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Escribiendo con una mano y un dedo - por Eduardo Juan Salleras


Chi po non vo…
Por Eduardo Juan Salleras, 6 de mayo de 2014.-
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente
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Volvía de un potrero, luego de haber cambiado la batería del boyero, y al pretender bajarla del tractor se me resbala y cae.
Para que no golpee con el enganche del vehículo pongo la mano de amortiguador.
Y funcionó bien, a la batería no le pasó nada, pero a mis dedos sí. Dos de ellos, anular y mayor quedaron destrozados, con ambas uñas negras y los otros, dormidos.

¡Cómo duele golpearse los dedos!
Fue todo producto del enojo que llevo conmigo desde hace un tiempo.
Este ánimo me produce una cierta torpeza para todo, además de impedirme disfrutar la vida.

No es fácil escribir así pero, siendo martes, no puedo dilatar la cosa: ¡hay que hacerlo como sea!
Aquí estoy, frente al teclado, aún doliéndome mucho estás dos falanges moradas.
La izquierda normal, pero con la derecha parezco un pájaro picoteando su comida.
Debo tener pensamientos cortos… tac, tac, tac, y descansar para evitar que me vuelva el dolor, o mejor dicho, que no se acentúe.

Es increíble que en este tiempo haya tantos mosquitos, encima de los inconvenientes que se suman todos los días, animales que rompen los boyeros y se salen, luego se mezclan… y quién debe ocuparse no se ocupa… o a veces es mejor que no lo haga porque lo hace mal… corriendo uno de aquí para allá para juntarlos, para apartarlos, todo a pie; urgente a acomodar los hilos y electrificarlos antes que se den cuenta y lo vuelvan a cortar.

Listo, los encerré en la aguada.
Ahora tranquilo, acomodo todo.

Tranquilo es una forma de decir, porque los mosquitos no me dejan en paz. ¿Qué hacen en mayo tantos?
Para sobrellevarlos hay que arroparse bien, con capucha y repelente en la cara y en las manos, por si acaso no abrir la boca para no tragarse uno. Revoloteando alrededor, curiosos pretendiendo ver bien de cerca lo que hago… me volvieron loco.

Descanso un poco… me duele el dedo anular.

Ese trabajo no debería hacerlo yo, pero cuando les dije traigan aquel novillo que quedó caprichoso entre los terneros de la guachera, me dijeron que no se podía llevar, porque era muy malo y saltaría los alambres, rompiendo todo. - Entonces lo mato, le dije. Dígame, ¿qué hago le pego un tiro?

Fui entonces a ocuparme yo, y con mi mujer, tranquilos, despacio, invitamos a la bestia a salir del corral de los terneros y como quien quiere la cosa lo llevamos, suavemente, hablándolo, como contándole un cuento… recorriendo unos 1000 metros se juntó con sus camaradas. Babeaba un poco debido al estrés por los gritos e intentos violentos de obligarlo de aquellos que no querían.
Y ahí quedó.

Descanso otro poco porque me duele.

¿Cuál es la cuestión?
¿No poder o no querer?
¿Qué es más grave?

Debo reconocer que a pesar de todo lo que critico a mi estado de ánimo, de calentura permanente, yo siempre quiero y puedo, y eso es positivo. Sin mirar a los costados, agacho la cabeza y encaro. Si hay que empujar, empujo, hasta llevar el carro a su lugar, no importa lo que pese, ni si sus ruedas chillan de viejas.

El gran tema es: querer o no querer… poder o no poder.
Yo veo que ya no interesa el hacer las cosas bien, como corresponde y mucho menos hacer más, si se puede hacer menos y mal, aunque lleve el mismo tiempo y esfuerzo.

Descanso, ¡cómo duele, me palpitan los dedos! Y retomo…

La pregunta clave es esa: se quiere o no se quiere, se puede o es imposible.

¿El gobierno pretende resolver el problema de la inseguridad? ¿O rehúsa a hacerlo?
¿Aprecia el orden o le molesta?
La misma pregunta la podemos hacer en función del narcotráfico, de la proliferación de las villas de emergencia, de los excluidos sociales e intelectuales, de la paz institucional...

Se ha jugado tanto con la anarquía que hoy tal vez aunque se quiera no se pueda.
En la medida que los problemas no ocasionen un efecto político, dicen: déjenlo ahí, no incomoda. Pero, si los causa, en principio lo maquillarían y si aún así nota, habrá que resolverlo.

Mis dedos mochos están muy atentos a no caer por descuido sobre una tecla, si pasa, debería hacer sonar con letras, mi dolor: ¡Ay!

A veces, uno es medio bruto para hacer las cosas y todavía más si le sumamos enojos al momento de llevarlas a cabo. Es por ello que pasa lo que pasa, como destrozar mis dedos con una batería de boyero, en caída libre sobre mí mano y por detrás el pesado hierro del enganche del tractor.

Pasaré quizás otra noche incómoda, entre el dolor de mis dedos y la cuestión que recorre mi mente sin resolver: “si no se quiere o no se puede”, cuando poder es tener los atributos para alcanzar los objetivos perseguidos y querer es el ánimo que uno le pone para lograrlo.

Si no se quiere no se hace, aunque se pueda.
Los argentinos ¿no queremos o no podemos?

Chi po non vo Quien puede no quiere
Chi vo non po Quien quiere no puede
Chi sa non fa Quien sabe no hace
Chi fa non sa Quien hace no sabe
E cosi il mondo mal va Y así el mundo mal va

Y así la Argentina mal va…
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**Visita: http://salasdevideoconferenciasolgaydaniel.blogspot.com.ar/
http://bohemiaylibre.blogspot.com

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