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LAS DUDAS DE LA SEÑORA - Por Eduardo Juan Salleras 11/05/2011

Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente
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Me suele ocurrir, encontrarme con alguien, el que me saluda afectuosamente, y no tener la menor idea quien es.
Menos grave y más frecuente me pasa, que sí lo ubico pero no sé cómo se llama ni de dónde lo conozco.
Hay veces que cuando uno ve a una persona fuera de su contexto le pierde la huella.

Días pasados, siguiendo aquel interminable trámite, aproveche para ir a ese bar de la esquina, en el que aquellos 6 parroquianos discutían fervorosamente de política, un par de semanas atrás. Pensé, ojalá los encuentre, para distraerme un poco la casi hora que debía esperar para completar mi diligencia.

Pero no. El viejo café estaba semivacío, eso sí, había diarios en sus mesas para que los clientes los hojeen. Fue ahí que descubrí que no tenía los anteojos. Me quería morir porque de cerca no veo nada: se llama presbicia, con la que uno puede ir calculando los años después de los 40, solamente midiendo cuánto uno debe alejar el reloj y la muñeca para poder distinguir la hora.

A veces ensayo, a modo de ejercicio, acercando y alejando la hoja que quiero leer, para que mis ojos enfoquen. Y eso hice con el diario deportivo que toco en suerte a mi mesa. Los títulos bien, pero la letra chica, un sufrimiento.

Dejé la lectura y me puse a mirar por la ventana, cuando un tipo, en la vereda de enfrente, que esperaba la luz para cruzar, me hacía señas, mejor dicho, ampulosamente saludaba. Le saqué la vista haciéndome el distraído, como que no lo veía.

Pero al fin el muñequito verde del semáforo se encendió y éste cruzó rápido, entró al café y vino derecho a mi mesa.

- ¡Qué haces hermano! ¿cómo te va?

Lo miré sorprendido aceptando el abrazo y pensando: yo a este lo conozco pero no tengo la menor idea quién es. Era de tez parda y pelo oscuro, entonces reaccioné y le dije - ¿qué haces negro tanto tiempo?

Me parece que con el apodo zafé, y lo invité a sentarse. - ¿quieres un café? Y aceptó. Enseguida se largó a hablar y a recordar. A lo que yo sonriente asentía sin tener la menor idea.

Le pregunté en qué andaba hoy y me contestó: yo siempre en política (debí haberlo sospechado, al menos por la indumentaria, las cadenitas, el reloj, el celular, etc.).

- Soy oficialista – me dijo a tono de secreto – vos sabes que en esto hay que reciclarse…

- ¡Ajá! - Respondí yo, siguiendo - ¿estarás contento porque parece que seguirá la fiesta? No porque el oficialismo vaya a ganar, sino porque la oposición, si sigue así, va a perder. Es como si la sociedad dijera, de un paso adelante quién quiere gobernar el país, y todos menos la señora dan un paso para atrás. Pero la figura de nuestra presidente no es de carne y hueso, sino una figura de cartón tamaño natural…

- ¿Por qué dices eso? – me cortó – He leído algunos de tus artículos, no estoy de acuerdo pero me gustan, ¿vos crees que la compañera es de cartón?

- No, yo digo así porque todavía no dijo que sí a su candidatura.

- Te voy a contar algo, pero no me nombres (difícilmente lo haga porque no tenía la menor idea como se llamaba), la compañera tiene sus razones para dudar…

Justo en ese momento llegó su café y mientras se lo servía aproveché para pedirle una tarjeta. Excusándose por no habérmela dado antes, sacó su tarjetero y me la entregó. Le clavé la vista para intentar saber quién era, aunque sólo pude visualizar un borrón.

- Te decía – continúa mi desconocido amigo – hay varias razones que la llevan a dudar y ninguna es livianita. Primero: no está bien de salud, no es que esté enferma, está agotada y le está cayendo la ficha, sintiéndose no sola desde lo personal sino también desde lo político. A su vez el entorno íntimo está preocupado por ella, la ven cansada, bajando incluso el tono de sus discursos. Es conocido que su hija no quiere que siga, pero además alguno de su amistad cree que es el momento ideal para dejar, en el de mejor imagen, en la cresta de la ola, después si quiere, que vuelva, total es joven aún. A ella, particularmente, le da pena dejar, así es el poder, pero no sabe si aguanta cuatro años más, por dos firma ya. Entonces se viene el segundo punto que es el político, ¿quién debe ser el vicepresidente o la vice? Si ella pudiera descansar un poco en su compañero de fórmula sería fantástico, pero el efecto Cobos la hace desconfiar de todos y mucho más de un sindicalista. El líder laboral está esperando ver que pieza mueve, no la quiere apurar, pero tiene que ser del sector gremial y más exacto, el sugerido por él. Ahí se viene el tercer punto, el económico – continúa mi misterioso amigo, que se nota estar en tema… (si yo pudiera leer la tarjeta, la que jugaba en mi mano para descubrir no sólo su nombre sino su cargo) – Si bien a ella le dicen que la inflación real es el costo de vida dividido la tasa de crecimiento…

- ¿De dónde sacaron eso?

- Bueno a ella le dicen eso, como le pueden decir que la inflación real son los goles totales de la fecha que se juega dividido los puntos que tiene Boca, del tal Gurú se puede esperar cualquier cosa…Pero la señora no come vidrios, además, algunos consejeros gratuitos, de onda, incluso del exterior, le marcan algunos puntos, aconsejándole en particular bajar la inflación después de las elecciones. Ella no está dispuesta a pagar ese costo político de admitir que la economía está recalentada, y se tienta con el hecho de dejar a otro esa misión, bajarle la temperatura. Incluso teme que si su vice es un gremialista, le hagan la cama, empujándola a renunciar a la más mínima medida antipopular… quedándose al fin con el gobierno.

Mi incognoscible compañero seguía despachándose…muy interesante.
¿Cuál será la alternativa?

Segunda Parte:
EN EL REINO DEL QUIZÁ, LO MÁS RIDÍCULO PUEDE PASAR

Che Negro – muy interesado lo corté preguntando – ¿y si no es la señora quién puede ser en el oficialismo?

- Ahí saltaría que nosotros estamos como la oposición, ni más ni menos, un bolsa de gatos de todas las razas.

- ¿Pero se habla de alguien?

- A mi entender hay solamente dos posibles candidatos: uno es Danielito y el otro es el salteño. No hay más. A uno lo apoyaría la CGT, no de muy buena gana y al otro, curiosamente, las 62 organizaciones, y si hubiera segunda vuelta, también el peronismo disidente. Porque éste es el menos oficialista.

- ¿Y el sector ultra lo ve bien a eso?

- No, tendrán que buscar un nombre, o poner su vice…quedan muy mal parados y preocupados.

- Si la señora dice que sí, ¿quién puede ser el acompañante de fórmula?

- Yo creo que como va a perder en la capital, y probablemente relegado al tercer puesto, invitará a su niño mimado a compartir fórmula…

- ¿Al más amado de los economistas? Por Dios, en el mundo de lo ridículo, nosotros seríamos la primera potencia mundial.

- Sabes que pasa, lo bancan tanto Hugo como Hebe, es lo más versátil…

- Es de goma y un verdadero caradura…

- No se te ocurra nombrarme, por favor te lo pido, mira que yo vivo de esto…incluso si algún día tienes algún problema llámame, ahí está también mi celular…

- ¿Y si gana la oposición?

- ¿Quién?

- No sé, cualquiera, ¿qué será de tu vida?

- Todos necesitan de un buen planeador estratégico…

Así me di cuenta de qué trabajaba mi amigo, del que todavía no podía recordar su nombre, ni de dónde lo conocía. Lo curioso es que él cada tanto me hacía algún comentario casi rayando lo personal mío, preguntándome, recordando…pero ¡pucha!, este tipo me conoce bastante bien… ¡qué burro que soy! Pensaba en mi interior. Entre comentario y comentario buscaba algún indicio para descubrir su identidad, y no. Como si tuviera puesta una máscara.

Yo no sé si a alguien le pasa lo mismo que a mí, y sufro como loco. Alguna vez digo: vos sabes, yo sé que te conozco, pero no me acuerdo de dónde… ¡fulanito de tal!... ¡Ah! Y sigo sin saber.

Tal vez sea, que en el subconsciente uno quiere huir de ciertos recuerdos, malos recuerdos, o al menos de esos que no valen la pena que ocupen lugar en el disco rígido del cerebro.

- Negro, ¿vos sabes algo especial que pueda pasar en julio? ¿Escuchaste algo?

- ¿Cómo qué?

- No sé, dicen así…

- Solamente se me ocurre que aparezca alguna candidatura inesperada o que se baje definitivamente una esperada.

- ¿No crees en ningún estallido social?

- No, de ninguna manera, todavía hay plata para frenar cualquier posibilidad… ¿De dónde sacaste eso?

- Dicen…vos sabes que el que se quema con leche…además con los líos que hay en este momento: inseguridad, corrupción, persecución a la prensa, masificación de todo… es como manipular dinamita con un cigarrillo en la boca… por mucho menos lo voltearon a…

- Por plata, ahora plata hay, es lo único que le interesa a la gente, la guita…después se puede venir el mundo abajo, nadie se corre…Ese también es el temor, que se acaben los fondos…

- Es que se van a acabar, están despilfarrando a cuenta de la fiesta de octubre…la inflación, la inseguridad, etc. ¿Cómo será el día después cuando lleguen las facturas?

Mi querido amigo, el Negro, se quedó meditando, haciendo gestos involuntarios con su cara, que delataban preocupación, más allá que él cree que de todas formas caerá parado, gane quien gane.

Nos ganó el silencio por un rato, ambos quedamos pensando, creo que en lo mismo… ¿quién podrá ser el tapado si lo hay para julio?

No sé si le hizo bien la catarsis, porque en realidad vino a eso, necesitaba desahogarse con alguien, especialmente fuera de su entorno, como escapando de él mismo, de ese mundo ficticio, mentiroso, que es la política.

Nos saludamos afectuosamente, yo me fui a terminar el trámite y él, vaya a saber, a que reunión. En el fondo me dio pena.

Mientras esperaba mi turno pensaba: si la señora es más inteligente que ambiciosa, da un paso al costado por razones personales, y listo. Pero si es más ambiciosa que inteligente… Dicen que soldado que sabe huir a tiempo sirve para otra batalla…

Terminada mi diligencia, corrí al auto, mis anteojos podían estar allí. Muchas veces se me caen del bolsillo, entre medio de los dos asientos.

Ahí estaban, me los puse para leer urgente la tarjeta… y no la encontré. Le pedí al del estacionamiento que me de dos minutos para ir hasta el bar a buscarla, quizás había quedado sobre la mesa. Estaba ocupada ya por un señor, es que entre pitos y flautas, había pasado media hora.

Le pregunté a él y al mozo, pero ninguno mostró interés en darme una respuesta.

Me volví al garaje revisando mis bolsillos, la billetera…se me habrá caído cuando saqué la plata para pagar el trámite o el estacionamiento… que sé yo.

Y bueno… todo puede ser en nuestro país.




Eduardo Juan Salleras

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