por Amos Oz
Las carpas de protestas de las ciudades de Israel son un deleitable resurgimiento de la fraternidad.
Fuente: Haaretz (1-08-11)
Israel nunca ha sido un estado igualitario. Pero en su apogeo, fue más igualitario que la mayoría de los estados del mundo. La pobreza no fue intensa y la riqueza no fue ostentosa, y la responsabilidad social hacia los pobres y necesitados fue exhibida no sólo en el plano económico sino también a nivel emocional.
En el Israel anterior, aquellos que trabajaban – y casi todas las mujeres y varones trabajaban muy duro-podían llegar a tener una vida modesta pero respetable para ellos y sus familias. Los nuevos inmigrantes, los ocupantes de los campamentos de inmigrantes todos recibieron educación pública, servicios sanitarios y vivienda. El juvenil, el pobre Israel fue un experto emprendedor social.
En el Israel anterior, aquellos que trabajaban – y casi todas las mujeres y varones trabajaban muy duro-podían llegar a tener una vida modesta pero respetable para ellos y sus familias. Los nuevos inmigrantes, los ocupantes de los campamentos de inmigrantes todos recibieron educación pública, servicios sanitarios y vivienda. El juvenil, el pobre Israel fue un experto emprendedor social.
Pero todo eso fue destruido en los pasados 30 años, cuando los gobiernos del gran capital estimularon y enfervorizaron las leyes de la jungla económica de poder echar mano a cuanto se pueda.
La protesta invadiendo las calles y plazas de Israel, ha dejado hoy en día de ser meramente una protesta debido a la angustia de la vivienda. El centro de esta protesta es la afrenta y la indignación que causa la indiferencia del gobierno ante el sufrimiento de la gente, la doble moral en contra de la población activa y la destrucción de la solidaridad social.
Los conmovedores espectáculos de las carpas de acampe extendiéndose a través de las ciudades de Israel, de los médicos protestando para sus pacientes, de manifestaciones y concentraciones, son en sí mismos un deleitable renacimiento de la fraternidad mutua y el compromiso.
Los conmovedores espectáculos de las carpas de acampe extendiéndose a través de las ciudades de Israel, de los médicos protestando para sus pacientes, de manifestaciones y concentraciones, son en sí mismos un deleitable renacimiento de la fraternidad mutua y el compromiso.
Después de todo, lo primero que los manifestantes están diciendo, incluso antes que “justicia social” y “abajo el gobierno,”es: “Nosotros somos hermanos.”
Los recursos necesarios para el establecimiento de justicia social en Israel están localizados en tres lugares:
En primer lugar, los miles de millones que Israel ha invertido en los asentamientos, que son el error más grande cometido en la historia del estado, así como su mayor injusticia.
En segundo lugar, las sumas gigantescas canalizadas hacia las yeshivot ultra-ortodoxas, donde crecen generaciones de vagos ignorantes, llenos de desprecio hacia el estado, a su gente y a la realidad del siglo 21. Y en tercer lugar, y quizás la más importante, el ferviente apoyo del gobierno de Netanyahu y sus antecesores a favor del irrefrenable enriquecimiento de diversos magnates y sus compinches, a expensas de la clase media y los pobres.
En primer lugar, los miles de millones que Israel ha invertido en los asentamientos, que son el error más grande cometido en la historia del estado, así como su mayor injusticia.
En segundo lugar, las sumas gigantescas canalizadas hacia las yeshivot ultra-ortodoxas, donde crecen generaciones de vagos ignorantes, llenos de desprecio hacia el estado, a su gente y a la realidad del siglo 21. Y en tercer lugar, y quizás la más importante, el ferviente apoyo del gobierno de Netanyahu y sus antecesores a favor del irrefrenable enriquecimiento de diversos magnates y sus compinches, a expensas de la clase media y los pobres.
No olvidemos de dónde procede la riqueza que se vuelca en los asentamientos, las yeshivot ultra-ortodoxas y en las cuentas de los magnates. Viene del trabajo y el talento creativo de millones de israelíes que portan sobre sus espaldas un milagro económico inigualable de un estado, pobre en dones naturales (no hemos comenzado todavía a contar con el gas natural), y rico en recursos humanos.
Ni los partidos políticos ni las veteranas organizaciones de la oposición generaron esta protesta. Nació de la devoción y entusiasmo de cientos y miles de jóvenes que arrastraron a su paso a la mejor gente del país.
Resulta profundamente conmovedor ver a los veteranos de todas las generaciones, que durante años fueron una voz clamando en el desierto, pasar el tiempo en las carpas de los jóvenes, que sabiamente están liderando la novedosa protesta.
La gente como yo, que han protestado durante muchos años contra la política de los gobiernos de Israel, abraza a esta nueva generación, que sobrepasa a las anteriores, con afecto y admiración.
(Enviado por Raúl Reuben Vaic)
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