El soldado Guilad Shalit volverá a su hogar luego de cinco años de secuestro, después de pagar Israel un precio político de alto riesgo, pues, a la vez, más de mil peligrosos delincuentes árabes con sangre en sus manos, andarán sueltos por las calles. No es la primera vez que Israel, para paliar el dolor de su pueblo, no se opone a liberar condenados a reclusión perpetua. Ya varias veces lo hizo y lo volverá hacer si es necesario. Porque así es ese pueblo. Un pueblo, al que el dolor y la solidaridad lo unió siempre con tal intensidad, que no pudieron con él matanzas ni persecuciones. La unión frente al sufrimiento es lo que ha hecho inmortal al pueblo de Israel.
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel.
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