Ayer justo había visto un documental en el que Susana, mi amiga, contaba su pasaje por El Vesubio, junto con su marido, a quien no volvió a ver. Yo miraba el DVD y lloraba, mientras pensaba en qué habría sentido, si habría llorado también, la persona que filmaba el saquito mal tejido por Susana para su bebé nacido – por suerte – ya fuera de cautiverio. Y mientras la veía recorrer el lugar en donde había funcionado el centro clandestino, pensaba en la Plaza, en la Madres, en la resistencia y en el dolor resistido a fuerza de no bajar los brazos.
Antes de eso, el 1 de Julio de 1974, yo iba rumbo a la escuela, cuando mi mamá me llamó para decirme que no había clases, porque se había muerto Perón. A los trece años, la muerte solo significó para mí salvarme de Matemáticas.
Hace treinta años y unos días, el 22 de octubre de 1980, mi mamá y yo estábamos en casa, después de volver del entierro de mi papá, intentando digerir, entender la muerte. Era el día del censo y la censista nos subrayó aún más la ausencia y el dolor.
Hoy Cristina fue censada.
En el facebook hay frases, fotos, cintas de luto, notas. En el cielo, sobrevuelan los chacales. En la tele, declaraciones, recuerdos, tendenciosidades. En los corazones, tristeza, alegría, miedo, alivio. En las mentes, elucubraciones, planes, dudas, preguntas. Gente sufriendo y gente festejando.
Mi padre, un judío que logró fugarse un rato antes de la creación del ghetto de Varsovia, me legó – sin saberlo - un sobre con postales de guerra que había comprado en Alemania, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Allí podían verse soldados nazis posando con una sonrisa al lado del cádaver que ingresaría en el crematorio. La misma sonrisa podía verse con el paisaje de fondo de dos judíos ahorcados. O una montaña de cuerpos, probablemente a punto de ser arrojados a una fosa común. Siempre me pregunté qué habría pensado el fotógrafo a la hora de elegir la postura, la iluminación, el ángulo de la foto, que transformaría a la muerte en una obra de arte. Hoy también, muchos se ríen.
Mi alumno buscó un abrazo de madre a la distancia. Susana resistió criando sola a un hijo y apostando a los cambios que se pueden hacer con un pizarrón y una tiza. Mi mamá escondió hasta donde pudo las postales de la guerra, en un intento vano de protegerme de la muerte. Las Madres no se amedrentaron y solo terminaron de girar alrededor de la plaza, cuando el hombre que hoy murió hizo lo que otros no hicieron: escucharlas. A pesar de la muerte, las sonrisas y los chacales, Cristina Fernández resistirá. Y no resistirá sola.
1 comentario:
Muchos de esos que festejaban y sonreian con la muerte son la semilla podrida de los que escribieron en una pared " viva el cáncer " . La justicia divina les hará pagar por ello . Muy buena entrada de blog ... saludos
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