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PRETENDIERON ENSEÑARLE A PERÓN A SER PERONISTA

Por Eduardo Juan Salleras 30/03/2011.-


Me encontré en un bar típico, de una esquina de Buenos Aires. Como quedado en el tiempo, de paredes forradas con machihembre oscuro, algunos espejos y estantes que bordeaban el salón, alto, con viejas botellas de bebidas alcohólicas, todo un muestrario de una época, un verdadero museo del “chupi”.
Una barra de madera también oscura y en uno de sus extremos una antigua máquina Express, esos enormes alambiques cromados que aromatizaban el ambiente a cada pocillo.
Apoyado en el mostrador el dueño, un hombre mayor, mas bien bajo, algo cabezón y pelado, seguramente de nombre: Don Manolo, el que pretendía no perderse nada a su alrededor, en especial, los diálogos, en particular, los de aquel grupo al medio.
El café tenía, o tiene, mesas de madera cuadradas, de 70 por 70 centímetros, con sus sillas, medias “fané”, también de madera oscura. En aquella al centro, dentro de su cuadratura, un hexágono de seis tasas, y fuera de ella, otro con hombres sentados a unos 50 centímetros de distancia, a solo agacharse un poco y estirar el brazo, alcanzar la tacita del cortado mañanero.
Y hablaban de todo, discutían pero también se reían, alguna tomada de pelo…me los imaginaba un lunes, hablando de fútbol…si fue penal u “orsay”.
Yo, sentado junto a una ventana, mirando de a ratos hacia afuera, la gente caminando por la vereda: con caras largas, preocupadas, tristes…alguna que otra sonriente, pero en línea general, los argentinos, desde hace ya un buen tiempo, no tenemos buen semblante; y por momentos, atendiendo a ese grupo pintoresco de parroquianos porteños.
De reojo intente grabar en mi retina sus apariencias, de todas formas poco tenía para hacer, haciendo tiempo, un buen rato.
Uno de estos concurrentes formales al bar, el más joven, esperó el momento propicio para meter un bocadillo de tipo político, en referencia a las próximas elecciones. Tal vez, midiendo la serenidad del momento.
- Yo no se que sentido tienen las próximas elecciones, son cantadas, ganaremos los peronistas. Lo dijo mirando fijo y sonriente al que estaba en diagonal al otro lado de la pequeña mesa, buscando quizás complicidad o confrontación. Éste, callado, y con gesto de “a qué viene esto”, mantuvo sus ojos clavados en el orador.
Pero, despertando de esos segundos de shock, le preguntó: - ¿A qué peronismo te referís?
- Mira - le respondió - hoy hay un solo peronismo, lo demás es residual, son los que se cayeron del carro, del nuevo carro. El kirchnerismo es el neoperonismo, es la nueva versión del justicialismo… ¡Hay si viviera Perón, estaría feliz!
Fue como picanearlo en la ingle al que preguntó, y en un tono subido se despachó:
- ¿Sabes a quién representan UDS? – el otro mudo le dio la derecha para que siga con su locución – a los que quisieron llevarse puesto a Perón en Ezeiza, a aquellos que él mismo echó de la plaza ese 1º de mayo y a quienes “El General” dijo que había que aniquilarlos. Esos que asesinaron a Rucci, a Alonso y a Vandor, y pusieron en velo a toda la sociedad argentina con crímenes, secuestros, extorsiones…
Yo enseguida me levanté y corrí a una mesa distante unos tres metros a manotear un servilletero, mientras simulaba limpiarme la boca, saqué la birome y me puse a anotar porque se estaba poniendo lindo.
- ¡Epa!, ¡epa!…me parece que te estas yendo a la mismísima…dijo otro de los participantes… además UDS no eran ningunos angelitos, no nos olvidemos de la triple A, porque en definitiva es lo que acuñan los peronistas: violencia.
- Vos no te hagas el santo – lo cortó el exaltado – porque el alfonsinismo, especialmente la coordinadora, tenía relaciones estrechas con estos delincuentes, y alguno que otro también frecuentó por ahí.
- ¿De dónde sacaste todo eso? Preguntó el radical.
- ¿No leyeron “El Escarmiento” de “Tata” (Juan Bautista) Yoffre?
- A bueno - acotó el kirchnerista en tono jocoso - que bien informado que estas, es una fuente muy importante…
- ¿Acaso alguien salió a desmentirlo? Además es un libro a base de documentación y es casualmente por eso que tienen que callarse la boca y hacerse los distraídos – se interpuso el enojado peronista de la primera hora – además UDS festejan a Cámpora y este fue para Perón como Judas para Jesucristo, un traidor. Yo viví esa época maldita…maldita como empezó y maldita como terminó.
El cuarto en abrir la boca vio la oportunidad de meter su bocadillo y en un tono distendido, como sobrando dijo: - Al final no eran ningunos corderitos y buen chiquero hicieron, al punto que no lo supieron manejar, fue entonces que corrieron a las Fuerzas Armadas, desesperados a pedir que intervengan, para después meterlos a todos en cana como si hubieran sido los únicos culpables…
- Para fascista – intervino así el quinto – lo que faltaba, que pretendas justificar a los militares…
- No intento eso, pero sí, dejar bien en claro, que ellos fueron consecuencia de. No nos olvidemos que los que después miraron para otro lado, fueron los mismos que firmaron la orden de aniquilar, miembros de un gobierno democrático, para después rasgarse las vestiduras…Además, no hay nadie más fascista que un zurdo, si no pregúntale a Lenín, quien fue un gran admirador de Mussolini.
Entre vozarrones cruzados, subidos de tono, Don Manolo les decía que se calmen que estaban molestando a los otros. Yo pensaba para mí, que los deje, que me estoy haciendo un plato.
- Bueno, terminen con esto – sugirió el sexto en discordia – basta che hablemos de otra cosa, por otro lado…
- Y vos – le dijo el radical – ¿cuál es tu opinión al respecto?
- Yo quiero que se vayan todos…pero todos…- y se hizo un silencio – porque todos, todos, todos, hicieron de la Argentina este desastre que estamos viviendo hoy…todos peleados con todos, nos llenaron de violencia, somos una sociedad partida, enfrentada, dispersa… ¿quién puede tirar la primera piedra?
- ¡Si viviera tu padre! – acotó el viejo tradicionalista mirando al oficialista en fuerte tono – apenas habías nacido en los 70, cuando aquellos quisieron enseñarle a Perón a ser peronista.
- Basta, basta – ordenó Don Manolo y se hizo la calma.
Pagué mi café, ya era hora de irme. Se me había pasado volando y entretenido.
Guardé el toco de servilletas en el bolsillo y me fui pensando en que todos tenían algo de razón, pero todos habían borrado de la memoria gran parte de la verdad: como que de eso no se habla, como el pecador que huye de sus pecados sin confesarlos, sin arrepentirse.
Y así vivimos, la campana suena solamente cuando se menea hacia la izquierda.

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