5 de junio de 2013.-
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Algún lector, me hizo saber, que los artículos políticos lo angustiaban, por lo tanto, prefería obviarlos. Además, agregó:” tienes una forma de decir las cosas, muy sanguínea, lo que los hace más sufribles”.
Debo reconocer que a mí tampoco me gusta escribir sobre esta política, al menos con estos contenidos. Sí me agrada – y lo hice - haciendo propuestas, analizando hechos positivos y negativos corregibles.
Pero, habiendo cuenta que escribo para varios miles de personas, de las cuales muchas me leerán, siento la obligación ciudadana, en este año clave para el futuro republicano de nuestro país, hacer un esfuerzo más, porque a mí también me duelen las verdades que vivimos - es como ponerme sal gruesa en las heridas - para lograr concientizar, corregir el relato oficial, o al menos, balancear tanto poder con un poco de papel y tinta.
Sé, claramente, que a mis lectores les encantan aquellas notas románticas, o como dice un amigo: costumbristas. Hay tantas cosas para contar agradables, que nos permitirían incluso volar un poco en la imaginación, trasladándonos a otro espacio, a otro tiempo, y disfrutarlo.
Yo no soy de los que dice: y bueno, es lo que me toca, hay que aguantarse. Otros dirán: es el destino de nuestro país ser mediocre. Si hacemos las cosas mal, el destino será probablemente malo. En cambio, si hacemos las cosas bien, bueno se verá el futuro. No es mala suerte tener los gobiernos que tenemos, es elegir mal: lo más fácil, lo más seductor, lo más corruptor… es patear la pelota afuera, no porque estamos ganando sino, para que no nos hagan más goles.
Miraba días pasados por TV el programa de Lanata, tocando el tema de las “fronteras colador”, por donde sale y entra cualquiera y cualquier cosa.
Quedé perplejo, porque no miraba fuga de divisas o ingreso de drogas; mucho menos me importaba el contrabando de zapatillas o de ropa en general o la salida de comestibles. Vi como partía y entraba gente: mujeres, niños… Marita Verón, María Cash, Julio López, tal vez, desaparecieron por ese agujero, porque la realidad es que se los tragó la tierra. Tres entre muchos, sólo gracias al periodismo que les dio identidad, como a algunos más, ese al que pretenden callar con la ley de medios.
La madre de Marita Verón, hoy venida a oficialista, no vio cómo, producto de las conductas gubernamentales, se permite - por acción u omisión - el contrabando de personas. Los padres de María Cash, no sólo deben sufrir la desaparición de su hija, sino que pueden ver aún, cómo sigue abierta todavía, la misma puerta por donde pudo haberse evaporado ella.
Las abuelas, las madres y los hijos de desaparecidos de la década del 70, ¿no sienten algo cuando ven estas cosas? Debe ser la situación más horrible sufrir la desaparición de un ser querido, desconociendo su destino, esfumarse, sin saber nada de él, si está vivo o muerto; si lo están obligando a ejercer la prostitución o bajo esclavitud. No olvidemos que incluso hay denuncias al respecto en la misma Capital Federal y Provincia de Buenos Aires, en este caso con extranjeros incorporados a un sistema nefasto, inaceptable, que los políticos lo conocen y nada hacen al respecto.
Algunos de los desaparecidos de la década del 70, sufrieron esa condición en la lucha por sus ideales, pero María Cash viajó al norte para alcanzar algún sueño en su proyecto de emprendimiento textil… Marita Verón tenía una hija que criar y educar, ¿qué más anhelo? Y la raptaron, la prostituyeron y desapareció, para después en un juicio lleno de sospechosos, ningún culpable.
El poder se ríe de la desgracia, relativiza el sufrimiento, menosprecia lo que le incomoda, y encima pretende hacer leyes que no lo comprometan.
En este último tiempo proliferan los antros: juego, droga, prostitución; jueces, funcionarios, “empresarios”. Diputados, senadores y leyes que miran para otro lado. ¿Por qué?
Una niña desapareció de la nada en Santa Cruz hace varios años, y van cuántos. No voy a hacer una lista porque no la tengo, pero la hay y las autoridades la tienen.
El poder se enoja porque nos indignamos de sus abusos, creen que por haber sido elegidos para administrarlo, tienen el derecho de lucrar con él, atropellando lo que le venga en gana. No creo que haya existido en nuestra historia mayor concentración de poderío político como hoy, incluyendo sus versiones provinciales, verdaderos caudillos feudales. Pocas veces se ha pretendido llevarse por delante las instituciones de la República como ahora, a excepción de los gobiernos de facto. Hoy nos sería más fácil compararlo con ellos que con sus pares democráticos. Hasta coinciden en este tema: por acción u omisión.
Desaparecido es el que desaparece, no importa en qué década, en qué tiempo; si fue un joven idealista o un ciudadano común soñador; no interesa de qué forma, es grave en sí extinguirse en la nada, sin rastro, sin funeral; desconociendo hasta su muerte; si murió o aún está vivo sufriendo; sin saber uno dónde buscarlo y perder la vida en ello.
Somos un país que estamos como acostumbrados a vivir así. Incluso dimos por muertos a personas importantes sin que nadie los haya visto. Hasta un presidente… ¿Para qué llevarlo al pueblo a que lo despida sin poder verlo?
Pretender renunciar a la responsabilidad ciudadana de preocuparnos y ocuparnos de estos temas porque estamos condenados a ellos por el destino político de la Argentina, no es razonable, porque esto no pasa en los países normales; sería admitir la anormalidad de nuestra sociedad.
Tal vez sea, ¿Debemos serlo?
Cuánto más lindo sería hablar de los árboles desnudos del invierno, que descansan hasta la primavera; o de aquellos que no lo hacen porque no les corresponde, respetando a raja tabla lo que deben hacer, por su naturaleza. Si nosotros pudiéramos.
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