Perón, de sus desheredados?

R. Han perdido la voz, toda sombra protectora del poder. El peronismo, tras Menem y López Rega, es sólo un fermento de corrupción. Argentina yace en ruinas porque nadie ve el modo de encauzar las pulsiones de los pobres. El país está en manos de una clase rapaz e incompetente. Y, mientras, la cultura argentina está más viva que nunca. Pero no hay diálogo posible con el poder. Cuando el poder es sordo y analfabeto, la palabra no tienen ningún eco.

Murió Tomás Eloy Martínez

Nació en San Miguel de Tucumán, Argentina, el 16 de julio de 1934. Se graduó como licenciado en Literatura Española y Latinoamericana en la Universidad Nacional de Tucumán y obtuvo en 1970 una Maestría en Literatura en la Universidad de París VII.


En Buenos Aires fue crítico de cine del diario La Nación (1957-1961) y jefe de redacción del semanario Primera Plana (1962-1969). Entre 1969 y 1970 fue corresponsal de la editorial Abril en Europa, con sede en París, y luego director del semanario Panorama (1970-1972). Dirigió el suplemento cultural del diario La Opinión (1972-1975).

Entre 1975 y 1983 vivió exiliado en Caracas, Venezuela, donde fue editor del Papel Literario del diario El Nacional (1975-1977) y asesor de la Dirección de ese mismo diario (1977-1978). Allí fundó El Diario de Caracas, del que fue director de redacción (1979).

En 1991 participó en la creación del diario Siglo 21 de Guadalajara, México, que salió durante siete años, hasta diciembre de 1998.

En junio de 1991 creó el suplemento literario Primer Plano del diario Página/12 de Buenos Aires, que dirigió hasta agosto de 1995. Desde mayo de 1996 es columnista permanente del diario La Nación de Buenos Aires y de The New York Times Syndicate, que publica sus artículos en doscientos diarios de Europa y las Américas.

Además de su trayectoria periodística y literaria ha desarrollado una extensa carrera académica que comprende conferencias y cursos en importantes universidades de Europa, Norteamérica y Sudamérica, así como su vinculación como profesor a la universidad de Maryland (1984-1987). Desde julio de 1995 es profesor distinguido de Rutgers University en Nueva Jersey y director del Programa de Estudios Latinoamericanos de esa universidad. Recibió títulos de doctor honoris causa de la Universidad John F. Kennedy de Buenos Aires y de la Universidad de Tucumán.

Ha sido fellow del Wilson Center de Washington DC, de la fundación Guggenheim y del Kellogg Institute de la Universidad de Notre Dame, Indiana.

Entre las obras que ha publicado figuran el ensayo Estructuras del cine argentino (1961); la novela Sagrado (1969); el relato periodístico La pasión según Trelew (1974), cuya tercera edición fue quemada en la plaza del III Cuerpo de Ejército, en Córdoba, por la dictadura militar; los ensayos de crítica literaria Los testigos de afuera (1978), y Retrato del artista enmascarado (1982); la colección de relatos Lugar común la muerte (1979); las novelas La novela de Perón (1985) y La mano del amo (1991) y, por supuesto, Santa Evita (1995), la novela argentina más traducida de todos los tiempos. En 1996, publicó Las memorias del general, una crónica sobre los años 70 en la Argentina.

Ganó en 2002 el codiciado Premio Internacional Alfaguara de Novela por su novela El vuelo de la reina.

Es también autor de diez guiones para cine, tres de ellos en colaboración con el novelista paraguayo Augusto Roa Bastos, y de varios ensayos incluidos en volúmenes colectivos.

En 2008 se le entregó el Premio Cóndor de Plata a la trayectoria que entrega la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina, la distinción en su tipo más importante del país. El premio fue por su fecunda trayectoria dentro del periodismo y la crítica cinematográfica.

En 2009 resultó premiado con el Ortega y Gasset de Periodismo a la Trayectoria Profesional.[2]

Tomás Eloy Martínez falleció el 31 de enero de 2010 a los 75 años de edad, a causa de un cáncer que sufrió durante varios años.

Obras:
Estructuras del cine argentino (1961) Ensayo
Sagrado (1969) Novela
La pasión según Trelew (1974) Relato periodístico
Los testigos de afuera (1978) Ensayo de crítica literaria
Lugar común la muerte (1979) Colección de relatos
Ramos sucre. Retrato del artista enmascarado (1982) Ensayo de crítica literaria
La novela de Perón (1985) Novela
La mano del amo (1991) Novela
Santa Evita (1995) Novela
Las Memorias del General (1996) Crónica sobre los años 70 en la Argentina
El Suelo Argentino (1999)
Ficciones verdaderas (2000)
El vuelo de la reina (Premio Alfaguara 2002)
Réquiem por un país perdido (2003) Ensayos y crónicas periodísticas escritas en los últimos 15 años
Las vidas del general (2004)Memorias del exilio y otros textos sobre Juan Domingo Perón
El cantor de tango (2004) Novela
Purgatorio (2008)

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