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Patriotismo fuera de lugar - Por Samuel Auerbach



Patriotismo fuera de lugar

Cuando una ciudad es objeto de un atentado terrorista y el número de víctimas es importante, el mundo afín se solidariza adoptando el nombre de ese lugar. Es así como inmediatamente después del atentado en Bélgica se oyó la frase coreada por muchos “Yo soy Bruselas”. Lo mismo sucedió después del acto terrorista de París. Después que asesinaron al fiscal judío argentino Alberto Nissman, la gente que lo estimaba salió a la calle portando pancartas con la leyenda “Yo soy Nissman”.

Con la intención de que estos atentados no se olviden con facilidad, redacté un artículo al que titulé “Todos los días tenemos que ser París o Bruselas”. La reacción contra ese título no tardó en llegar. Algunos israelíes replicaron con otra frase que decía “Todos los días yo soy Israel”, para manifestar con patriotismo su oposición a ser solidarios con el dolor de países que no se inmutan cuando Israel es sacudido con un sangriento atentado terrorista. El rencor se sobrepone al sentimiento de solidaridad. Yo diría patriotismo exagerado y fuera de lugar. Se asemeja más a una exteriorización de venganza.

¿Una bomba que estalla en EEUU nos debe doler más que una bomba en Bruselas? ¿El dolor será mayor si es que entre las víctimas hay israelíes? Ridículo. En todos los casos caen humanos inocentes. Mayormente las víctimas son niños, mujeres y ancianos que nada tienen que ver con la política. El terrorismo no hace distinción. Desparrama en forma indiscriminada la muerte en represalia, o simplemente para llamar la atención.

Mi punto de vista es otro. A mi me duele ver a inocentes seres humanos sangrando y llorando, sin importarme en qué país se encuentran, sin importarme si son franceses o belgas; si son negros, blancos o amarillos; cristianos, mahometanos o judíos. Inclusive sufro enormemente cuando veo a un niño tendido en el suelo portando un puñal, aunque ha sido herido o muerto en defensa propia. Aunque yo justifique que lo hayan abatido, me duele verlo caído, porque es una pobre criatura que fanáticos terroristas le enfermaron la mente cuando aún no tenía uso de razón. Me duele ver a inocentes huyendo de la barbarie, familias que mueren por hambre o enfermos sin atención. Me duele ver el dolor ajeno, aún si el que sufre es un indefenso animal.

Insisto, todos los días tenemos que ser París, Bruselas, o Jerusalem, o cualquier otra ciudad, para no olvidar tan pronto el injusto dolor allí producido, y poder así mantener intactos los esfuerzos tendientes a encontrar una solución. Y como ya lo dije varias veces, ¡ojalá nunca tengamos que ser Israel o cualquier otro lugar del mundo, por los mismos motivos por los cuales somos París o Bruselas!

Samuel Auerbach
Natanya, Israel.

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