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LOS DEBERES DE LA OPOSICIÓN




LOS DEBERES DE LA OPOSICIÓN
Jorge R. Enríquez
en RazonEs de Ser

Transcurridos doce días desde las extrañas elecciones que debían ser primarias y sólo fueron una curiosa encuesta nacional, la oposición sigue asombrada por la abultada diferencia que obtuvo el oficialismo.

Esa perplejidad es entendible, ya que es la misma que sufre la mitad de la sociedad, aquella que esperaba que de esas elecciones surgiera un candidato opositor que pudiera concentrar en octubre las voluntades de gran parte del arco no oficialista.

Pero los políticos, a diferencia de las personas comunes, no deben limitarse a comentar la realidad: su tarea es intentar modificarla.

Lo primero que se advierte es un prematuro espíritu derrotista en las principales figuras de la oposición. Casi todos dan por sentado que la señora de Kirchner ya fue reelecta. No siempre lo dicen explícitamente, aunque lo sugieren al señalar que ahora se concentrarán en obtener la mayor cantidad de bancas legislativas.

Es cierto que, con las cifras que arrojaron las "primarias", es altamente probable que la actual presidenta obtenga su reelección; o, más bien, su "re-reelección" si es verdad que, como el oficialismo siempre ha dicho, ella y su extinto marido conformaban un todo inescindible. Por lo menos, la propaganda kirchnerista y los frecuentes discursos de la señora de Kirchner siempre se remontan al 25 de mayo de 2003 como la fecha de inicio de un ciclo que estiman como una gesta histórica.

Sin embargo, recién el 23 de octubre se realizará la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Sin negar el enorme impacto político que tuvieron los comicios del 14 de agosto, es necesario recordar que en ellos no se eligió nada; sólo se habilitó a presentarse en las elecciones generales a los candidatos que superaron cierto piso electoral.

Tal fue el caso de Jorge Altamira que, merced a una ingeniosa campaña en redes sociales, impulsada por algunos periodistas, y la existencia de un margen de voto frívolo, logró obtener muchos más sufragios que los que corresponden a las preferencias que su partido despierta en la sociedad.

Faltan dos meses para tales elecciones. En la dinámica política de la Argentina y más aún en el presente con el marco de un mundo convulsionado, en dos meses pueden suceder muchos episodios que incidan sobre el escenario electoral.

¿Qué debería hacer la oposición?

En primer lugar, abandonar ese espíritu derrotista. Quien no espera vencer, ya está vencido. El 14 de agosto se sacó una foto. El 23 de octubre esa postal puede ser distinta. Mejor dicho, será necesariamente distinta, aún cuando no suceda nada especial en el medio.

En segundo lugar, la oposición debería acordar que sólo una de las fórmulas presidenciales siguiera efectivamente en carrera. Esto puede hacerse de dos modos: a) por la renuncia de las demás; b) porque, pese a que formalmente nadie se "baje", se haga correr la voz de que es necesario apoyar al candidato X.

La opción a) es difícil de concretar, porque los candidatos a legisladores y otros cargos electivos de los partidos cuyos candidatos presidenciales se "bajen", quedarían sin la cobertura de una fórmula presidencial, que en la lista sábana horizontal suele traccionar a las demás candidaturas. No obstante, si la propia gente al margen de los partidos, decide encauzar su voto en solo uno de los candidatos, el efecto será que los candidatos a legisladores de los demás partidos también serán castigados.

Idealmente, entonces, debería apoyarse a una y sólo una de las fórmulas presidenciales, y los partidos no favorecidos por esta opción deberían hacer una fuerte campaña por el corte de boleta en favor de sus otros candidatos.

Todo esto, claro, es más fácil de postular que de hacer, porque la misma desconfianza recíproca que impidió que hubiera uno o a lo sumo dos frentes opositores conspira contra ese objetivo.

Pero la necesidad tiene cara de hereje. Acaso el peligro de hacer una pésima elección y de dar paso a un gobierno hegemónico que agudice rápidamente sus tendencias "bolivarianas" obre como un poderoso disuasivo.

Un problema adicional lo plantea el hecho de que quien aparece, pese a haber salido cuarto, como quien más podría crecer el 23 de octubre, es Hermes Binner, quien, en rigor, no jugó seriamente a ganar esta elección sino a consolidarse con vistas al 2015. Las declaraciones de algunos dirigentes de este sector durante los últimos días apuntan a la preservación de cierta supuesta pureza ideológica. Y ya se sabe que los puros tienen escasa flexibilidad para los acuerdos. Además, el socialismo fue de los opositores más complacientes con el kirchnerismo, al que le votaron algunas leyes muy importantes, por caso este mamarracho de ley electoral.

Pero no son momentos para andar pidiendo análisis de sangre. O lo hacen los partidos o debe hacerlo la sociedad: hay que conformar en los hechos una gran coalición opositora para el 23 de octubre, alrededor de quien aparezca mejor ubicado.

Para eso, antes que nada hay que tener garra y voluntad de ganar, pese a todas las adversidades.

No les vendría mal a nuestros políticos recordar los versos de Almafuerte: “No te des por vencido, ni aún vencido; no te sientas esclavo, ni aún esclavo”.


Abogado y periodista
jrenriquez2000@gmail.com
Twitter: @enriquezjorge

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