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VIVIR EN UNA NUBE - Por Eduardo Juan Salleras
De los Mentirosos
VIVIR EN UNA NUBE
Por Eduardo Juan Salleras 11 de mayo de 2014.-
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente.
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Un amigo me recomendó leer a Miguel de Montaigne, según él, creador de los ensayos literarios. Incluso me ofreció prestarme un libro de este escritor del siglo XVI.
A mí me gusta que sea mío lo que leo, sí acepto revisarlo, pegarle una ojeada por arriba, para determinar si lo compro o no.
Me puse en campaña y encontré del autor francés por lo menos un ejemplar de este estilo.
Y después de haber leído algo me gustó, debo acordarme de agradecer a mi amigo por la sugerencia.
Hasta ahora me parece un escritor muy moderno, a pesar de los siglos que lo separan de lo contemporáneo.
Yendo a un ensayo en particular llamado De los mentirosos, notable resumen descriptivo sobre este vicio, me inspiró a volcar algunos comentarios al respecto, relacionándolos sobre todo con los farsantes de nuestro tiempo, de esta realidad.
Montaigne dice: no es lo mismo decir mentiras que mentir. La primera es decir cosa falsa que se tomó como verdadera. En cambio la segunda, es ir en contra de la conciencia.
Aquellos que lo inventan todo no temen ser desmentidos (agrega), incluso relaciona al mentiroso con su capacidad de memoria… más vale que recuerde su mentira para no tener que impugnarse permanentemente.
En cambio, el que dice la verdad no tiene ese problema, porque ésta nunca se olvida.
Lo veraz posee un solo camino, una sola dirección, es único.
En cambio se puede mentir sobre lo cierto de mil formas distintas.
Es curioso que el que dice mentiras, consciente de su falsedad, a medida que se agota su prédica falaz, comienza a sugerir cosas irreverentes, que ni él las entiende y tampoco podría repetir al día siguiente.
Desde luego que si entramos en el terreno del mitómano, estamos hablando de un enfermo social, que vaya uno a saber el por qué de su conducta. Seguramente traerá consigo algún desequilibrio psicológico o emocional, que lo lleva a vivir en una permanente fantasía.
Ahora, aquel que utiliza la mentira para engañar, y me refiero especialmente la de impacto político y por ende de consecuencias sociales, no es más que un tramposo estafador, que sin temer siquiera al papelón, defrauda a la comunidad que representa.
Estos, y como dije anteriormente, deben llevar la secuencia de sus mentiras, ya que terminan cerrándose en un callejón sin salida y para disimular su confusión, necesitan hacer uso de la charlatanería. No sin razón se dice que quien no se sienta fuerte de memoria no debe arriesgarse a mentir (M. Montaigne)
Cada uno irá visualizando en la mente su propio exponente.
No tiene ningún sentido tergiversar la realidad, esta acción forzada podrá durar más tiempo que poco, pero al fin se termina, como todo.
Probablemente no seamos conscientes del daño que produce vivir en lo falso, fingir, simular, impostar a la razón. Nada merece semejante blasfemia.
Desde ya que hay formas y formas de relacionarse con la mentira, incluso nos atrevemos a calificar algunas de piadosas.
Aunque no es lo mismo un fantasioso que un impostor, un exagerado que un calumniador, un disimulado que un farsante… ¿Cuál es la necesidad de mentir?
El ensayista francés dice: En verdad, la mentira es un vicio maldito.
Los pitagóricos creen que el bien es cierto y limitado, el mal infinito e incierto. Mil caminos desvían del fin, uno solo conduce.
Somos capaces de pretender disculpar la mentira con el éxito… como algo necesario para alcanzar un logro… hasta incluso mentir por considerarlo políticamente correcto.
Y es casualmente el político el más identificado con la trampa por la gente, lo que considero en cierta forma injusto, no porque éste no haya hecho los méritos suficientes para ocupar ese podio, sino porque para que un burócrata engañe sistemáticamente como una forma de hacer política, debe haber un pueblo detrás gustoso de que le mientan.
A los argentinos nos gusta ser seducidos por el encanto de una promesa, nos embobamos aún sabiendo que el camino sugerido para lograrla es tan imposible como la misma propuesta.
La vida social y política de nuestro pueblo es una verdadera quimera. ¡Guay de aquel que se le ocurra decirnos la verdad!, que en realidad no estamos condenados al éxito, y que para alcanzarlo hay que sacrificarse, trabajando mucho y honestamente. Que lo que tenemos sea merecedor de nuestro esfuerzo. Que los sueños e ilusiones sean producto de nuestra lucidez, no de la droga calumniosa del discurso ilusionista de los demagogos…
¿Estamos preparados para tanta sinceridad? Y qué difícil es enmendar la mentira.
Si, como la verdad, la mentira no tuviera más que una cara, estaríamos en mejores condiciones. Tomaríamos por cierto lo opuesto a lo que dijera el embustero. Mas el reverso de la verdad reviste cien mil figuras y tiene un campo indefinido…
El lenguaje falso es mucho menos sociable que el silencio. (M. Montaigne).
Basta con encender el televisor, repleto de mentiras, calumnias, exageraciones o parcialidades, que no buscan otra cosa que embelesar o engañar, y la audiencia compra gustosa la oferta, como cambiando el cachetazo que al fin nos da la realidad por una ficción, creyendo que detrás sobreviremos.
Y buscaremos en el pasado los culpables elegidos para la época, en confabulaciones que vienen de más allá, atentando contra nuestro desarrollo, cuando la verdad es que una vez más hemos sido engañados.
¿Es acaso la mentira la enfermedad crónica de los argentinos?
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**Visita: http://salasdevideoconferenciasolgaydaniel.blogspot.com.ar/
http://bohemiaylibre.blogspot.com
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