Crímenes distanciados con el terrorismo islámico como denominador común.
El 17 de marzo de 1992 manos criminales hacen explotar la embajada de Israel en la República Argentina, acabando con la vida de 29 personas y dejando heridas a otras 242. Dos años más tarde, el 18 de julio de 1994 para ser mas preciso, la explosión de un coche bomba puesto frente a la institución Amia (Asociación Mutual Israelita Argentina) de Buenos Aires, mata a 85 personas dejando heridas a más de 300, la mayoría de origen judío.
El día 7 de enero del corriente año, el terrorismo islámico acaba en París con la vida de 12 personas durante el ataque a la sede del semanario satírico Charlie Hebdo, y casi simultáneamente, hace lo mismo con cuatro judíos franceses en un supermercado “kosher" de la misma ciudad. El gobierno francés mata a los terroristas y el pueblo de Francia se solidariza, sale masivamente a la calle portando pancartas con la leyenda “Yo soy Charlie”. El primer ministro de Israel Beniamin Netanyahu, llama a los judíos franceses a emigrar a Israel con el fin de brindarles protección. El gobierno francés no mira a este llamado con buenos ojos, pues lo considera ofensivo. Considera que las palabras del mandatario israelí responden a su convicción de que el gobierno francés es incapaz de proteger a sus ciudadanos, cualquiera sea su religión.
El miércoles 14 de enero de 2015 el fiscal judío argentino Alberto Nisman a cargo de la causa por el atentado contra el edificio de la AMIA, asegura tener pruebas fehacientes de que los autores de los atentados fueron funcionarios iraníes identificados con el terrorismo islámico. A la vez acusa a su Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a su Canciller Héctor Timerman y a varios personajes allegados al gobierno, de tratar mediante un pacto firmado con Irán, de encubrir a los culpables y derivar la autoría a terceros, a cambio de beneficios comerciales que le otorgaría ese país auspiciante del terrorismo internacional.
Lamentablemente, el domingo 18 de enero el fiscal se convierte en la víctima número 86 del atentado a la institución Amia, al ser encontrado muerto unas horas antes de presentar su denuncia ante el Congreso argentino. En su desesperación, la Presidenta no le importa emitir declaraciones consecutivas que se contradicen entre sí. A título de defensa contra las acusaciones del fiscal y con el fin de desligar responsabilidades por la tragedia, junto con los voceros oficiales del gobierno difunde la tesis que Nisman terminó siendo víctima de un plan del que habría sido partícipe, programado por mafiosos para dañar al Gobierno. Ridículo. Si los mafiosos querían dañar al gobierno, mejor que matarlo era permitir que Nisman presentara en el Congreso las pruebas contundentes que tenía. Además la mera firma de un absurdo y contradictorio pacto con los mismos acusados, tendiente encontrar en conjunto a los culpables de un grave delito, lleva al mundo a creer en la conclusiones del fiscal Alberto Nisman. La dudosa muerte del fiscal Alberto Nisman indignó al mundo. El pueblo argentino se solidariza con él, y sale a la calle como lo hicieron los franceses en su oportunidad, portando pancartas con la leyenda “Yo soy Nisman”.
Dos hechos similares que tiene al terrorismo islámico como denominador común, pero con una diferencia fundamental: si Biniamin Netanyahu hubiera llamado a los judíos argentinos a emigrar a Israel para darles más seguridad como lo hizo en ocasión del atentado en París, no creo que el gobierno argentino hubiera visto con malos ojos las palabras del primer ministro. Al contrario. De no tener que responder a los intereses de la colectividad judía, se sentiría más libre de poder entablar buenas relaciones y hacer convenios comerciales con el país que más le apetece. Hay que tener en cuenta que en la República Argentina, a pesar de que la colectividad judía la ama, a pesar que sus ciudadanos judíos contribuyeron en gran parte en su desarrollo agropecuario desde fines del siglo XIX, siempre tuvo que convivir con la apatía gubernamental frente a las manifestaciones y acciones antisemitas de activistas y grupos organizados pro árabes que en estos momentos son sus colaboradores, y soportar el poco interés demostrado durante más de 22 años, en encontrar a los responsables del mayor acto terrorista efectuado en toda su historia, contra esa fiel colectividad tan arraigada en el país.
Samuel Auerbach,
Natanya, Israel.
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