Por Paula Biglieri - Ahora es el turno del presidente Fernando Lugo del Paraguay. Un escandaloso juicio político exprés lo destituyó de su cargo. La excusa: los muertos que hubo en una represión días antes en una toma de tierras.
Defiendo a ultranza las instituciones, tanto pero tanto, que hasta me las llevo puestas.” Esta frase no es una cita textual. No corresponde a nadie en particular. Es una mera elucubración producto de mi imaginación. Pero habría que agregar que es producto de una imaginación que se desprende de diferentes instancias concretas de nuestra Latinoamérica reciente.
La primera situación me lleva unos pocos años atrás, al México de 2006, entonces tuvo lugar una elección presidencial muy reñida entre el candidato populista de izquierda Andrés Manuel López Obrador y el neoliberal-conservador católico Felipe Calderón. López Obrador con un masivo y manifiesto apoyo popular en la campaña electoral prendió todas las alarmas de la derecha política-económica. Así, se lanzaron los medios de comunicación oligopólicos de aquel país (Televisa y TV Azteca) a una campaña despiadada en contra de López Obrador. Se trataba de una “bestia negra”, si resultaba ganador de la elección presidencial se vendría un colapso institucional de tal magnitud que hasta “la propiedad privada de los humildes mexicanos se vería amenaza por este chavista azteca”. Así, resultó que tan grande fue el temor porque López Obrador avasallara las instituciones, incluida la propiedad privada, que los bien intencionados defensores de las instituciones se adelantaron a tal avasallamiento y las avasallaron ellos mismos en pos de su defensa y provocaron un fraude electoral que burló la soberanía popular mexicana. López Obrador no fue presidente, sí lo fue Calderón. Veremos que sucede en las próximas elecciones presidenciales de julio.
En 2008 la derecha boliviana autodenominada “los cívicos” propulsaron un levantamiento azuzado por los medios de comunicación en contra del primer presidente indígena –también populista de izquierda– Evo Morales. El argumento del “paro cívico”: defender la institucionalidad. Pero para ello no importaba arrasar con las mismas instituciones. El alcalde de Santa Cruz –Percy Fernández– pedía a las Fuerzas Armadas “tumbar al presidente de la república porque no aprendió a gobernar” y afirmaba que “habrá que aguantar con algunos muertos más, aguante Bolivia contra estos dictadores feos hasta que se vayan”. Sabemos todos que Morales sigue siendo presidente por la movilización popular de su país y la decisiva intervención de la UNASUR. Aunque hoy debemos estar en alerta con la huelga policial que enfrenta y los acontecimientos que de ella puedan derivar.
Sendos intentos de golpe hubo contra los gobiernos populistas de izquierda del Ecuador en 2010 y anteriormente en 2002 también en Venezuela, ambos con la intervención estelar de los medios de comunicación hegemónicos y la derecha liberal-conservadora de los respectivos países aunque estos tuvieron otros condimentos como la detención de los líderes y la intervención de uniformados. Los argumentos en ambos casos: procurar el resguardo de las instituciones. El peor caso, ha sido sin dudas el de Honduras de 2009, en donde el golpe de Estado tuvo éxito y fue derrocado el presidente populista Manuel Zelaya. Por aquellos días el Ejecutivo pugnaba por realizar una consulta popular que habilitara un referéndum para cambiar la constitución a través de una asamblea constituyente. Zelaya fue expulsado de su país por una orden de la Corte Suprema ejecutada por las Fuerzas Armadas. Mientras que el Congreso lo destituyó por considerar que su gobierno había violado la Constitución. Una vez más, el argumento de la defensa institucional para avasallar la institución presidencial. En su lugar fue colocado Roberto Micheletti, miembro del Partido Liberal (conservador) de Honduras. Ahora es el turno del presidente Fernando Lugo del Paraguay. Un escandaloso juicio político exprés lo destituyó de su cargo. La excusa: los muertos que hubo en una represión días antes en una toma de tierras. El argumento: la defensa de las instituciones. Quedó en su lugar el Vicepresidente de liberal-conservador, Federico Franco, del tradicional Partido Liberal. (Recordemos nomás a modo de anécdota que Macri lo distinguió como Huésped de Honor de la ciudad de Buenos Aires). Veremos lo que acontece.
En nuestra Argentina a lo largo de los últimos años hemos vivido situaciones bochornosas en las que también en pos de la mentada defensa institucional se avasallaron o se intentaron avasallar instituciones. Marco sólo dos ejemplos: 1) Julio Cobos con su famoso voto “no positivo” quebró con el lugar que institucionalmente le correspondía al vicepresidente. Traicionó su lugar como garante de la política que impulsa el Ejecutivo en el Senado. Cobos y su juego posterior como opositor desairó una de las principales normas para el buen funcionamiento del Ejecutivo y 2) La oposición del Grupo A –a partir de 2009– en el Senado ignoró los principios de proporcionalidad, arrebatándole al oficialismo lugares que por norma le correspondían. Así, no respetó que en la Cámara de Senadores sea tenida en cuenta la representación de la primera minoría, es decir, miles de miles de votos de ciudadanos argentinos.
La nueva modalidad de ruptura institucional en Latinoamérica está signada por el discurso de la defensa de la calidad institucional, la seguridad jurídica y el orden republicano en donde parlamentos con mayorías liberales-conservadoras coludidos con los medios de comunicación dominantes avasallan o pretenden avasallar la institucionalidad presidencial de gobiernos legítimamente electos.
Curiosamente los gobiernos atacados son populistas de izquierda, los cuales quién más quién menos, se apoyan en la soberanía popular y van en pos de la igualdad y, por tanto, la modificación del status quo. Los atacantes la derecha liberal-conservadora, tan preocupada por defender a ultranza de las instituciones que por eso mismo las despedazan.
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