José Luis Gioja
re-re-elegible
Jorge R. Enríquez en RazonEs de Ser Hace más de dos años, desde esta columna reflexionábamos acerca de una característica que se estaba constituyendo en el sello distintivo de los gobiernos latinoamericanos: la perpetuidad en el poder, que no hacía distinciones ideológicas entre izquierdas y derechas. Así, no titubeaban en abrazar como dogma de fe reformas constitucionales reeleccionistas, sin fecha de vencimiento, tanto Ecuador, Bolivia y Venezuela como Colombia. Desde luego que a esta moda nuestro gobierno no iba a escapar, máxime cuando se trata de procedimientos que contribuyen a provocar un vaciamiento de las instituciones. En los últimos días se escribieron en el continente dos capítulos de esta saga del debilitamiento del Estado de Derecho. Uno es centroamericano, el otro es telúrico. DE GUATEMALA EN GUATEPEOR Aunque en buena parte de Latinoamérica ha habido avances considerables en materia institucional, luego de una historia signada por dictaduras, muchas veces delirantes, en otras parece seguir rigiendo el realismo mágico. El voraz apetito por aferrarse al poder es un denominador común de los presidentes de muchos países de la región. Cuando existen limitaciones constitucionales que no pueden derribarse mediante reformas, porque no tienen las mayorías necesarias, inventan gambetas con más audacia y creatividad que Lionel Messi. Como estos líderes autocráticos son esencialmente desconfiados, emplean a sus parientes para continuar ejerciendo el poder en forma vicaria. Así, ponen a sus hijos o a sus cónyuges. En un muy interesante artículo aparecido recientemente en “La Nación”, el ex vicepresidente de Nicaragua, Sergio Ramírez, pasa revista a algunos de estos casos, entre los que enumera el de los esposos Kirchner, con sus antecedentes en los matrimonios del general Perón, para llegar a un ejemplo actual que supera todo lo imaginable En Guatemala gobierna el ingeniero Álvaro Colom. Dado que la Constitución de ese país veda, entre otros casos, que un esposo suceda en la presidencia a otro, y tampoco podría ser reelecto el actual presidente, éste ha decidido divorciarse de su cónyuge, Sandra Torres, para que ella pueda estar constitucionalmente habilitada para sucederlo. Ella ha declarado, con lágrimas en los ojos: "Mi amor por el presidente es grande y sólido, pero mi amor por el país y por la gente es ilimitado e incalculable". Como comenta Ramírez, generalmente en las historias románticas los amantes renuncian a todo, inclusive al poder, para permanecer juntos. Tal el caso de la abdicación del rey Eduardo VIII de Inglaterra, quien eligió vivir junto a la norteamericana Wally Simpson y relegar los oropeles y la pompa del trono. El ejemplo guatemalteco es el inverso, y de las palabras de la señora Torres se desprende un ejemplo de sacrificio sobrehumano. La Argentina aún no ha llegado a tanto, pero su decadencia institucional marcha en esa dirección. Es que cuando falta lo que podríamos llamar, a riesgo de cursis, el sentimiento constitucional, las vallas que las leyes fijan son finalmente inútiles. Inglaterra no tiene una constitución escrita y codificada, ni necesita tantas prohibiciones. Su cultura constitucional, forjada a lo largo de muchas centurias, es suficiente para que un episodio como el de Guatemala sea sencillamente inimaginable. SAN JUAN El gobernador de esa hermosa provincia cuyana, José Luis Gioja, obtuvo un triunfo en el referéndum por el cual buscó reformar la constitución provincial para poder presentarse como candidato a un tercer período consecutivo al frente del Poder Ejecutivo provincial. Alcanzó así la ansiada "re-re", que Menem quiso lograr y no pudo. Hubo una alta abstención en el electorado, lo que algunos estiman que le resta legitimidad al resultado. Pero lo cierto es que jurídicamente las cifras han producido su efecto. Quienes se oponían debían haber concurrido a las urnas y expresar allí su oposición. Las abstenciones no sirven en una democracia. Ahora bien, se trata de un episodio lamentable. El reeleccionismo es uno de los males del hiperpresidencialismo latinoamericano. Los dirigentes, una vez que se sientan en el sillón del poder, se aferran a él con uñas y dientes. Se sienten -o eso hacen creer- imprescindibles. Habría que recordarles que de imprescindibles están llenos los cementerios. Es más, si son imprescindibles es porque no han cumplido bien su labor, que es consolidar las instituciones, no cultivar el personalismo. Como siempre, se argumenta en favor de estas reformas con la idea de la democracia. Si el pueblo lo quiere, es democrático y debe seguirse ese camino. "Fue una fiesta de la democracia", dijo Gioja. Si es así, deberían extremar el razonamiento y postular que no existan constituciones. Porque las constituciones son límites al poder y - aunque pueda sonar mal - a la propia democracia. Mediante ellas, el pueblo se autolimita. Hay cosas que ni una mayoría puede resolver. Y las vedas al reeleccionismo no son concebidas para debilitar a la democracia sino para fortalecerla. Es larga y penosa la experiencia argentina y latinoamericana de caudillismos que, usando todos los recursos y resortes del Estado, se perpetúan en el poder. El ejemplo de Gioja es una advertencia de lo que podría suceder en el ámbito nacional en caso de que la señora de Kirchner obtuviera la reelección. Ya Diana Conti habló de una "Cristina eterna". Lo eterno, en tal caso, sería nuestra decadencia institucional, íntimamente ligada a nuestra decadencia económica, moral y cultural. Abogado y periodista jrenriquez2000@gmail.com |
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