De la corrupción al odio
DOS PAÍSES BRUTALMENTE ENFRENTADOS
Por Eduardo Juan Salleras, 26 de abril de 2013.-
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente
Estuve en la marcha del 18 de abril: gigantesca. ¿Cuánta gente? Muchísima, superior a las anteriores en el doble, en las que también estuve, incluso en las 2 del campo. Pero, tan improvisada como desorganizada, lo que hizo mover sí a la gente masivamente a la calle, con carteles, cacerolas, bombos y banderas, protestando, hartos, de las conductas oficiales y preocupados por el destino del país.
Los desplazamientos fueron impactantes, como hormigas por las distintas calles se iban sumando a las avenidas que conducían en principio al Obelisco, para luego continuar a la Plaza de Mayo. Al llegar a allí, y encontrarla llena, con una buena parte vallada, la gente se volvía, porque no había una voz cantante, un instructivo al menos, que orientara como mínimo cuál debía ser el objetivo físico del evento.
Entonces, unos regresaban a la Plaza de la República, otros se fueron al Congreso y otros se quedaron, frente a la Casa de Gobierno. Esto le restó magnitud, la que en números le sobraba.
La próxima, que la va a haber, porque el gobierno no piensa frenar un minuto su escalada hacia la suma del poder público e implantar un totalitarismo disfrazado de república, debería haber “concentración” con acto, una consigna y un plan de continuidad. Si no se cae en aquello de concurrir para hacer terapia democrática de grupo.
Lo grave de este gobierno, más allá de las barbaridades institucionales, económicas, sociales, humanitarias, es que ha dividido al país en oficialista y opositores, y entre ambos cada vez existe más enfrentamiento, aunque hay una tercera categoría que son los híbridos, cerca de un 30%, que según como caiga la perinola, van a estar a favor o en contra, más allá le vaya bien, regular, o espantoso al país. A estos, lo único que les importa es encontrarse el ombligo.
Es preocupante porque: ¿Dónde termina? Ya son irreconciliables las dos facciones, porque las diferencias son enormes, y unos hablan de los otros en forma totalmente despectiva, como enemigos acérrimos.
Y encima, casos de corrupción conocidos en parte, que ahora se hacen notables, transformando la sospecha en un hecho. Cuando se hablaba de cuánta plata había declarado fulano o fulana, todos se preguntaban ¿y la no declarada?
El nivel de corrupción es tan grande que hizo de la era menemista una sociedad de caridad y de Menem, un franciscano.
La gente debe entender, que toda aquella plata que le es robada al Estado no es solamente una cuestión de cuentas públicas, si no entre el pueblo y el que debe administrar su patrimonio. El lavado de dinero se refiere a fondos sustraídos a la sociedad y desviados para cuentas de particulares.
Luego con destino al exterior, a paraísos fiscales. Y hay que llevar divisas: dólares o euros, y casualmente hace un tiempo que los ciudadanos comunes quedaron sin la posibilidad de adquirirlas libremente por orden del gobierno, el mismo que hoy esta denunciado por llevárselas del país por izquierda.
Eso no es lo peor, sino que esos fondos públicos, dinero del pueblo, son los que están faltando para recuperar las rutas, para devolverle a las provincias la coparticipación que les corresponde, para abastecer de insumos básicos a los hospitales y escuelas, para atender los trenes en los que deben moverse los trabajadores, paras obras hidráulicas, hidroeléctricas, gas y combustibles, etc.
Si mueren ciudadanos por accidentes en las rutas debido a su calamitoso estado; ahogados por ridículas inundaciones de llanura, gracias planificaciones urbanas populistas y carentes de obras de saneamiento hídrico; en accidentes ferroviarios producto de un servicio impropio para el uso social, con el agravante de importantes subsidios a particulares que no se ven invertidos en ningún lado (¿cual habrá sido su destino?), … lo peor, es que mueren niños y adultos por desnutrición, es que se condena a la pobreza y hacinarse en villas miserias a una gran parte de la población o tirados por ahí en distintas provincias, abandonados y olvidados incluso de sus gobernadores, y como si esto fuera poco, importamos pobreza de países limítrofes, los que viene con la fantasía de una mejor vida… y los que mueren en manos de la inseguridad porque el relato, borró esa palabra de su léxico, como la inflación y la miseria.
Si todos estos muertos, o una gran parte, o una pequeña, fueron producto de la corrupción, por acción u omisión, porque se robaron los fondos que pudieron haberlo evitado, o en su defecto, se necesitó fomentar el caos en la sociedad que permita a sus ideólogos actuar libremente en el robo de fondos públicos, estamos ante el hecho de crimen de lesa humanidad.
Sumando los muertos, por una cosa u otra, solamente que pudieron haberse evitado con inversiones adecuadas y obligatorias, o con políticas, seguramente estaremos repitiendo la historia de los 70, y tal vez por eso, el poder, necesite ser dueño también de la justicia, la que ya nunca más actuará a derecho sino a despecho de los que la dominan.
Lo que está pasando hoy en la Argentina es gravísimo, desde el punto de vista institucional, como social, porque nos están llevando a la disgregación, a un enfrentamiento irreconciliable entre argentinos…
Nosotros “amasijándonos” aquí abajo, entre trabajo, enfrentamientos y odio… y ellos, disfrutando libremente de un país riquísimo, obesos y enfermos de poder y riqueza… sin tener en cuenta que en la vida, todo lo que empieza, se termina, en algún momento llega el final. La historia nos da cuenta de ello y nuestro cuerpo también.
Espero que sea a tiempo.
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