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El autodenominado modelo económico Kirchnerista – que, en realidad, fue diseñado y puesto en práctica antes de la asunción de Néstor Kirchner en mayo del 2003 – se basó en la generación de los denominados superávits gemelos – fiscal y externo – y en el establecimiento de un elevado tipo de cambio, todo lo cual se conjugó, en los primeros tiempos, con un bajo nivel de inflación.
Sin embargo, el ordenamiento señalado se fue gradualmente deteriorando – en especial desde el año 2007 – como consecuencia de un proceso inflacionario creciente – de allí la virtual intervención del INDEC – y por un incremento del gasto público – en buena medida por razones electorales – bien por encima del aumento de la recaudación impositiva.
Frente a tal trayectoria de las principales variables macroeconómicas, hoy nos encontramos ante un proceso inflacionario que ronda el 25% anual y con tendencia ascendente y con un trabajoso cierre de las cuentas públicas, posible, en todo caso, gracias a la utilización de recursos “no genuinos”, tales como los fondos provenientes del Banco Central, la Anses y otros organismos públicos, que no pueden usarse indefinidamente sin desnaturalizar sus asignaciones específicas.
Con respecto a la cuestión inflacionaria, por su parte, la primera reacción del gobierno es negar la existencia de tal problema. Por lo tanto, no hay política contra la inflación, salvo el retraso del tipo de cambio real y el mantenimiento de elevados niveles de subsidios para neutralizar el aumento de tarifas en energía y transporte público.
Con estas medidas no se combate la inflación y se provoca un daño profundo, más estructural, que afecta tanto a la competitividad de la producción local frente a los bienes importados, por un lado, como a los estímulos para inducir inversiones en materia energética, por el otro. El notable aumento de las importaciones durante el corriente año y las dificultades en el suministro energético que afectaron a varias ramas industriales recientemente, son un reflejo de dichos desequilibrios.
En definitiva, el deterioro que se observa en la trayectoria del tipo de cambio, de la inflación y de las cuentas fiscales modifica sustancialmente la naturaleza del modelo productivo instrumentado después del colapso de la convertibilidad. Como, además, la política económica en curso determina que tal deterioro se acentuará hasta las próximas elecciones, el alto nivel de incertidumbre y preocupación reinante bloquea o posterga decisiones de inversión productiva, con lo cual se agudizan los problemas observados desde una perspectiva de mediano plazo.
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