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NUNCA SE PUEDE, SI NO SE QUIERE - por Eduardo Juan Salleras


(En la fotografía, el Padre Pepe).

¿Y, el progresismo?

NUNCA SE PUEDE, SINO SE QUIERE
Por Eduardo Juan Salleras, 4 de julio de 2015.-

Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente

Quedé verdaderamente impactado por una nota que leí en la página de Clarín.com, realizada al Padre Pepe de Madagascar, un posible Premio Nobel de la paz, y vaya la curiosidad, es argentino.

El Padre Pedro Opeka, de ascendencia eslovena, futbolero, dejó la Argentina para radicarse en Madagascar, cautivado por la obra a realizar en aquel lejano lugar, en pos de resolver el asunto de la pobreza. Y así lo hizo.

Búsquenlo en Clarín.com y vean a un compatriota resolviendo lo que aquí, no se quiere resolver.

De eso se trata.

Comparto plenamente con él, que los políticos reciben el poder de manos del pueblo, para servir al pueblo… no hay nada más honorable, más lindo, que servir a la gente que nos eligió, haciéndonos uno de ellos para ayudar a la obra de superarse. Esperan de sus dirigentes.

También critica los subsidios a la pobreza a cambio de nada, quedando los pobres como rehenes de aquellos a los que le dieron el poder de gobernar, esclavos de sus dádivas, a cambio del voto.

En la década del 90 existían los conocidos planes Trabajar. En ellos había que laburar, excepto casos que iban más allá del plan en sí, efectos de la corrupción, algunos dirigentes o punteros políticos, los usaban indiscriminadamente para comprar adictos y voluntades pero, no era la regla.

Había que presentar un proyecto y cumplir con sus objetivos. Además, la entidad que recibía el beneficio del plan, presentaba en contraparte una inversión en relación a los fondos recibidos (los salarios que cobraban los inscriptos) ya sea en maquinaria, herramientas, materiales, etc.

Por lo tanto, los beneficiarios del plan debían concurrir sí o sí, sino eran dados de baja, para ser reemplazados por otros aspirantes, necesitados también de ese privilegio.

La gente cobraba U$S 200.- mensuales por 6 horas de trabajo, o sea, unos $ 2.600.- actuales pero con inflación “0” y un costo de vida muy inferior al de estos tiempos.

Tuve una buena experiencia en hacer esos proyectos y en ejecutarlos, como así también, relacionarme directamente con sus beneficiarios, conociendo de esta forma cuales fueron los atributos del sistema, los que considero importantes para aquel entonces. Claro, una familia tipo de mi pueblo, gastaba para vivir entre 80 y 120 dólares o pesos. Por lo tanto, les sobraban para ciertos gustos entre 120 y 80 pesos o dólares.

¿Era la solución? No, claro que no, porque incluso tenía mucho para mejorar.

Fue así, que durante el gobierno de De la Rúa, me consultaron sobre el tema. Presenté entonces una carpeta al respecto, sin tener ninguna repuesta, siguiendo todo igual.

En ese proyecto hablaba de hacer un nuevo plan Trabajar pero, al servicio de la producción, en lo que la contraparte ofrecía solamente un adicional por este servicio de $ 150.- más para el beneficiario, sin costos sociales (estos quedaban a cargo del Estado) y sin compromiso de relación laboral, o sea, finalizado el tiempo del plan (nunca más de 6 meses), perdía la empresa ese beneficio, pudiendo pedir una extensión (otro semestre), siempre y cuando efectivizara un cierto porcentaje de los beneficiarios (Esto era para grandes empresas, para Pymes, distinto).

Bajo la premisa, “¿quién no necesita una persona más para trabajar en el campo?”, refiriéndose a la actividad rural específicamente; pero, nadie quiere cargarse de problemas laborales, costos sociales, y más aún, de conflictos judiciales. ¿Qué empresa no tiene un lugar para un trabajador más? De esta forma, los U$S 200.- se transformaban en U$S 350.- los que a valores de hoy y con una inflación “0” y gastos para vivir más bajos, serían $ 4.500.- suma nada despreciable para los que no tienen nada.

Había unas cuantas cosas más, retoques para un lado y para el otro, en busca de resolver la pobreza con trabajo, con capacitación, con sacrificio, con dignidad. De esta forma, el favorecido era dueño absoluto de su esfuerzo y de su destino.

Desde ya, en este tiempo los números deberían ser totalmente diferentes, porque la inflación es altísima y el costo de vida está totalmente desmadrado, aunque, en la década del 90 la soja rondaba los U$S 120.- y hoy U$S 350.- más o menos, esto quiere decir, que el Estado ahora está en mejores condiciones de resolver la pobreza que en aquellos gobiernos. Hay que tener en cuenta que ese plan Trabajar era financiado por el Banco Mundial.

La cuestión pasa ahora por otro lado. El gobierno, por intermedio del Estado, al que todos aportamos y pertenecemos, subsidia sí a la pobreza, a cambio solamente del voto, extorsionando al necesitado, sin exigirle trabajo ni sacrificio… tampoco honorabilidad, porque es lo que menos quiere de ellos, y así crear una dependencia del poder político. Esa ayuda es miserable e indigna desde lo material y social. Esos grupos compuestos de hombres y mujeres, lejos de ser ciudadanos, son rehenes de su condición y lo serán de por vida, excepto que logren ser dueños de lo que reciben por empeño, por mérito, por derecho, por esfuerzo, por trabajo… por hacer algo por sí mismos y por sus familias.

En la actualidad, la gente teme perder esa dádiva, es muy poco pero es lo que tienen. Entonces, si aparece un trabajo, no quieren que los efectivicen para no desaprovechar esas monedas, por las que, al fin y al cabo, no deben hacer nada. Eso, atenta contra el empleo genuino, manteniendo el clientelismo político a su máxima potencia.

En un país exportador de alimentos, ¿cómo puede haber desnutrición? Teniendo al Dr. Abel Albino, una eminencia en el tema, fundador de la ONG CONIN para resolver la desnutrición infantil, existiendo el Banco de Alimentos y cientos de entidades ocupadas directa o indirectamente del problema, como parroquias, fundaciones, etc. Sin embargo el poder político ignora el problema, lo niega, lo esconde, lo barre debajo de la alfombra, desde el intendente hasta la presidente, “aquí no pasa nada”.

¿Acaso aquellos planes Trabajar de la década del 90 más un proyecto nacional de nutrición para todos, no alcanzarían para desterrar el hambre y la pobreza?

¿Cuántos hoteles, cuántas empresas constructoras y de servicios, cuántos casinos, cuántos edificios de Puerto Madero, cuántos viajes inútiles en avión o en helicóptero, cuánto fútbol para todos, cuántos cargos burocráticos para los obsecuentes, cuánta propaganda al divino botón para candidatos que luego desertaron, cuántas pérdidas por día de nuestra aerolínea de bandera… cuánta desidia sin resolver lo básico, lo mínimo, que merece un ser humano?

Más allá de las palabras-slogans, como equidad, igualitario o inclusión - con ellas algunos resolvieron sus caprichos - lo esencial, lo irrenunciable, lo mortal, sigue quedando para el que viene, si al que le toca es otro, porque número más, número menos, las cifras de la pobreza, la indigencia y la desnutrición son un escándalo para un país rico como el nuestro pero cuya riqueza es alcanzada únicamente por los vivos, los pícaros y los sin consciencia.

Al tiempo que se desconoce el problema, pretenden alargar esa agonía con otro mandato.

El Padre Pepe de Madagascar, dijo: - “yo no sé mentir ni sé robar, porque jamás he sentido a mi padre mentir ni lo he visto robar. El me enseñó a decir siempre la verdad y a ser honesto”. En la Argentina de hoy hay padres que mandan a sus hijos a robar aprovechando su inimputabilidad, y esos chicos ven como sus padres y abuelos se quedan en sus casas sin hacer nada, esperando el subsidio del Estado

¡Padre Pedro Opeka, qué presidente sería! Es argentino, candidato al Premio Nobel de la paz.

EJS


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