Por qué seguir
LA DISTORSIÓN SISTEMÁTICA
Por Eduardo Juan Salleras, 28 de marzo de 2016.-
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente
La distorsión comercial y productiva de los últimos 12 años fue tan catastrófica que en este momento nos asusta entender la realidad y aceptar como óptimas algunas medidas que parecen apocalípticas.
Hoy vemos en el mercado internacional un valor de la carne vacuna que jamás hubiéramos soñado. Recuerdo cuando tiempos “ha” anhelábamos entre 0.80 y un 1 dólar por kilogramos de novillo. Hoy estamos un 80% arriba de ese precio. Deberíamos estar contentos.
La carne tiene en los mercados mundiales precios muy atractivos, al punto de crear aún mayores expectativas a futuro.
Claro, en la última década hemos perdido un importante porcentaje del stock ganadero, tal vez un 30%, lo que podrían ser, a la sazón, los saldos exportables.
Con el trigo pasó algo parecido, metieron mano desde el Estado los burócratas todopoderosos, desalentado la siembra de un cultivo clave para la alimentación. Bajó entonces de forma drástica la superficie del cultivo.
La Argentina fue llamada en su momento el granero del mundo, casualmente por su producción de trigo, no de soja.
Somos conocidos mundialmente por nuestra carne y no por los derivados de esa oleaginosa.
Todo llevo al monocultivo, dejando atrás al maíz, al trigo, a la ganadería para carne y a la lechería.
Además, deberíamos sumarle a los efectos de la distorsión comercial y productiva, a las economías regionales, en las que hemos visto repetidas veces en estos últimos tres períodos de gobiernos, a productores tirar frutas, o en su defecto, dejarlas en los árboles porque la cosecha era más costosa que su valor comercial.
Si debiéramos buscar una cara visible de semejante crimen de leso desarrollo, a todos se nos figuraría la de Guillermo Moreno, Secretario de Comercio Interior por aquellos tiempos. Su abuso de autoridad llegó al punto de sobrepasar sus atribuciones a otras secretarías e incluso ministerios, haciendo desastres a su paso. Todo lo que tocó, lo arruinó.
La ignorancia combinada con la soberbia, es el peor cóctel, y si a ello lo condimentamos con fanatismo y militancia, se logra el subdesarrollo, el retraso, al que nos condenaron, incomprensiblemente, los últimos tres gobiernos sufridos.
¿Cuál fue la excusa? La equidad, la igualdad… bla, bla, bla. Los pobres siguieron siendo pobres. Alguno de ellos convencidos por el relato que su condición era digna…
Fui a comprar un kilo de helado apenas llegué a Buenos Aires. Vaya sorpresa, lo que había pagado $ 130.- en tan sólo 4 días, valía $ 150.- Igualmente es muy rico y barato. De todas formas le pregunté al dueño el porqué del cambio. Y me dio razones de costos, y está bien. Entonces, le dije: - Ojalá yo hubiera podido hacer lo mismo con mi negocio productivo: la leche. Y le conté los tremendos problemas que está viviendo el sector gracias a esa política de deformación de precios durante los últimos años, al punto que no le veo salida inmediata, y de no ser así urgente, difícilmente se pueda frenar la liquidación diaria de cientos de tambos en el país.
El muchacho me dijo que nunca entendió a los productores agropecuarios porque siempre se quejan y nunca cierran, siguen trabajando. Para colmo yo le conté que para mí, y a mi edad, me convenía bajar la persiana y alquilar todo. – Entonces, ¿por qué no lo hace y deja de perder plata? Me dijo. No entendía el sentido de insistir, más cuando supo por mí que un litro de lechera entera, la pagaban $ 2.60 el litro. Se quería morir. Me dice: - Yo, en cuanto empiece a perder plata con esto, cierro y me dedico a otra cosa. No lo entiendo a Ud.
- Para que me entiendas te voy a contar algo. Hace un mes y medio, un tornado me destruyó todo y tuve que cerrar, dejar de producir a la fuerza. Era el momento y la excusa justa. No tenía nada que reprocharme. Cerrar porque la desgracia se llevó años de esfuerzo. Y reconozco que la idea era tentadora. Si bien tenía el derecho absoluto de justificar antes mi fracaso por culpa de las políticas anti productivas de Cristina, Moreno y Echegaray - hubiera sido justo y de mayor efecto que un huracán - la brutalidad climática caía en el momento indicado y sumado a lo anterior, qué más… Sin embargo, luego de secar mis vacas, de limpiarme el polvo del revolcón… pensé, nada ni nadie me va a obligar a retirarme… eso solamente va a pasar cuando yo lo decida, porque esté harto, o tan sólo pierda el interés necesario para seguir o… la muerte me diga, sin reproches, hasta acá llegaste.
El muchacho me miró fijo al momento que meneaba la cabeza, suavemente, de arriba abajo, diciéndome: - No me cuente más, no me cuente más, ahora los entiendo a los hombres de campo.
Y me fui caminando a casa, despacio, no tenía ningún apuro, llevando en una mano mi bolsita de helado. Quizás hablando solo y sonriéndome por lo que había dicho el dueño de la heladería, pensaba: pobre muchacho… él no sabe que son pocos en el campo tan locos como yo.
EJS