Después de haber vivido varios años en Buenos Aires, supo escribir el francés Barthélemy de Massiac al rey Luis XIV para aconsejarle que observara el futuro de estas tierras de gran riqueza potencial, señalando en ese escrito que el poder español entorpecía el desarrollo de la región por sus impuestos y sus elevados controles, todo lo cual producía una inevitable corrupción en las costumbres. “Este país se poblaría si la ciudad de Buenos Aires tuviera el comercio libre, y sería el más rico de todas las Indias y el más lindo del mundo si estuviera habitado por gente honesta”.
Otra opinión para tener en cuenta, es la del entonces militar británico Alexander Gillespie, quien fue hecho prisionero en la primera invasión Inglesa debiendo por tal razón permanecer por largo tiempo en Buenos Aires. En su libro publicado en Londres en 1818 titulado “Buenos Aires y el interior” dice textualmente “No obstante la riqueza natural, hay pocas regiones donde se vea más mendicidad. La abundancia de alimentos impide morirse de hambre, pero la pobreza aparece siempre. Los recursos pecuniarios de la clase media son agotados por las supersticiones de la Iglesia o para mantener a los sectores más viles e indignos. Además los habitantes sufren requisiciones repentinas y arbitrarias por parte del gobierno cuando está vacío el tesoro público”.
Cualquier parecido con nuestra situación actual, es solo una extraña coincidencia.
Por eso afirmo que nos están haciendo falta coincidencias básicas entre muchas cabezas pensantes y activas, para poder llevar adelante una transformación seria y real.
Para ello, supongamos que en las próximas elecciones elegimos ciudadanos con verdadera vocación pública que convoquen por propio prestigio el apoyo del pueblo.
Supongamos que esos argentinos de profundo sentimiento cívico pueden llevar a la práctica exitosamente el principio que dice que el Gobierno es la suma de tres Poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) que operan con independencia pero que de la acción conjunta surge la conducción del Estado.
Supongamos que el pueblo ayuda al Ejecutivo a ser prudente, sin exigirle más de lo que puede darle.
Supongamos que todos nos propusiéramos olvidar agravios y viejas heridas, esforzándonos para no confundir rencor con justicia.
Supongamos, solo por un momento, que nuestros docentes educan a nuestros jóvenes a respetar las ideas de los otros mientras generan las propias, y que los padres de esos jóvenes les enseñan a venerar a sus abuelos que dejaron en el camino lo que ellos comienzan a buscar.
Supongamos que los conductores de los distintos partidos políticos admiten que deben eliminar las listas sábanas e impulsar el tratamiento de una reforma del sistema electoral junto a la eliminación de numerosos privilegios de la clase política.
Supongamos, solo por un momento, que los gobernadores de las distintas provincias deciden encarar una drástica reducción en todos sus gastos burocráticos y propusieran medidas con audacia, tales como suprimir las cámaras de senadores provinciales (en aquellas provincias en las que el Poder Legislativo fuera bicameral), redujeran las dietas y gastos legislativos y terminaran con el clientelismo político.
Supongamos, solo por un momento, que los intendentes municipales obran con la misma audacia que los gobernadores y redujeran sensiblemente el gasto público y la corrupción actual.
Supongamos que el Poder Ejecutivo actual admitiera su error en el hecho de haber dejado sin efecto los indultos decretados por el entonces presidente Menem y las leyes de obediencia debida y punto final del Dr. Alfonsín…, Aunque de arranque le parezca una utopía, no hay que ser un gran economista para advertir que la Argentina produciría un shock de confianza, capaz de atraer las inversiones que tanto necesitamos para volver a recrear un ciclo de elevado crecimiento...
Con liderazgo y opinión pública a favor, aún se puede transformar una crisis en otra gran oportunidad. De todos depende que lo podamos realizar...
HUGO CÉSAR RENES (políticamente candidato a nada)
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