En sumisión plena convivimos en una sociedad sonámbula y devastada, en la cual intentamos prolongar desesperadamente las transacciones cómplices hasta en la hostilidad. Cualquier desastre es preferible a la lucidez, a la comprobación de la pérdida; cualquier riesgo es más aceptable que la percepción y conciencia de realidad.
Lo cierto es que nunca termina de amanecer en nuestro país.
A partir del año 2003 los pedagogos de la violencia marxista-kircnerista, a quien ningún principio refrena ni ninguna convicción estorba porque no tienen principios ni convicciones, está jugando con el fuego de las pasiones humanas y el instinto de violencia de los marginados…; a través de una estrategia de conquista en donde la agresión empleando medios políticos, económicos, financieros, psicosociales y culturales, intenta socavar la escala de valores morales, el orden, y la estructura que conforma la vida de nuestra sociedad, con la finalidad de imponer una ideología foránea en donde los agresores vivan en superficie con sus agredidos en una sociedad cargada de códigos mafiosos.
De seguir como estamos, a la anarquía de los espíritus del kirchnerismo sobrevendrá la anarquía de los hechos, entonces la perversidad se regocijará alegremente en nuestra sociedad diseminándose por toda nuestra geografía contaminando todo cuanto se oponga a su paso con sus aguas encenegadas y profundamente corruptas.
De esa forma se está produciendo el cataclismo (genocidio silencioso y silenciado por la “justicia”) no pudiendo nadie saber a ciencia cierta qué país podrán heredar los hijos de nuestros hijos.
¿Habrá llegado la hora de que amanezca? ¿Podremos cambiar el actual clima político?
“… El desafío de ser creativos nos exige sospechar de todo discurso, pensamiento, afirmación o propuesta que se presente como el único camino posible. ¡Siempre hay más!. Siempre hay otra posibilidad, quizá más comprometida, quizá más resistida por aquellos que están muy instalados y para los cuales las cosas marchan muy bien”, (Jorge Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado)
En azul y blanco,
Hugo C. Renés
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