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LA BICHERA DE LA SOCIEDAD - por Eduardo Juan Salleras


Estos tiempos
LA BICHERA DE LA SOCIEDAD
Por Eduardo Juan Salleras, 21 de abril de 2015.-
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente


Estos tiempos…
Año político, ¡cuánto ruina le produjo la política a la sociedad!

Ella es la responsable de la inseguridad, del narcotráfico, de la violencia, de la inflación, de la pobreza mirada desde el hambre y desde la miseria humana relacionada con la droga, la prostitución y sus consecuencias.

El Estado es el culpable de haber llegado a este punto, del que no vemos claro el retorno.

Podemos resumirlo todo en una palabra: corrupción…
… fermenta en las fuerzas de seguridad, en la justicia y en la política, llevando a la perversión la sociedad.

Y pensar que nos vendieron desde las arengas demagógicas esto por libertad, por democracia y por progresismo… ¡Qué manera de progresar!

No escuché a nadie de la oposición hablar seriamente de cómo descabezar desde el Estado hacia abajo, la lacra que nos llevó a transformarnos en una comunidad perversa, comenzando allá en los años 90 hasta hoy.

Asusta ver los noticieros.
Asusta ver cómo se tapan crímenes institucionales, ya sea con mentiras o con olvido.
Asusta ver cuáles son las alternativas al modelo que sumergió al país en la más grande decadencia de todos los tiempos.

No se escucha a nadie todavía, hablar en serio del futuro de la Nación.

Será otra vez… y van… Un año que deberá “soportar” una contienda electoral en la que el ciudadano votará, como siempre, en contra de, ya sea desde la oposición como del oficialismo.

Estos tiempos…
Y uno trata de escaparse de lo cotidiano, buscando cualquier cosa que distraiga, que nos transporte a otro ambiente y si es novelesco mejor.

Entonces, me puse a ordenar mis libros, descubriendo que, producto de la distracción a la que me lleva la realidad, hacía mucho que no leía y que tenía una enorme bibliografía rezagada aguardando mi atención.
Además, estoy por incorporar una importante cantidad de volúmenes, que incluso, no tengo lugar donde ubicarlos, de alguna manera tendré que hacerlo.
Para colmo de males, soy muy lento para leer. Me distraigo, no solamente con lo externo a la lectura, sino también, con la misma, volando mi imaginación dentro de la historia que estoy leyendo.

Tengo algunos libros que son verdaderas obras maestras de grandes pensadores, entre los cuales están Alberdi, Echeverría y Sarmiento. Pero, se me hace muy difícil leerlos… comparo, ¡cómo llegamos de tanta lucidez a tanta locura!

Es así, que en estas jornadas de otoño, cuando la oscuridad le va ganando de a poquito a las horas y uno debe adentrarse más temprano, ampliando la vida hogareña, ocupándose de aquellas cosas que esperan sin premura su tiempo… apareció la biblioteca entre las tareas demoradas, buscando un libro de José Ingenieros - ¡qué profeta! – que me recomendó una amiga. “El Hombre Mediocre” es su obra más conocida y pinta de cuerpo entero al argentino de estos tiempos. Este es el que leí y tengo otro que se llama: “Simulación de la Locura”.

Si bien están bastante ordenados los libros, en este preciso momento vivo un cierto desarreglo literario. De una novela que comencé a escribir en el verano junto con un libro de cuentos, a un capítulo de un libro sobre la vida de un prócer religioso, pasando por la falta de internet y el postergar mis notas semanales en distintos medios, hasta esta agresión psicológica que vivo todos los días con la realidad, es difícil acomodar desde adentro tantos pensamientos. Aunque, en líneas generales, disfruto lo que me toca y es tal vez mi sugerencia: no desaprovechar los momentos, más si son cortos, de beneplácito y de armonía.

Ayer por la tarde, por ejemplo, curábamos con mi mujer, a una potranca que se lastimó una pata en el verano con un alambre, y como era de esperar, también se embichó. Gracias a la atención que se le dio, hoy está muy bien. De vérsele el hueso a estar totalmente cerrada la herida y casi desinflamada por completo. Claro, hoy la llamamos: “¡Chiquita!” y viene al galope, sin renguear en absoluto, a buscar su dosis de maíz, pero cuando ve el “curabichera” cicatrizante en la mano, comienza a mañerear, pero viene. Se queja hasta que se da cuenta que es necesario el remedio, que incluso le hace sentir alivio, porque al principio patalea – debo colocarlo con cuidado para que no me patee – y luego, se deja mansa curar, terminando como corresponde su sanación.

Es parte de la familia animal que tenemos y que debemos atender.

La sociedad argentina, después de años de gobiernos de facto, luego suelta de riendas, se lanzó a correr, sin mirar alambres… y se los llevó puestos todos.
No sólo quedó así lastimada, sino que la empezó a atacar por adentro de las instituciones democráticas, como a una “bichera”, los gusanos de la corrupción.

Al principio creyó que no correspondía a su competencia, que eran cuestiones de poder, pero, de a poco, se fue metiendo en la crónica de cada uno, atacando la vida particular de los ciudadanos. Un robo, un asesinato, un hijo perdido por la droga… el terror a la violencia generalizada. Los ciudadanos miran con temor a los componentes del Estado, llámese justicia, seguridad o política… todos consideramos que ya no son confiables.

La Argentina, además, ha perdido territorio, renunció sin nada a la soberanía, entregando villas a peruanos, paraguayos… estamos invadidos, conviviendo con narcos extranjeros en los barrios cerrados más lujosos donde despliegan toda su exagerada opulencia económica.

Nadie propone un remedio y la sociedad correr lastimada, embichada, mal herida y sin que alguien intente curarla. Desde ya que al principio va a patear y es un riesgo, para ello hay que elegir bien quién debe sanarla.

Hoy la potranca está tan agradecida, confía en nosotros y a pesar de algunos intentos ariscos, no duda en acercarse, es por su bien.

Alguien deberá cambiar esto urgente, no creo que sean los que están porque así se sienten a sus anchas. No han intentado en doce años controlar la infección, todo lo contrario, dejó que la corrupción, se transforme en la “bichera” de la República.

Hay quien sacrifica un caballo lastimado como lo estaba mi potranca. 
Nosotros decidimos curarla.

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