Alberto Mazor
Un gravísimo incendio y Rotem Singer, un mochilero judío-israelí, alcanzaron para que esta semana una parte de la población en Chile, entendiera que habían causas suficientes para lanzarse en una campaña denigrante contra Israel, los israelíes y contra todo aquel que tratara de mostrar un poco de sentido común en el lamentable episodio del siniestro en Torres del Paine.
La frustración encontró descaro al aparecer involucrado Singer, de 23 años y de nacionalidad israelí. Enterados de ello, cientos de xenófobos chilenos no tardaron en saturar portales y blogs con teorías conspirativas y originales propuestas acerca de cómo hay reaccionar categóricamente frente al "monstruo sionista".
"Israelíes genocidas", "Judíos de mierda", "¡Asesinos!", "¡Judíos a la horca!"; todo a inicio del 2012 y al mejor estilo oscuro medieval de "los judíos matan niños y utilizan su sangre para preparar el pan ácimo de la Pascua".
Nuevamente volvieron a surgir los pérfidos asegurando que "lo vieron…", "que les consta que…", "que se enteraron de que…", "que según me lo contó mi polola…", "que todos aquí sabemos cómo son ellos…" y se permitieron gritar, insultar, demonizar, discriminar y echar afuera todas sus frustraciones personales.
Cualquier otra nacionalidad del presunto autor hubiera sido apenas un dato más, pero no si se trata de un judío israelí. Eso ya pasó a ser inaceptable.
Mientras no se conocía la condición de judío del presunto autor, en Chile lamentaban la horrible tragedia ecológica y dirigían sus críticas en su mayoría hacia el Gobierno y al lento accionar de los organismos responsables de medirse con este tipo de catástrofes. Pero bastó que se supiera que el involucrado era un judío, y por si fuera poco, de Israel, para que asomara la inmundicia verbal, una artillería de demonizaciones y el oculto - o quizá no tanto - antisemitismo existente en diferentes sectores de dicha población austral.
No les interesaba a estos súper expertos en estereotipos, ni la verdad, ni la responsabilidad, ni nada; sólo repetir en calificativos un vendaval de aversión y asco hacia Israel y toda la repulsión que el Estado judío viene a representar para ellos.
Esa sombría característica de prejuicios relega el supuesto desarrollo chileno, especialmente en todo lo relacionado con el problema no resuelto de la interminable lucha de las poblaciones indígenas por su reconocimiento y su derecho a la autodeterminación, a su idioma, costumbres y tradiciones.
Chile emergió esta semana como un país racista, discriminador y hasta alarmante para quienes son objetivos de tan exaltadas muestras de odio.
Pero lo más engorroso es que aquí no se trata sólo de "Juan de a pie". En el Parlamento y en los medios pudieron escucharse expresiones como: "Apostaría que el israelí que causó el incendio es de aquellos enviados por su Estado luego de matar niños palestinos", o "El mejor castigo para el israelí es que lo entreguen a los palestinos en Gaza".
El terrible incendio en la Patagonia chilena será finalmente controlado, El hermoso Parque Nacional de Torres del Paine, con o sin la ayuda de expertos israelíes en forestación, volverá a florecer con el tiempo. Pero, por lo visto, hará falta mucha agua del Pacífico y varios períodos de deshielo en los Andes para tratar de extinguir las llamas del antisemitismo en ese mismo lugar en que Neruda escribió: "Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera".
Israelenlinea.com
Gentileza:www.porisrael.org
Enviado por Raúl Reuben Vaich
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