“La política es el arte de conseguir que tus intereses egoístas parezcan intereses nacionales”. Thomas Sowell
Más allá de los estropicios habituales que practica el Gobierno con su ya increíble manipulación de los datos estadísticos, que le permite anunciar inexistentes caídas en los niveles de pobreza e indigencia, ignorar la galopante inflación e irritar a la compungida ciudadanía con declaraciones ridículas sobre comer con seis pesos diarios, ahora la Presidente y la banda de delincuentes que encabeza y la rodea han pergeñado la nueva versión de un robo mayúsculo.
Al dar a conocer un falso porcentaje de crecimiento del PBI, que no ha sido confirmado por ningún estudio serio, nacional, extranjero o multinacional, se verá “obligado” a pagar por los cupones atados a esa variable la muy bonita suma de tres mil quinientos millones de dólares, que volverán a salir de las cada vez más magras reservas que aún conserva el Banco Central, afectadas por el consuetudinario saqueo oficial.
Cuando se compara esa inexplicable generosidad hacia los tenedores de esos bonos con las penurias que el cepo cambiario de Patotín impone a la industria nacional y al ciudadano común, una medida justificada por la catarata de animaladas y negociados que este Gobierno realizara en materia energética, resulta aún más llamativa.
Si bien es cierto que el kirchnerismo ha pagado religiosa e injustificadamente (lo curioso es que los países serios de la región los han refinanciado a tasas cada vez menores) hasta la fecha sus compromisos internacionales –si se exceptúa, obviamente, a los holdouts, al Club de París, a las sentencias del CIADI y a los dueños de empresas confiscadas- no lo es menos que la Argentina despierta cada vez menos interés en los inversores internacionales, aún de aquéllos que están dispuestos a asumir riesgos inmensos en escenarios de guerra, como las compañías petroleras, por ejemplo. Entonces, cabe preguntarse quiénes son los mayores tenedores de esos bonos a los cuales les hemos pagado tanto y, ahora, les regalaremos esa enorme suma de dinero, sobre todo cuando el desembolso se realizará a contramano de la realidad.
Mi sospecha –por cierto justificada, conociendo la catadura moral de quienes nos han gobernado durante la “década ganada”- es que estos cupones fueron comprados por quienes, al poder manipular las cifras del INDEC, podían también asegurar esta pasmosa ganancia. Si no fuera así, ¿qué sentido tendría hacerlo si pensamos que, con ella, podríamos arreglar, al menos parcialmente, nuestros problemas con el Club de París, por ejemplo?; si lo hiciéramos, los organismos estatales comunitarios podrían, nuevamente, garantizar a los exportadores europeos contra el riesgo argentino, o nos permitirían volver a los mercados internacionales de crédito, aún baratos. Y ni que decir si los fondos en cuestión fueran destinados a construir rutas, ferrocarriles, hospitales o viviendas; en cambio, irán a parar, una vez más, a los bolsillos de los mismos delincuentes.
Hoy, mientras escribo esta nota, los argentinos estamos votando (¿o botando?) en esta encuesta general camufladas de primarias. No puedo negar cuán sorprendido estoy, ya que siempre descreí de su realización, porque sólo servirán para identificar, en cada distrito, a quien esté en mejores condiciones de derrotar al oficialismo en octubre.
Pero lo adjudico a la mala información de inteligencia de la que, a pesar de los ingentes fondos que el Gobierno destina –al menos, teóricamente- a su obtención se suministra a la Presidente, a punto tal que se le dijo, casi hasta la fecha de cierre de las listas, que Sergio Massa no se presentaría; ahora, es probable que haya permitido las primarias pensando en que Martín Insaurralde ganaría la Provincia de Buenos Aires. La otra explicación plausible es la seguridad en poder manipular las cifras, realizando un fraude monumental, pero debo confesar que me parece harto difícil de lograr.
Es altamente probable, por el contrario, que más allá de las formas del relato, esta noche comience el final de la era kirchnerista. Lamentablemente, y las pruebas están a la vista, la retirada será cubierta arrasando e incendiando todo a su paso. Porque, como ya sabemos por el odio y la fragmentación social que la familia imperial ha sabido instalar en la sociedad, y como producto de las reiteradas humillaciones que ambos consortes y sus funcionarios han derrochado sobre todos los estamentos, cuando pierdan el poder todos ellos serán arrojados a la arena del circo, sin compasión ni tolerancia. Tal vez sea previendo esa situación que será consumado el atraco descripto más arriba.
La sociedad argentina, tan habituada y necesitada de transferir sus culpas a terceros -se llamen éstos sinarquía, monopolios internacionales, viejos militares, menemistas no reciclados, formadores de precios, amantes de la convertibilidad, etc., etc.-, tendrá a cercana disposición una serie de individuos a los cuales endosar la responsabilidad por todos sus males, que no serán pocos, y pedirá cárceles y confiscaciones. La monstruosa impudicia (el filósofo Yabrán definía al poder como impunidad) con que la asociación ilícita que nos gobierna se ha comportado traerá para sus integrantes inevitables consecuencias, porque sólo un pueblo ahíto está dispuesto a tolerar bajo el lema “roban pero hacen”; cuando la escasez y la miseria crecen, las sociedades tienden a pedir venganza y reparación.
Si esta mini-campaña electoral se transformó en un mero anticipo de las prácticas a las que recurrirá el kirchnerismo en la verdadera, que comenzará mañana, el robo perpetrado en la casa de Sergio Massa, la muerte del Lauchón, y el tiroteo al automóvil del Intendente de Tigre nos parecerán juegos de niños. Estas acciones resultan más trágicas, aunque menos gravitantes, que las que ya se intentaron contra Luis Juez, Lilita Carrió, Enrique Olivera, por inventados enriquecimientos, y contra Francisco de Narváez, con la pretensión de vincularlo al tráfico de efedrina. Parece que los métodos utilizados, como sucede con la brutal crispación instalada en la sociedad, involucionan rápidamente hacia la violencia.
Pero, como digo, tengo esperanzas; hoy los ciudadanos comenzaremos a optar entre volver a ser República o convertirnos, sin remedio, en Argenzuela. Esta noche se develará esa incógnita, tan esencialmente trascendente para el futuro.
Bs.As., 11 Ago 13
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