Argentina ha desarrollado desde el año 2003 una inserción económica en el mundo absolutamente compatible con una estrategia de incremento del valor agregado y diversificación de la oferta exportable.
Por Gustavo Smith *
Ampliar los destinos de venta constituye uno de los ejes centrales, al tiempo que son indicadores de una manera de entender cómo se presenta el mundo y proponer qué queremos de él. Pero esta opción política no fue tomada de manera casual.
La crisis a la que se había llegado en diciembre de 2001 hacía inverosímil cualquier planificación fundada en la soberanía económica, en un país donde las principales medidas se tomaban fuera de la Argentina y dentro de una región más comprometida en el alineamiento automático con Estados Unidos y en la apuesta a la primarización de su economía como medio de subsistencia, alejándose de una mirada mas industrializante e inclusiva.
Sin embargo, y a diferencia de lo que se escucha hoy, mientras el país ingresaba en una de las crisis económicas, políticas y sociales más profundas de su historia, no se afirmaba que estuviera “alejado del mundo”.
Préstamos, blindajes y créditos estaban disponibles por doquier, y los mercados no ponían objeciones a la Argentina porque era un buen alumno de la ortodoxia financiera y pasivo receptor de las recetas dictadas por el FMI, amparada por el Banco Mundial, sin fondos buitre al acecho y sin demandas ante el CIADI por cumplir sus obligaciones frente a los inversores externos.
Pero así como el mundo cambió estructuralmente en los últimos años (mudanza del centro de gravedad mundial hacia China y Asia; crisis económica y financiera que golpea a Europa; merma de poder relativo de los Estados Unidos, etc).
Nuestro país también lo hizo y desde el 2003 se orientó decididamente por un acercamiento integral a las naciones hermanas de la región, apostando a un modelo productivo inclusivo e industrial, una administración propia de los recursos y las herramientas económicas, y por una diversificación de la oferta exportadora y los destinos de nuestros productos.
En este sentido, el vínculo económico y político con la región resulta un dato significativo y revelador. Nos acercamos mucho a nuestros vecinos y somos protagonistas de esta nueva etapa histórica a partir de la profundización del Mercosur, la creación de la Unasur y el alejamiento del proyecto del ALCA, por ejemplo. Además les vendemos más bienes pero, especialmente, los de mayor valor agregado, que son aquellos que generan trabajo. Por ejemplo, Argentina ya destina el 21% de sus exportaciones totales a Brasil y el 42% de sus exportaciones de manufacturas.
Por otro lado, uno de los pilares que cimentan la estrategia internacional de esta nueva Argentina tiene que ver con la diversificación comercial. Esto es, el encuentro de nuevos destinos comerciales para nuestra oferta exportadora más allá de las plazas tradicionales, superando asimismo el contenido primario de aquella exportación.
A partir de esta premisa comienzan a perder peso en estos últimos años mercados como la Unión Europea y Estados Unidos, y ganan lentamente espacio América Latina y regiones y países no tradicionales como los últimos visitados por la Presidenta, además del Sudeste asiático, Medio Oriente y África.
Este giro se observa, a su vez, en un contexto de marcada reafirmación de la soberanía nacional, particularmente ejercida en todos los foros internacionales en los cuales participa el país. En este sentido, Argentina ha hecho del proceso de desendeudamiento y alejamiento del control y supervisión del FMI de su política económica, un sello distintivo de soberanía, al igual que criticar con rudeza la actividad de los fondos buitre, y de proponer una modificación en la estructura financiera internacional terminando con el accionar perverso de los organismos financieros de crédito internacional, los paraísos fiscales y las calificadoras de riesgo que tanto daño hicieron en la región y hacen en el mundo.
Pero, precisamente en este punto emerge la crítica de quienes observan en esta nueva orientación de la política económica un preocupante “aislamiento del mundo”. Toda vez que Argentina plantea diferencias con la ortodoxia económica mundial aparece un ataque sostenido respecto del aislamiento internacional del país, que, según se afirma, conduce a menos inversiones y créditos como si la historia reciente no ofreciera argumentos sólidos para suponer lo contrario.
En realidad, la Argentina no se aleja del mundo sino de una mirada de un mundo que es amplio, diverso y rico en pareceres. La falacia ortodoxa es pretender instalar ese presunto aislamiento internacional que a las claras contrasta con la realidad de un país dinámico, protagonista de la región, que favorece el comercio sur-sur y que hace de su soberanía una bandera.
* Licenciado en Relaciones Internacionales. Docente de la UBA y miembro del Geenap.
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Enviado por La Corriente Avanza.
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