Terror y valor
Por Nuria Barbosa León
Fernando desea un abrazo de su madre, una canción de cumpleaños, un consejo o regaño, una foto en familia, una lectura en el regazo de la cama o un beso antes de dormir.
El anhelo fue amputado el 10 de septiembre de 1976, en su casa natal de Buenos Aires, cuando él contaba con seis años de edad.
Esa noche despertó muy asustado al escuchar fuertes golpes en la puerta, derrumbada a patadas y culatazos. Las habitaciones se llenaron de hombres armados, vestidos de civil, quienes proliferaban groserías a su madre: Alicia, y a Lucía, una amiga de la familia.
Su hermanito Abel, de dos años, también despertó asustado. Fernando, vio salir a su madre en camisón, arrastrada y depositada como un objeto en el baúl del auto. A Lucía la colocaron entre dos hombres en el asiento trasero.
A los niños, los milicos los dejaron en casa de unos vecinos, pero antes de partir vieron los escombros de la casa, el televisor desbaratado, la nevera abierta, la radio casettera destruida, los armarios en el suelo, los adornos pisoteados, los muebles cojos y con la guata fuera. La abuela fue avisada y retiró a sus nietos a la mañana siguiente. A partir de ahí, la abuela asumió el rol de madre y padre.
La amiga Lucía fue puesta en libertad a los diez días posteriores al hecho, quizás como testigo del horror silenciado por los militares del Centro Clandestino Puente 12 de la Brigada Güemes.
Fernando creció entre el terror de otra noche similar, esperando una noticia, una persona o un lugar que albergara a su madre, con la esperanza lejana de una vida en cualquier otro país.
El 1ro de julio de 1977 secuestran al papá de Fernado y Abel. Se nombraba Pedro Sandoval, quien había vuelto a formar pareja con Liliana Fontana y se encontraba embarazada en el momento del siniestro. Su bebé nació en cautiverio y fue ilegalmente apropiado.
La abuela se colocó un pañuelo blanco en la cabeza y comenzó a reunirse en la Plaza de Mayo, junto a otras madres aferradas a la identidad de sus hijos. Con esas acciones lograron recuperar en el 2006 al bebé robado nombrado Pedro Sandoval Fontana.
Hoy con más edad, Fernando y Abel continúan en la lucha por el cambio ansiado por sus padres: Una Revolución. Sus voces están presentes en el Canto de Todos que no cesan de repetir: “Vivo por ti, Argentina”.
NBL
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