(fragmento de la nota)
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Los ocupas son los nuevos e imprevistos decisores de la interna del PJ y, en alguna medida, hasta de la reformulación del escenario electoral. El desarrollo de la guerra social de baja intensidad que está en pleno curso muestra características propias. Las olas de usurpaciones son foquistas, no se diseminan por una amplia geografía sino que, al menos por ahora, se concentran en determinados puntos, como el Club Albariños de Lugano. Pero, de hecho, la política peronista gira ahora en torno a la prevención de este fenómeno. Es que, a diferencia del resto de los partidos políticos, el peronismo no asienta su poder en conducir una estructura de afiliados sino en ejercer el control social. La gran demostración de poder de Carlos Menem en el 89 fue calmar la enorme agitación social que precedió a su llegada al poder. Eduardo Duhalde consiguió algo parecido en el 2002 sacando a la gente de la calle, luego de la eclosión del 2001. Para un gobierno que se dice peronista la pérdida del control social y tener que recurrir a la represión son síntomas de agotamiento.
Si la crisis social llegara a desbordarse con saqueos masivos al estilo de los que sufriera Raúl Alfonsín en el 88, la necesidad de reprimir y el costo político de ello para un gobierno que abomina de usar la fuerza pública podría ser fatal para la candidatura de CFK. Pero el oficialismo tiene un muleto, porque Daniel Scioli está en perfectas condiciones de ser presidenciable, contando hoy con el visto bueno de la mayor parte de los gobernadores y de los intendentes del conurbano.
El problema es que Scioli gobierna la caldera del diablo. Un estallido de magnitud podría debilitar a un hombre que hasta ahora es incombustible. Si la crisis llega a un punto tan grave, el huracán social podría abrir la caja de Pandora. Con el kirchnerismo en desbandada, no sería impensable que Eduardo Duhalde vuelva a convertirse en el vocero de una liga de gobernadores que intentaría evitar que la UCR se instale en la Casa Rosada.
Estamos repasando una escala de hipótesis que hoy por hoy son meras conjeturas, pero que tienen el suficiente peso como para formar parte de los cálculos de la dirigencia.
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