LA OPOSICIÓN NO PASÓ LA PRIMARIA

Jorge R. Enríquez en RazonEs de Ser La abultada victoria de Cristina Kirchner en las elecciones primarias, en las que obtuvo más de 10 millones de votos, sorprendió aún a sus partidarios. Ni qué hablar de la oposición, que aún no atina a formular ninguna explicación clara del fenómeno. Si bien se trata sólo de elecciones internas, que se transformaron de hecho en una gran encuesta nacional, la amplitud del triunfo torna muy improbable que la actual mandataria no sea reelecta y, casi, seguramente en primera vuelta. En efecto, el 50,07% es una cifra muy elevada para una elección en la que hay múltiples ofertas electorales. Pero, además, para que la oposición tuviera alguna esperanza sólida, debería haber habido algún candidato que se diferenciara nítidamente del resto, lo que no ocurrió. Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde sólo superaron por décimas el 12%. Este empate virtual (12,17% a 12,16%, a favor del radical) hace que no sea fácil que alguno de ellos resigne su candidatura para beneficio del otro. Por lo demás, el 10,26% de Binner complica aún más cualquier acuerdo ya que para el socialismo se trata de un buen resultado y su apuesta no es a ganar ahora, sino a consolidarse como fuerza nacional. ¿Qué explica esta situación? Sin dudas, la bonanza económica que para la Argentina viene significando la existencia de precios altísimos para sus materias primas, en especial la soja, es un factor determinante. Es una lección bien sabida en nuestro país -y en el mundo- que una sostenida actividad económica hace que la sociedad pase por alto otros elementos de análisis. El crecimiento económico desdeña a la pobreza institucional. También debe remarcarse que es muy difícil variar el gobierno, en ese contexto, con una oposición atomizada hasta el paroxismo. Las primarias deberían haber servido para cumplir su función, es decir, para elegir candidatos. Idealmente, Alfonsín, Binner, Duhalde, Carrió, Rodríguez Saá y otros tendrían que haber competido como precandidatos de una única coalición. Si no era posible una alianza tan amplia, por lo menos debería haberse mantenido la Coalición Cívica que con éxito se presentó en las elecciones de 2009. No obstante, los increíbles internismos, vanidades y falta de grandeza no lo permitieron. A una alianza en el poder, que maneja arbitrariamente los recursos públicos en su provecho, había que oponer otra alianza. No se hizo. Se pensó en pequeño. O no se pensó. Ahora, es tarde para lágrimas. EL ROL DE LA OPOSICIÓN Ante esta verdadera paliza, la oposición debe reflexionar seriamente acerca de lo que debe hacer. Revertir el escenario que surgió el domingo pasado de las urnas en dos meses y forzar, por lo menos, una segunda vuelta, parece un objetivo quimérico, pero la realidad argentina (y, en estos tiempos, mundial) suele ser tan dinámica que no se lo puede descartar completamente. Sin embargo, más allá de las próximas elecciones de octubre, si se confirma la reelección de la señora de Kirchner los dirigentes opositores deberán intentar generar una propuesta seria y confiable hacia adelante. Es probable que el triunfo kirchnerista, mucho más amplio que lo esperado, persuada al gobierno nacional de que fue el rumbo de sus políticas, y no el viento de cola, lo que motivó ese resultado. La consecuencia inevitable será la profundización del "modelo", cualquiera que sea el significado de esta expresión. Como ese "modelo" sólo se sostiene por los altos ingresos de la exportación de soja y otras materias primas, si la crisis mundial persiste y en algún momento desciende en forma importante el precio de los commodities, surgirán tensiones severas en la economía y muchas demandas sociales no podrán ser satisfechas. Lamentablemente la oposición no tuvo la grandeza necesaria para superar narcisismos y rivalidades personales. Así se consumió en la hoguera de las vanidades. Una postura inteligente de ese sector político, hoy asfixiado por la mezquindad de la fragmentación, sería ahondar los denominadores comunes que permitan generar auténticas políticas de Estado, sabiendo que necesariamente habrá aspectos que separarán a sus dirigentes, pero es imperio de la hora que se le deberá dar prioridad a los factores básicos que los unen. Como es previsible un incremento del autoritarismo del gobierno central (que ahora se considerará, por fin, "plebiscitado"), las cuestiones institucionales tendrán que ser objeto de un permanente escrutinio. Pero, además del control, la oposición tendrá que acordar una agenda de desarrollo económico, de políticas sociales, de inserción internacional, que permita exhibir una verdadera alternativa. El requisito fundamental para lograrlo es poner por delante el interés general y no las apetencias personales. ¿Es utópico? Tal vez, pero no hacerlo perpetuará un esquema de poder que sólo puede tornarse cada día más autoritario. Por cierto, esta tarea, que no es fácil, necesita políticos de fuste, que no se amilanen ante las múltiples dificultades y sinsabores que enfrentarán. En su célebre libro "El político y el científico", Max Weber escribió: "Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible, si no se intenta lo imposible una y otra vez (…) Sólo quien está seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él ofrece; sólo quien frente a todo esto es capaz de responder con un 'sin embargo'; sólo un hombre de esta forma construido tiene vocación para la política". Abogado y periodista jrenriquez2000@gmail.com twitter: @enriquezjorge