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Norberto Galasso y su biografía de Evita


Por Norberto Galasso
Esa mujer

El 17 de mayo de 1919 nació en Los Toldos, provincia de Buenos Aires, una niña que llamaron Eva María Ibarguren, denominación que ha suscitado el comentario maligno de una escritora por anteponer el nombre de una pecadora al nombre de la virgen. Era la quinta hija de doña Juana Ibarguren y su concubino, Juan Duarte (padre). Familiarmente, la apodarían Chola y pasaría a la posteridad como una de las mujeres más importantes del mundo durante el siglo XX con el nombre de Eva Perón, aunque en el rincón más cálido de las emociones populares en la Argentina sería, como ella quiso, simplemente Evita.
Desde su nacimiento, cargaba esta criatura con tres humillaciones: ser hija extramatrimonial, no reconocida por su padre (que, en cambio, había reconocido a sus cuatro hermanos), ser mujer, grave delito para aquella sociedad machista para la cual sólo debería servir para la cocina y la cama, y ser pobre, receptora, un 6 de enero, cuando tenía 7 años, de una muñeca con una pierna rota que era lo único que habían podido regalarle unos Reyes Magos demasiado menesterosos.
Probablemente de estas humillaciones brotó su rebeldía y su confraternidad con todos los desamparados de su tierra, marginados de las instituciones, expoliados por los poderosos, víctimas también de la discriminación por género. Trasladada con su familia a Junín, a los once años, se ahoga en el ámbito aletargado de la ciudad pueblerina, abrumado de prejuicios y rutinas, con la misa dominguera y la caminata alrededor de la plaza en los atardeceres. Allí recita en el escenario de la escuela para las fiestas patrias mientras remonta sueños, proyectos, triunfos en el mundo del espectáculo, hasta que a los quince años se lanza a la aventura de la Buenos Aires pletórica de músicas y luces de neón donde –está segura– habrá de alcanzar el éxito y dejará de ser la Chola para ser Eva Duarte en las carteleras de teatros y cinematógrafos.
Llegan entonces los años difíciles para abrirse camino en el campo minado de los productores, directores, representantes artísticos y periodistas, hasta llegar a la tapa consagratoria de la revista Antena (1939). Según algunos comentaristas, “mala en la cinematografía, era mediocre en el teatro y alcanzaba lo mejor de sí misma en la radiofonía”. Pero, a través de esas diversas vicisitudes mantiene una consecuencia: “Tengo en el corazón un sentimiento fundamental: mi indignación contra la injusticia”.
En 1943, antes de conocer a Juan Domingo Perón, ya interviene en la creación de un gremio: la Asociación Radial Argentina, de la cual es presidenta poco después. (Este suceso será sugestivamente olvidado en la lucha política pues le imputarán a Perón hacer pareja con una actriz –o cosas peores–, en vez de admitir que se une sentimentalmente con una gremialista.) Como es sabido, un día de enero de 1944, en el festival del Luna Park para recaudar fondos para las víctimas del terremoto de San Juan, lo conoce al Coronel y esto marca un hito fundamental en su vida. Su rebeldía, su indignación contra la injusticia, inclusive su difusa vocación por una sociedad igualitaria aprendida de un novio anarquista de adolescencia, encuentra ahora cauce escuchando los proyectos que él le confía en una Munich de la Costanera, con el río por telón de fondo. No participa en el 17 de octubre –como pretende un mito innecesario– pero crece con el movimiento popular hasta hacerse símbolo de los descamisados y de los derechos femeninos. En esa época, goza los mejores días de su vida en la quinta de San Vicente, de enamoramiento y admiración por el líder que está emergiendo y el movimiento nacional en marcha.
En él ocupa inicialmente el lugar de “La primera Dama” vengándose, con los mejores vestidos, de las señoronas de la clase alta en las noches de gala del Teatro Colón. Pero a partir de 1946 se convierte en algo así como un ministro de Trabajo paralelo respecto del secretario de Trabajo y Previsión José María Freire, recibiendo los reclamos, anhelos y sugerencias de los trabajadores, que transmite al Presidente. Armando Cabo, uno de los principales dirigentes gremiales de la época, dirá que su labor fue fundamental “como puente entre Perón y la clase trabajadora”. En el armado policlasista del frente de liberación nacional, el General necesitaba un contacto directo con “la columna vertebral” –los sindicatos– y esa tarea la realizó ella, que ya empezó a ser “Evita” y dejó los vestidos lujosos por el traje sastre y el peinado con rodete. Después, vino su viaje a Europa y al regresar, la puesta en marcha de la Fundación, duplicando así la tarea social de apoyo al movimiento.
Allí entregó su vida. “No era beneficencia –recordaba su confesor, el padre Hernán Benítez–. Le llevaba remedios a un enfermo pero además lo besaba sin importarle sus llagas. Yo, pastor de Cristo, daba un paso atrás para no contagiarme y ella me reprendía: –No venimos a traer remedios, padre. Venimos a dar solidaridad, afecto, al compañero que sufre... Un día –recuerda Benítez– íbamos en el auto a la residencia cuando ella advirtió que en la puerta de un Banco una anciana lloraba. Hizo detener el auto y cuando se enteró que no le habían pagado la jubilación por una cuestión burocrática, entró con ella al Banco –y yo detrás, porque iba sin custodia– y dijo bien fuerte, en el medio del salón: ¿Quién fue el hijo de puta que le dijo a esta señora que viniera otro día? Esa era Evita”. (Así, los gobiernos populares “violan las instituciones liberales” con escándalo de los gorilas.)
En esa tarea entregó su vida, cuando el cáncer comenzó a roerla impiadosamente. Era preciso estarse hasta la madrugada para contestar las cartas porque ningún argentino debía ser defraudado por una falta de respuesta, superando la endeblez de los 38 kilos. El pueblo entendió ese amor desenfrenado. La oligarquía también y por eso la odió: “Viva el cáncer” escribieron en las paredes. Ella, consumida por la enfermedad, dijo sus últimas palabras: “Gracias, Juan”. Los evitistas de última hora jamás podrán comprenderlo, ese “evitismo antiPerón” que, como dijo alguien, “es la etapa superior del gorilismo”.
Luego vino la contrarrevolución y secuestraron su cadáver. Al devolverlo, dieciséis años después, en 1971, en Puerta de Hierro, abrieron el féretro y resultó evidente que la habían golpeado hasta quebrarle la nariz y hacerle un tajo profundo en el cuello. Tal era el odio, a niveles tan altos como, por contrapartida, la veneración de su pueblo. Perón sólo dijo la palabra que correspondía a ese furioso ensañamiento clasista: ¡Miserables!.

Sitio Oficial delFrente Transversal Nacional y Popular

Lo que quizá jamás imaginó Evita para este 2009


El Grito Peronista - Buenos Aires, Argentina
¿Recuerdan que hace años nos decían que este país era indestructible? ¿Que nunca nada ni nadie podría lograr quebrarlo porque estábamos impregnados de riquezas en nuestro suelo, de alimentos en nuestros campos, de inteligencia en nuestros cerebros?
Pues no fue así. Persistiendo en prácticas negativas, desde mucho tiempo atrás hemos socavado las bases de ese aparentemente eterno bienestar, conduciéndonos hoy a convivir con el hambre, la desnutrición, la inseguridad, la incertidumbre, la destrucción de las familias, la falta de objetivos claros y alcanzables en nuestras vidas.
No hemos sabido cuidar el patrimonio que recibimos cuando nos declararon "únicos herederos" de una situación que parecía estable y seguramente mejorable cada día. Entre "unidos o dominados" permitimos que algunos de los propios forzaran la ocurrencia de la segunda opción.
Y hoy estamos inmersos en una situación similar a la que tiempo atrás veíamos en otros lugares del mundo y nos causaba horror.
¿Estamos a tiempo de frenar esta caída? Si dejamos la inacción los inactivos, y los activos modifican sus metas de enriquecimiento y de poder personales, seguramente lograremos revertir la situación. Pero esta es una crisis real y muy profunda, que requiere remedios de acción intensa, rápida y efectiva. Esos remedios están en nuestras manos o cerca de ellas.
Son de uso pacífico pero masivo. Somos los dueños de un futuro que será tan promisorio o tan lamentable como sepamos construirlo.
Ya no habrá un líder preclaro que marque el rumbo. Será una actividad colectiva basada en el olvidado "bien común". Habrá que dejar los intereses personales para pensar como nación. Porque los de afuera están observando cómo continuar devorándonos hasta que todo lo que hoy es nuestro concluya siendo de ellos.
¿Lo vas a permitir, hermano argentino? ¿No creés que el porvenir de tu familia, de tus amigos, de tus vecinos, de todos tus conciudadanos vale intentarlo, esta vez de verdad?
Porque luego, muy pronto, será tarde, irremisiblemente tarde. Y sólo seremos el país que no pudo ser lo que podía llegar a ser.
Depende de vos y de mí. Aunque culpemos a otros de nuestras desgracias. Tenemos que saber, que poder y que querer lograrlo.
Si creés que es posible hacer algo cada día para vivir en un país mejor, contá conmigo. El momento oportuno para comenzar es ya mismo.
Daniel Galatro

Homenaje desde Cuba

26 DE JULIO
EVITA - MONCADA
LA PATRIA LIBERADA
Homenaje

Ciudad de La Habana y Argentina

El 26 de julio de 1952 fallecía en Argentina una de las figuras más trascendentes de su historia, Eva Perón, quien a lo largo de su corta trayectoria política, truncada por una muerte prematura, significó la consecuencia revolucionaria en la búsqueda inclaudicable de la liberación nacional y social de la Patria.

El 26 de julio de 1953 un conjunto de jóvenes cubanos, consustanciados con el ideario de José Martí, protagonizan el asalto al Cuartel Moncada, inaugurando un proceso revolucionario ejemplar para Nuestra América.

Ambas fechas enlazan muchas décadas en las que argentinos y cubanos, cubanos y argentinos, prolongamos en el tiempo las heroicas gestas de los Mambises y el Ejército Sanmartiniano, rebelados ante la prepotencia imperial.

Evita se reconoce en la jornada liminar del 17 de octubre de 1945, cuando los trabajadores se encolumnan con el coronel Juan D. Perón y expresan al Subsuelo de la Patria Sublevado.

Los hombres y mujeres del Moncada sintetizan el 1ª de enero de 1959, conducidos por Fidel Castro, las luchas sin tregua de varias generaciones de cubanos que, de allí en más , defendieron desde la isla caribeña la dignidad de todos los latinoamericanos.

En este 2009 un conjunto de ciudadanos y ciudadanas de Argentina - sin distinciones partidarias, religiosas o ideológicas - nos autoconvocamos para el emplazamiento de un busto de Eva Perón en la Ciudad de La Habana.

Consideramos que esa presencia simbólica, enraizada con el combate del argentino- cubano Ernesto Che Guevara, contribuirá a fortalecer más, si ello es posible, la hermandad de dos pueblos siempre unidos en la construcción de la Patria Grande Liberada.

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