Mi país, sin justificaciones se hunde… He manifestado, susurrado y hasta gritado de diversas maneras lo que percibo en este presente bizarro y ante esto y por esto no debo, ni puedo silenciar lo que siento. Mi pecho estalla por no asentir a la injusticia, a la apatía, al engaño, a la hipocresía. Vivo en un país oprimido, gastado y acorralado en el cual estamos obligados a callar y aceptar mentiras y falsas aclamaciones que no tienen fundamento.
He señalado mí claro sentimiento por el rescate de la paz y la libertad. A cambio escucho vehementes voces disonantes y gritos, pero también escucho horrorosos relatos de desconsuelo, tortura y muerte. La angustia e impotencia es lo que veo en cada rostro. El desconcierto y la incertidumbre impregnan el aire, se siente, brotan como lágrimas, como el sudor que emerge de los poros de la piel. El desconcierto e incertidumbre se ven reflejados por doquier, no importa si son opositores o seguidores del gobierno, se ven estampados en sus frentes y en sus ojos.
El pánico, en las profundidades de la noche, me regresa al llanto por mi país. El olor a gas de venganza y odio se filtra entre las paredes de mí piel. Cada día y cada noche el fragor del caos llama a la batalla. No hay paz ni sosiego. Vidas caídas como lozas sobre el pavimento, sangre y lágrimas derramadas por un deseo, el deseo de un futuro, por un anhelo de convivencia y hermandad. Por más que se desee entender, razonar y comprender nos sentimos inmovilizados en cuerpo y alma.
¡El tiempo en sigilo, parece ser eterno, se estremece de dolor, un dolor que ya no ruega, que no se acaricia, que no conmueve, que quedó vencido por la indiferencia!
La ceguera, la indolencia y la ignorancia sofocan al pueblo con prebendas y migajas. Al igual que los conquistadores hicieron con los pobladores de nuestra América hace siglos; espejos a cambio de oro. No, las cosas no han cambiado después de 500 años, hoy se entregan espejismos a cambio de la libertad, a cambio del futuro, a cambio de paz. ¡Hay pueblo mío! el despertar será mucho más doloroso y severo… Cuanto más sufrimiento y cuantas lágrimas aún faltan por derramar.
El sol se oculta, trato de entender los latidos agonizantes, demasiado ha sido el castigo del razonamiento y esta eterna noche se estremece en las tumbas de los abatidos.
A pocos metros el fervor de una Venezuela que no sé rinde. El resultado, otro cuerpo yace sobre el pavimento. La indiferencia y el odio se instalaron en los corazones de los gobernantes que se enjuagan las manos con la sangre de su propio pueblo e intentan quebrar el espíritu, la razón y las esperanzas…
Nuevamente corren mis lágrimas….
Cansada, me encuentro despedazada; sólo vivo la cruda realidad y un inmenso vacío causado por este infierno.
Qué tristeza!!!!
¡Venezuela, el país que le dio libertad a cinco naciones, que fue ejemplo de solidaridad, ejemplo de democracia, que dio su apoyo incondicional a países hermanos agredidos y atacados; que lo hizo sin perseguir o buscar ventajas o ganancias. ¡Hoy, esa misma Venezuela que le abrió las puertas a los que fueron acosados o desamparados, es entregada en bandeja para ser maniatada y sacrificada!
Hoy vivo la vergüenza y el dolor de presenciar una América, de la cual no soñaba Bolívar, dándole la espalda a todo un pueblo por monedas e ideas que murieron y fueron enterradas en el polvo de la historia. Esos países “hermanos” justifican y consienten la barbarie de un régimen que convierte la sangre y el futuro de su pueblo en su propio poder y riqueza.
¡Qué tristeza, qué vergüenza!
© Noris Roberts
Caracas a los veintinueve días del mes de abril, 2014
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