Hemos crucificado tantas cosas
EL CALVARIO DE NUESTRAS DESGRACIAS
Por Eduardo Juan Salleras 20/04/2011
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente
Y llevaron los sacerdotes al Manso ante Poncio Pilatos.
- Dicen que tú eres el Mesías, ¿qué puedes decir al respecto? Preguntó el gobernador romano.
- Tú lo has dicho, respondió Jesús.
Los sacerdotes comenzaron a acusarlo de muchas cosas, entonces Pilatos le preguntó a Él si podía responder a tantas acusaciones. Y el Manso no contestó.
El gobernador propuso al pueblo que elija entre liberar al Nazareno o a un criminal de nombre Barrabás. La horda instada por los sacerdotes, gritó: ¡Libera a Barrabás!
- Y ¿Qué hago con éste manso? Preguntó el romano.
- ¡Crucifícalo! Otra vez la masa incitada por los religiosos, se expresó a viva voz.
Fue así que Poncio Pilatos pidiendo un recipiente con agua, se lavó las manos diciendo: No seré yo quien se manche con su sangre.
Jesús fue azotado y crucificado junto a dos delincuentes.
Uno de ellos, le dijo: Así que tú eras el hijo Dios, por qué no le pides a él que te salve.
En cambio el otro que estaba a su derecha, lo miró diciéndole: Señor, acuérdate de mí cuando llegues al paraíso…
La gente que estaba allí con los soldados romanos que custodiaban el lugar, se mofaban del Manso y se sortearon sus ropas
Habiendo muerto ambos reos, Jesús, levantó la mirada al cielo exclamando: Padre, por qué me has abandono. Y expiró.
En ese momento el cielo oscureció, un rayo cayó en seco abriendo la tierra en dos y un importante temblor estremeció el lugar.
Los presentes cayeron de rodillas al suelo mirando a lo alto y diciendo: En realidad éste era el Hijo de Dios…
…Y llevaron, los usurpadores del poder, a República ante los representantes del pueblo. Pero estos no encontraron ningún pecado en ella.
Entonces propusieron al pueblo liberar a República o a revolución.
Los presentes, incitados por los usurpadores, gritaron: ¡Libera a la revolución!
- O revolución o República, ambas no, ¿qué quieren que haga con República? Preguntaron los legisladores.
- ¡Crucifícala! Respondió la muchedumbre otra vez instigados por los usurpadores.
La sociedad pidió una palangana con agua y se lavó las manos, diciendo: no seré yo quien derrame sangre justa.
República fue burlada, azotada, incluso, escupieron en su cara.
Luego fue crucificada. A sus pies solamente su madre: Constitución, una fiel seguidora: Justicia y su discípulo más querido: UD.
Junto a ella había dos cruces. El reo que estaba a su derecha la miró y le dijo: Perdóname por todos los daños que te ocasioné, si tengo una nueva oportunidad, permíteme entrar a tu reino. Y murió.
La otra cruz, a su izquierda, estaba vacía, y el reo que en ella debió haber sido crucificado, se burlaba de ambos, festejando con los guardias y repartiéndose sus pertenencias: sus tesoros y sus cargos.
República levantó su mirada al cielo, y llamando a los próceres de la historia, clamó: ¡Por qué me han abandonado! Y expiró.
Sin embargo no se escuchó ningún ruido, al pueblo ni siquiera se le cayeron los anillos. Un silencio cómplice.
Ahí está, aún sigue crucificada. Nadie fue a retirar su cuerpo, su madre pidiendo sola por ella, porque la justicia la abandonó y también su discípulo más querido.
Con sus ropas los usurpadores pretendieron disfrazarse de República, pero les quedó muy grande su túnica, cosa que no le importó mucho a la sociedad porque estaba feliz, a pesar de lo poco que todavía subsiste de la crucificada, y contenta asiste a esa fiesta de disfraces, cuando se lo requieren, a cada llamamiento electoral.
¿Algún día alguien, se acordará de la República, la bajarán de su cruz y sin sepultarla, la resucitarán?
Los cristianos, en este último tiempo, hemos dejado que le claven a Cristo más clavos al madero.
Nos hicimos los distraídos en muchas cosas que fueron como latigazos y espinas en el cuerpo de Jesús. La modernidad, la distracción, considerar como más importante otras cosas que hacen al bienestar material… la incredulidad del creyente…y nos estamos quedando sin un Cristo.
Nos hicimos los distraídos en muchas cosas que fueron golpes certeros a las instituciones republicanas. La frivolidad, las apariencias, el egoísmo, la falta de compromiso cívico, nos fue encerrando en nuestro exclusivo bienestar, sin importarnos un bledo lo demás…y nos estamos quedando sin nación.
En medio de la lujuria, la anarquía, la droga y la destrucción de la familia, baila la prostitución política, ya sean dirigentes, periodistas, artistas o imbéciles, a quienes se los violan a diario sin ninguna paga.
Ese es nuestro calvario y en el yace la desgracia del pueblo.
Y llevaron los sacerdotes al Manso ante Poncio Pilatos.
- Dicen que tú eres el Mesías, ¿qué puedes decir al respecto? Preguntó el gobernador romano.
- Tú lo has dicho, respondió Jesús.
Los sacerdotes comenzaron a acusarlo de muchas cosas, entonces Pilatos le preguntó a Él si podía responder a tantas acusaciones. Y el Manso no contestó.
El gobernador propuso al pueblo que elija entre liberar al Nazareno o a un criminal de nombre Barrabás. La horda instada por los sacerdotes, gritó: ¡Libera a Barrabás!
- Y ¿Qué hago con éste manso? Preguntó el romano.
- ¡Crucifícalo! Otra vez la masa incitada por los religiosos, se expresó a viva voz.
Fue así que Poncio Pilatos pidiendo un recipiente con agua, se lavó las manos diciendo: No seré yo quien se manche con su sangre.
Jesús fue azotado y crucificado junto a dos delincuentes.
Uno de ellos, le dijo: Así que tú eras el hijo Dios, por qué no le pides a él que te salve.
En cambio el otro que estaba a su derecha, lo miró diciéndole: Señor, acuérdate de mí cuando llegues al paraíso…
La gente que estaba allí con los soldados romanos que custodiaban el lugar, se mofaban del Manso y se sortearon sus ropas
Habiendo muerto ambos reos, Jesús, levantó la mirada al cielo exclamando: Padre, por qué me has abandono. Y expiró.
En ese momento el cielo oscureció, un rayo cayó en seco abriendo la tierra en dos y un importante temblor estremeció el lugar.
Los presentes cayeron de rodillas al suelo mirando a lo alto y diciendo: En realidad éste era el Hijo de Dios…
…Y llevaron, los usurpadores del poder, a República ante los representantes del pueblo. Pero estos no encontraron ningún pecado en ella.
Entonces propusieron al pueblo liberar a República o a revolución.
Los presentes, incitados por los usurpadores, gritaron: ¡Libera a la revolución!
- O revolución o República, ambas no, ¿qué quieren que haga con República? Preguntaron los legisladores.
- ¡Crucifícala! Respondió la muchedumbre otra vez instigados por los usurpadores.
La sociedad pidió una palangana con agua y se lavó las manos, diciendo: no seré yo quien derrame sangre justa.
República fue burlada, azotada, incluso, escupieron en su cara.
Luego fue crucificada. A sus pies solamente su madre: Constitución, una fiel seguidora: Justicia y su discípulo más querido: UD.
Junto a ella había dos cruces. El reo que estaba a su derecha la miró y le dijo: Perdóname por todos los daños que te ocasioné, si tengo una nueva oportunidad, permíteme entrar a tu reino. Y murió.
La otra cruz, a su izquierda, estaba vacía, y el reo que en ella debió haber sido crucificado, se burlaba de ambos, festejando con los guardias y repartiéndose sus pertenencias: sus tesoros y sus cargos.
República levantó su mirada al cielo, y llamando a los próceres de la historia, clamó: ¡Por qué me han abandonado! Y expiró.
Sin embargo no se escuchó ningún ruido, al pueblo ni siquiera se le cayeron los anillos. Un silencio cómplice.
Ahí está, aún sigue crucificada. Nadie fue a retirar su cuerpo, su madre pidiendo sola por ella, porque la justicia la abandonó y también su discípulo más querido.
Con sus ropas los usurpadores pretendieron disfrazarse de República, pero les quedó muy grande su túnica, cosa que no le importó mucho a la sociedad porque estaba feliz, a pesar de lo poco que todavía subsiste de la crucificada, y contenta asiste a esa fiesta de disfraces, cuando se lo requieren, a cada llamamiento electoral.
¿Algún día alguien, se acordará de la República, la bajarán de su cruz y sin sepultarla, la resucitarán?
Los cristianos, en este último tiempo, hemos dejado que le claven a Cristo más clavos al madero.
Nos hicimos los distraídos en muchas cosas que fueron como latigazos y espinas en el cuerpo de Jesús. La modernidad, la distracción, considerar como más importante otras cosas que hacen al bienestar material… la incredulidad del creyente…y nos estamos quedando sin un Cristo.
Nos hicimos los distraídos en muchas cosas que fueron golpes certeros a las instituciones republicanas. La frivolidad, las apariencias, el egoísmo, la falta de compromiso cívico, nos fue encerrando en nuestro exclusivo bienestar, sin importarnos un bledo lo demás…y nos estamos quedando sin nación.
En medio de la lujuria, la anarquía, la droga y la destrucción de la familia, baila la prostitución política, ya sean dirigentes, periodistas, artistas o imbéciles, a quienes se los violan a diario sin ninguna paga.
Ese es nuestro calvario y en él yace la desgracia del pueblo.
E.S.