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Ante la inminente disyuntiva - Por Alberto Medina Méndez


Queda muy poco tiempo para que la incertidumbre quede atrás. Cuando lo electoral sea superado, se empezará a escribir el capítulo que todos esperan con ansias. El destino de la sociedad depende, en buena medida, de las determinaciones que se tomen en lo político y económico.

Las instituciones se han debilitado y la economía es una bomba de tiempo aunque, en realidad, lo más grave ha sido la creciente crisis moral y la destrucción de los valores. En eso la reconstrucción parece más compleja.

Hablar de lo económico produce escozor a muchos, especialmente a los políticos que intuyen que el dilema está muy próximo, que deberán tomar decisiones de gran impacto y asumir además sus inevitables consecuencias.

Pero también son demasiados los ciudadanos que prefieren evadir el asunto, minimizar la cuestión e ilusionarse con que solo habrá que enfrentar una leve turbulencia insignificante y casi imperceptible. A veces parece mejor ignorar lo que sucede y evitar preocupaciones, utilizando esa dinámica como un mecanismo de defensa. No es una actitud muy racional, ni atinada, pero es demasiado frecuente y eso explica la actualidad.

En poco tiempo habrá que decidir entre el gradualismo y las políticas de shock. El rumbo ya no es parte de la discusión. Solo resta definir los tiempos, las formas y los instrumentos tácticos de una estrategia general compartida aunque siempre repleta de sutiles matices opinables.

El sendero ya está trazado y no precisamente porque se haya debatido lo suficiente, ni por los consensos logrados de la mano del diálogo civilizado. El inocultable desmadre y la inmensa nómina de disparates que forman parte del arsenal de decisiones del pasado, no solo en lo político, sino también en lo económico, conformaron este escenario peligroso obligando a encaminarse en una dirección indiscutible, ya no por las convicciones profundas, ni por las coincidencias, sino por imperio de las circunstancias.

Propios y extraños lo saben. Unos, intentan disimular con discursos ambiguos sus verdaderas impresiones sobre lo ocurrido en el pasado y el contexto que tendrán que administrar si triunfan. Los otros, aprovechan con oportunismo lo que sale a la luz, pero son conscientes que decir la verdad sobre lo que se debe hacer pone en riesgo sus posibilidades electorales.

El presente parece invitar a mentir sistemáticamente y ocultarles a todos la más cruda realidad. Coinciden en sugerir que la salida de este tembladeral será sencilla, casi sin secuelas relevantes y prefieren transmitir optimismo.

Lo cierto es que la fiesta se acabó y no precisamente por una actitud reflexiva, sino porque simplemente se agotó el presupuesto. El despilfarro de estos años ha encontrado un límite, ese que imponen los hechos sin pedir permiso. Las determinaciones desquiciadas han montado este presente del que no será nada fácil salir.

Todo se pudo prever, pero para los que gobernaron era más cómodo seguir con la inercia y hacerse los distraídos. Han conseguido aguantar hasta la finalización de su tiempo en el poder y ahora preparan el relato para asegurarse que el futuro sea absoluta responsabilidad ajena.

Los que aspiran a tomar la posta saben de esta comprometida situación, pero, por ahora, solo les preocupa acceder al poder. Luego diseñarán el discurso para justificar los cambios que precisan hacer y se ocuparán de aclarar que sus decisiones eran totalmente necesarias.

Lo que viene se parece mucho a una tempestad aunque no se pueda dimensionar el tamaño del impacto final. La sociedad debería comprenderlo. No se puede vivir del aire, no es razonable obtener recursos sin esfuerzo y mucho menos subsidiar indefinidamente a una porción significativa de la comunidad, prolongando en el tiempo este disparate.

Esa fantasía tiene un límite. Es posible forzar las cosas durante algún tiempo. Abundan los mecanismos artificiales que permiten hacerlo y extender la vigencia de esa ficción, siempre un poco más. Pero en algún momento todo se desmorona y entonces se debe hacer lo preciso.

Pronto, muy pronto, habrá que tomar decisiones. Lo único que resta explicar es el modo de hacerlo. No se trata de una discusión entre los que prefieren continuidad y los que quieren cambiar. Seguir igual que ahora ya no es una opción. Solo queda saber si la agonía se extenderá por largo tiempo antes de tocar fondo para luego recién volver a arrancar, o si se seleccionará un camino más tortuoso en el corto plazo, con la intención de abordar entonces una recuperación más acelerada.

No existe una fórmula mágica que resuelva este intríngulis. No se sale de semejante lista de errores groseros sin pagar costos importantes. Nada es gratis y es bueno aprender a hacerse cargo de los desaciertos electorales de los ciudadanos. La apatía, la abulia, la indiferencia y el desinterés también tienen un precio y es saludable asumirlo para evitar renovados tropiezos.

El panorama no es auspicioso. Lo que viene no será simple. Los gobernantes tendrán que seleccionar las variantes tácticas, las herramientas y medidas que tomarán para salir de este caos. Queda poco tiempo para que el telón se levante y empiece un nuevo ciclo. El final de esta historia sigue siendo un gran misterio. Lo cierto es que se agotó el plazo y que se avecinan tiempos de definiciones. Ya no se puede ocultar que la sociedad está ante la inminente disyuntiva.

Alberto Medina Méndez
albertomedinamendez@gmail.com

Hipotecar el futuro - Por Alberto Medina Méndez


La repugnante tendencia a hipotecar el futuro.

La política contemporánea ha demostrado una voracidad de recursos casi infinita. La creatividad para alimentar al Estado con más combustible para sus irresponsables travesías parece inagotable. Antes era suficiente inventar impuestos o presentarlos de un modo amigable para disimular su crueldad.

Aprendieron a diseñar renovados argumentos que en situaciones de coyuntura dieran nacimiento a nuevos gravámenes bajo la promesa de utilizarlos por poco tiempo, para luego derogarlos y volver a la normalidad. Finalmente eso nunca sucede. La circunstancia fortuita que originó el tributo es superada, nadie la recuerda, pero el impuesto perdura eternamente.

Esa dinámica tiene un límite empírico que no depende de la imaginación de sus iniciadores ni de la saciedad de los recaudadores. La presión impositiva tiene una frontera, más allá de la cual, su incremento produce un efecto inverso al deseado. Ya no se recauda más y solo se consigue menos.

Pero los gobernantes de este tiempo saben que disponen de otras herramientas para continuar con el despilfarro que tanto los apasiona. Algunos pocos han intentado el camino de la emisión de moneda como variante, pese a las nefastas implicancias conocidas de este artilugio.

La emisión causa inflación y ese aumento generalizado de los precios empobrece a toda la sociedad, en especial a los más débiles, quitándole una porción significativa de sus ingresos, esos que no pueden actualizar. Es paradójico que sean los gobiernos populistas, los mismos que mientras dicen defender al pueblo sostienen ese atroz esquema desde hace décadas.

La inflación ha dejado de ser un tema relevante en la agenda económica universal, sin embargo a ciertos políticos demagogos no les ha quedado mejor opción que esta para continuar con sus dislates. Financiar el gasto estatal es un dilema enorme, sobre todo cuando la sociedad parece estar convencida de que el Estado debe hacer de todo por los ciudadanos.

Bajo esa mirada, los gobiernos precisan de mucho dinero y no existe fuente mágica que los provea. Son los individuos los que producen riquezas, los que tendrán que resignar parte de ese dinero logrado para que el Estado pueda funcionar, ya no solo para cumplir sus funciones esenciales, sino también esas otras que a tantos les fascina sin entender que ellos mismos solventan esas excéntricas andanzas para provecho de unos pocos.

En un escenario casi dantesco, se incorpora a este juego la más perversa de las alternativas, la del endeudamiento, esa que permite que los gobernantes gasten ahora lo que pagarán otras gestiones y las siguientes generaciones.

Muchas personas cultas e informadas, que han accedido a educación de primer nivel, han caído en esta trampa intelectual de validar un instrumento ruin. Comparar las decisiones económicas de un particular con las del Estado puede ser didácticamente tentador, pero su naturaleza no puede ser deliberadamente tergiversada para manipular una conclusión conveniente.

Una persona decide como invertir su dinero, ese que ha logrado gracias al fruto de su esfuerzo y tiene toda la potestad de hacerlo ya que lo ha conseguido por mérito propio. Si decidiera pedir un empréstito, los riesgos correrían por su cuenta. Si acierta será su éxito y si ha sido un error, deberá pagarlo con más sacrificio personal. Un seguro podría, inclusive, cubrir su muerte evitando que sus sucesores hereden esa carga.

En el Estado un grupo de personas son elegidas por la gente para administrar el presente cuando se integran al gobierno. Los funcionarios de turno, no son los propietarios del dinero disponible, ni tampoco de lo que pudieran obtener. Ellos solo administran lo ajeno por un tiempo acotado y eso implica una enorme responsabilidad, superior a la de manejar lo propio.

Por eso, cuando los Estados se endeudan, emiten bonos para ser cancelados en otro momento o con cualquier otro ardid que la ingeniera financiera moderna pone al servicio de este tipo de decisiones, se está ejerciendo una actitud no solo equivocada sino altamente despreciable.

No se tiene autoridad moral para gastar hoy y que la cuenta la pague el que viene. Si se admitiera la incorrecta visión de compararlo con la vida particular, ningún padre sería tan canalla de usar el dinero de un préstamo para darse placeres ahora y endosarles a sus hijos o nietos el pago de sus descuidos. Sin embargo, la mayoría de los intelectuales y académicos parecen respaldar esta postura que permite a los Estados endeudarse. Les resulta natural, habitual, cotidiano y por lo tanto aceptable.

No sería aconsejable tomar en cuenta la opinión de los políticos en este asunto. Después de todo ellos toman la decisión, se endeudan, gastan ahora dinero de terceros y se lo hacen pagar a otros. Difícilmente estarían en desacuerdo con esa posición. Es justamente por eso que lo promueven.

El problema de fondo es que, por ahora, la llave la tienen los beneficiarios. Los políticos solo deben conseguir apoyo legislativo para endeudarse. Los que votan en los cuerpos colegiados son parte de la misma casta y solo se preparan para usufructuar el resultado sin necesidad de hacerse cargo de las consecuencias que esas determinaciones traen consigo.

Son los ciudadanos los que deben ponerle freno a este ridículo mecanismo. Son pocos los que se han dado cuenta de cómo funciona esta absurda modalidad descomunalmente letal para las sociedades.

Aún no ha sido suficiente para detener esta repugnante tendencia a hipotecar el futuro.

Alberto Medina Méndez
albertomedinamendez@gmail.com

Ojalá nos demos cuenta - Por Eduardo Juan Salleras


Ojalá nos demos cuenta
LA PRIMAVERA VINO EN MI RESCATE
Por Eduardo Juan Salleras, 17 de septiembre de 2015.-

Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente


Hoy es jueves, 17 de septiembre.

Amanecí con el alba. Estoy en mi escritorio, tomando mate, repasando el día anterior, anotando, proyectando el día que comienza, leyendo correos en internet, noticias…

De pronto, algo me llama la atención.

Como todos los años - porque pasa siempre - me doy cuenta del gran festival.

Un escándalo afuera, de diferentes cantos, algunos como charlando. Los pájaros me indican que se viene la primavera.

Pensé: ¡gracias a Dios que todavía lo noto!

Faltan aún unos días para la fecha tradicional, sin embargo la naturaleza dice otra cosa.

Tal vez hace varios días que las aves me avisan y yo no me di por enterado, pero lo importante es no haber perdido la sensibilidad de notar éstas cosas tan significativas, tan refrescantes, como el cambio de estación, por demás pronunciado en nuestra zona, y es bueno que así sea.

¿Por qué me sumo a la algarabía de los pájaros y me pongo tan contento por reaccionar al cambio?

En éstos tiempos que vivimos en el que todo huele mal; en un año muy especial de violencia verbal y de la otra, hartos de elecciones forzosas a las que uno debe ir a votar en contra de; en la que los candidatos en vez de hacer propuestas se acusan; ante la dura realidad de descubrir que la corrupción puede ser pequeña o muy grande y elegir a la que menos nos haga daño; entre todo escuchar a la gente decir: nada va a cambiar porque así somos… tanta negatividad, tanto tufo, darme cuenta que los pájaros primaverales han regresado con la estación, me hace tremendamente feliz y me pone orgulloso.

No es para menos, hoy debería estar muy mal sino atendiese el bullicio que están haciendo allí afuera. Se puede distinguir además, entre tantos idiomas plumíferos, la diferencia de especies que se han citado a mi ventana.

La algarabía exagerada con la que algunos pájaros cantan, otros directamente gritan buscando pareja o solamente expresando su alegría por los meses que se vienen. Y se ven algunos incluso portando en su pico una ramita.

Debí haberme dado cuenta antes cuando los olmos mostraron las flores verdes que se confunden con sus hojas del mismo color, las que curiosamente aparecen a continuación de la floración. Uno puede ver luego los pétalos caer al suelo como si el árbol estuviera deshojando un otoño y en sí, está dándole paso a la primavera que se viene.

No confundamos, creímos que eran hojas y fueron flores… nuestra vida cívica ¿logrará distinguir entre lo bueno y lo malo? ¿Entre democracia y populismo? ¿Entre república y demagogia?

Estamos todos paralizados con la condena a perpetua, que asumimos como válida, de aceptar lo que nos toca y listo. Sin cosquilleos. Hasta los más “inteligentes” sorprenden con su resignación, incluso los pertenecientes al club del arte y la intelectualidad se mimetizan con las propuestas populares, desde ya, sin renunciar a su resarcimiento monetario.

Muchos, como yo, nos amargamos viendo en el horizonte relampaguear, negro. Llevamos una década de tormentas violentas, de vientos fuertes y granizo, demoliendo todas las cosechas que con un esfuerzo enorme sembramos… y esperamos.

Parece que no da descanso… los que vivimos del coraje, los que a veces sentimos por momentos que se nos escapa el ánimo, no podemos, no debemos dejar de luchar, de apostar a lo mejor, a lo más conveniente, aunque esto no se parezca demasiado a lo que consideramos bueno.

Luego de pasada la tormenta, sólo sabemos que por el momento no va a llover, eso no quiere decir que el día por delante sea necesariamente provechoso pero, al menos el temporal pasó.

Analizando lo que nos pasa fríamente, punto por punto, en un año electoral, condición que parece dar vía libre a cualquier cosa, a prostituir lo que convenga, a mentir descaradamente, a llevar a los ciudadanos más pobres a su condición moral más miserable… esos depravados que utilizan el clientelismo político muestran a las claras su indecencia. Entonces, una ventana, por pequeña que sea, dejará entrar un poco de luz en nuestra ilusión. No dejemos entonces que la tapen.

Porque…

… hoy los pájaros cantaron toda la mañana festejando…

… los olmos florecieron ayer y no me di cuenta…

… los fuegos invernales, ya tenues en el hogar, es tiempo de guardarlos…

Lo más importante es poder hacer nacer, en el día a día, la primavera en nuestros corazones y en especial, en la vida cívica de la sociedad argentina.

Ojalá, nos demos cuenta.

EJS

SOMOS UNA NACIÓN VIEJA - Por Eduardo Juan Salleras


Hemos envejecido
SOMOS UNA NACIÓN VIEJA
Por Eduardo Juan Salleras, 15 de septiembre de 2015.-

Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente


Decidí llamar a un amigo, mayor que yo, pero joven aún.
Me enteré que lo cesantearon en el trabajo después de más de 30 años de profesión impecable.
Lo cité a tomar un café, pienso: algún día me puede tocar a mí una situación similar.

- ¿Cómo te va hermano?

- Muy bien, che.

- Me alegro pero, cuéntame ¿qué pasó con tu trabajo?

- Y, me jubilaron de prepo – se transformó inmediatamente de bien que venía – más de 30 años en la empresa, de golpe y raje, me presentaron a un jovencito, de aspecto blanco transparente, el que venía a ocupar mi lugar. Me dijeron que me quede tranquilo, que me iban a pagar todo, incluso un reconocimiento a mi trayectoria… vaya gratitud, de la noche a la mañana, no servía más, mis conocimientos, mi experiencia, habían caducado… algo parecido al corredor que le cortan las piernas, lo único es que yo, sigo teniéndolas puestas. Fue tan contundente el golpe, que me durmió, quedé mudo, sin reacción. Tal vez lo hayan hecho a propósito así, para lograr éste efecto…

Se hicieron algunos silencios y retomaba la palabra angustiosamente…

- No tenían apuro para que me vaya pero, cuanto antes mejor… Lo más denigrante fue pretender acompañar a mi sustituto a ubicarse en la empresa, asesorándolo un poco, darle algunos consejos… él me miraba con compasión, con una sonrisa forzada en sus labios y moviendo la cabeza suavemente, de arriba a abajo, hasta que en un momento me dijo que todo iba a cambiar a partir de su llegada, o sea, lo que me estaba insinuando es que mi esfuerzo era en vano, nada mío tenía ya utilidad... Tristemente me retiré, no esperé un día más… A la mañana siguiente me presenté a arreglar económicamente mi salida, sin ningún problema, aunque al irme, mientras caminaba por las oficinas, todos, moviendo la cabeza suavemente y con una sonrisa lastimosa, me saludaban, en un gesto misericordioso…

- Che, hermano, qué macana y ¿cómo te sentís ahora?

- ¡Bárbaro!

- Pero, ¿Cómo? ¿Qué cambió?

- Hoy a la mañana, me llamaron para asesorar a una pequeña empresa, mínima… y la verdad es que estoy eufórico, nervioso, ansioso… me llegó en el momento justo…

- Son muy buenos los honorarios entonces…

- No sé, ni hablé de eso…

- No entiendo, ¿qué es lo que te produce tanto contento?

- Vos sabes lo que voy a aprender.

- ¿Cómo? Has manejado una empresa enorme y ahora, en el mismo rubro una diminuta, y dices: ¡Cómo voy a aprender! No te entiendo.

- Mira, siempre hay algo que aprender en el día a día, no sólo en una empresa, la vida nos muestra permanentemente algo distinto, lo podemos tomar y será un aprendizaje, o lo podemos dejar pasar y será un desperdicio.

Me quedé otra vez en silencio dejándolo decir…

- Envejecer, casualmente es dejar de aprender… cuando uno pierde la capacidad de asombro, cree saberlo todo o, y peor aún, no le interesa el conocimiento, ha terminado la función en ésta vida, como ese muchacho blanco transparente que me reemplazo a mí, pobre tipo, se negó a ilustrarse con mi experiencia… la empresa contrató a un viejo para reemplazarme a mí que aún estoy joven…

- Es interesante lo que me dices…

- Es así, no dejes nunca de aprender…

La Argentina, los argentinos, creemos siempre saberlo todo, nos negamos a aceptar el fracaso, acomodándonos de la mejor manera posible en su regazo y los cambios que se pueden hacer para sanar nuestra desgracia y nuestros vicios, los vemos como subversivos que atentan contra una digna ignorancia.

Luego de más de 30 años de democracia ininterrumpida, hemos envejecido las instituciones, al punto de jubilar la república sin al menos haberla vivido.

La experiencia no sirvió de nada y ese joven blanco transparente que promete lo que no cumple, rehúsa de la sabiduría y de la inteligencia, tal vez temiendo verse expuesto en su mediocridad.

Así llegamos, luego de más de tres décadas, habiendo escapado del totalitarismo, a desembocar en un despotismo inaudito, enardecido por el relato, escondiendo detrás de su soberbia la sinrazón y la arbitrariedad.

- La vejez es perder la capacidad de sorprenderse… Sentenció mí amigo.

Me quedé pensando en ello pero, yo le agregaría: Viejo es aquel que ya no es capaz de cambiar.

EJS

El Día después del 16 de Septiembre de 1955 - por Alberto R. Pringles


El Día después del 16 de Septiembre de 1955!

Alberto R. Pringles
Suboficial Retirado - Fuerza Aérea Argentina
Los Ángeles, California – Alberto.Pringles@Argentinisima.US

Era la 1:30 de la madrugada del día 16 de Septiembre de 1955. Sonó el silbato muy fuerte en la barraca de mi Compañía en la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea Argentina, sito en la ciudad de Córdoba.

Siendo mi especialidad en armamentos el Teniente me ordenó estar a cargo de un cañón antiaéreo ubicado sobre un rodado que enganchamos a un camión.

Estaba en ese entonces en el final de mis estudios en la Escuela de Suboficiales y a menos de 90 días para nuestra graduación. No se nos explicó la razón del “Estado de Alerta”, y supusimos que al igual que en otros similares anteriores nuestra Escuela estaba del lado y en defensa del gobierno constitucional del Presidente Perón.

Al amanecer presenciamos un intenso cañoneo por parte del Ejército hacia la Escuela de Infantería. Luego cerca de mediodía nuestra compañía atacó y se apodero de LV2, luego denominada “La Voz de la Libertad”. Ya casi al atardecer nuestra compañía se fue al centro de la ciudad de Córdoba en donde había muchos tumultos y entre ellos una demostración.

Pocos minutos después y para mi sorpresa escuche los primeros gritos desde la otra parte de la Plaza San Martín que vivaban los disparos que un Capitán realizaba y a los gritos de “Mátenlos a todos esos peronistas hijos de p…!”. Allí en ese mismo momento todos comprendimos que nuestra Escuela no estaba defendiendo al gobierno constitucional, por el contrario éramos parte de los rebeldes, y no entendía por qué?

Y esas mismas preguntas se las haría luego por la noche al Tte. Ramírez, después de atrincheramos en las afueras del IAME. “No sé, nosotros nos limitamos a cumplir órdenes”, me decía, pero sus explicaciones no eran para mi muy convincentes!

Mis compañeros más cercanos sabían perfectamente de mis raíces peronistas, de provenir como les decía “de una familia en donde hasta el gato era peronista”. Ellos sabían de mis triunfos como atleta en el Campeonato Infantil Evita en 1950, en donde me coroné Campeón de Capital Federal y Subcampeón Nacional en 64 Metros con vallas. Merced a mi triunfos había sido recibido por Evita en la Residencia de Olivos.

Un peronista que 20 días atrás, el 24 de Agosto recién cumplía 19 años!

En la madrugada del 17 de Septiembre el Teniente Ramírez a los gritos nos ordenó prepararnos para entrar en combate! A lo lejos se veían el perfil de dos bombarderos Avro Lincoln, de la Fuerza Aérea que seguramente venían de la Base Aérea en Villa Reynolds, San Luis y que se dirigían exactamente en nuestra dirección!

Mientras preparaba y ubicaba mi cañón Hispano Suizo de 20 Mm. mi cabeza era un panel de ideas confusas! En pocos segundos más debería tomar la decisión más importante de mi vida! Y era mía, solamente mía!

Nuestro grupo estaba compuesto de 25 a 30 Aspirantes de diversas promociones, todos estaban armados con fusiles Máuser modelo 1905, pistolas calibre 45 y ametralladoras PAM calibre 9 Mm. Yo estaba a cargo del arma más poderosa y seguramente la única efectiva en un fuego antiaéreo! Tenía un cañón Hispano Suizo de 20 Mm., que dispara a razón de 400 disparos por minuto a un alcance de 1500 a 2000 Metros de distancia, con espoleta y un explosivo en cada proyectil!

Los Avro Lincoln son aviones comprados a los ingleses luego de la segunda guerra mundial. Eran grandes, lentos y venían justo para sobrevolar nuestro campamento, volando bajo, a no más de 200/300 Mts. de altura! Eran un blanco perfecto! Había tiempo para apuntar, disparar, corregir la dirección y seguir disparando, sabiendo que un solo proyectil que diera en el blanco era suficiente para derribar cada bombardero a su vez seguramente cargado de bombas! Si, era un blanco perfecto! Muy simple de derribar!

De pronto el Teniente Ramírez ordenó “Fuego, Fuego!” y al unísono todas las armas dispararon hacia los aviones ya sobre nuestras cabezas! Todos cumplieron su orden y dispararon! Todos, menos mi cañón Hispano Suizo el cual permaneció en silencio! El Teniente Ramírez repitió su orden “Fuego, Fuego!”, que todos cumplieron! De mi cañón antiaéreo no salió un solo disparo! Pasaron los Avros y un instante después el Teniente Ramírez ordenó al grupo que me rodearan apuntándome con sus armas! Eran 30 armas de fuego apuntándome!

El Teniente saco su pistola Ballester Molina calibre 45 y la puso contra mi frente! Estaba muy nervioso y me gritaba a pleno pulmón: “Sabe Usted Aspirante Pringles la pena que corresponde por sabotaje y negarse a disparar frente al enemigo”, “Sabe Usted Aspirante lo que ha hecho?” Por supuesto que lo sabía, lo dice el Código de Justicia Militar: “Fusilamiento inmediato frente a un pelotón”! Yo permanecí callado, pero el Teniente seguía gritando y repitiendo lo mismo: “Sabe Usted lo que ha hecho?”.

Estaba enardecido! Y allí en el medio de esos gritos yo también a los gritos le contesté: “Ellos no son mis enemigos, son Oficiales y Suboficiales que están defendiendo a un gobierno legítimo y nosotros no!” “Ellos no son mis enemigos”! y “Yo no soy un asesino”!

El Teniente se puso fuera de sí, de su boca brotaba la saliva por los costados del encono que tenía, su pistola casi tocaba mi frente y se bamboleaba de un lado al otro frente a mis ojos! Mi vida en ese momento no tenía valor alguno! “Aspirante Pringles: Cállese la boca!”, “Le estoy ordenando que se calle la boca”, me seguía repitiendo! Nuestros gritos se cruzaban mientras yo seguía repitiendo “Yo no soy un asesino”! “Ellos no son mis enemigos”! En el ardor de ese intercambio yo no sentía miedo y estaba seguro de lo que yo hacía era lo legal y lo que correspondía hacer!

Ambos gritábamos a la vez! Yo nunca había hecho eso de levantar la voz en la estricta disciplina de nuestra escuela y de respeto a un superior!
De pronto mis camaradas tensos por la situación y al unísono empezaron a gritarme: “Callate Pringles, callate”! Y al final me callé! Fui arrestado y puesto en un calabozo de la Escuela, mientras a través de los guardias me enteraba que se rumoreaba mi fusilamiento como “ejemplo y escarmiento” para el resto de los estudiantes!

Al sexto día de estar detenido me hace llamar un Capitán que estaba ese día de Jefe de Día y a cargo de la seguridad de toda la Escuela. Y allí me pregunta: “Aspirante Pringles, explíqueme que es eso que Usted se negó a disparar frente al enemigo?” A lo que respondí: “Señor, hace pocos meses un Capitán Instructor nos explicó el significado de una “Orden Legal del Servicio”? Y nos decía que para ser “legitima” debía:

A) Ser emanada de un superior asignado “específicamente” por la “superioridad correspondiente”.
B) La “Orden” en si debe ser “legitima”, es decir respetando el Códigos Militar como así la Constitución Nacional”.

“Pero y en este caso, Señor:”, seguí diciendo. “El Teniente Ramírez, no pertenece a mi compañía, por ende no es una autoridad legítima para darme una orden de ese tipo!”.
“Más aun, una orden de derrocar al Presidente y al Gobierno legal es una orden ilegitima, viola la Constitución, los Códigos Militares y tampoco se debe acatar!”
“Finalmente, el Capitán Instructor reemplazante que nos dio esas directivas ese día, fue Usted mismo Señor”!

Así terminé mi respuesta!

El Capitán quedó totalmente sorprendido ante mis palabras y quedo callado por unos momentos. Estaba sentado frente a un escritorio y de pronto se tomó con sus manos la cabeza mientras la meneaba de un lado a otro y me dijo: “Es verdad Aspirante Pringles, yo dije eso”, “Es lo que corresponde y lo puedo volver a repetir y Usted interpretó bien mis instrucciones”! “Pero es también cierto que hoy vivimos un momento que nos sabemos que “está mal” o “está bien”!
“Váyase Aspirante Pringles, Usted queda en Libertad Usted no ha violado ningún reglamento, Usted está libre!”

Vaya fortuna para mí ese día! Cuantas coincidencias? Que se le ocurriera al Capitán llamarme y más aún tener la nobleza de refrendar lo dicho! No, nunca pude recordar el nombre de dicho Capitán, que en una sola oportunidad reemplazo a nuestro oficial instructor militar asignado. Siempre tuve buenos Oficiales y Suboficiales Instructores! La Fuerza Aérea siempre nos dotó de principios férreos de moral y disciplina que siempre respeté. Y estos principios fueron siempre la columna vertebral de mi vida y que procuré transmitir a mis hijos!

¿Por qué traigo estos recuerdos en ocasión de que la Nación recuerda el 60 aniversario de un golpe de estado, de un episodio vergonzoso, anti argentino, basado en “La Razón de la Fuerza”, que originó violencias inusitadas y creó la separación de los argentinos?

Lo hago puesto que es el momento tal vez único y último que me queda para hacerlo. Acabo de cumplir 79 años, y los tripulantes de los Avro Lincoln tendrían entre 5 y 15 años más de edad que la mía, es decir todos entramos en una edad donde la luz al final del túnel es ya muy tenue!

¿Quiénes eran los Oficiales y Suboficiales que integraban la tripulación de dichos Avro Lincoln? Yo nunca lo supe! Y ellos seguramente nunca se enteraron lo cerca que tuvieron de perder su vidas a manos del “Aspirante Pringles!” Me gustaría conocerlos y de lejos o de cerca poder estrecharnos en un abrazo reviviendo hechos muy trágicos en nuestras vidas!

¡Ojala que así sea!

Alberto R. Pringles
Suboficial Retirado, Fuerza Aérea Argentina
Los Ángeles, California

Adiós, señora - por Jorge Asís


Ya es todo cuesta abajo, señora.
Lentamente, sus días se van llenado de últimas ocasiones y actos de clausura, y la expectativa se convierte en nostalgia.
Es natural, a todos nos pasará en algún momento.
Cualquiera podría darse por satisfecho en su lugar, ha llegado a lo más alto de su carrera política, y ha acumulado las dos cosas que más quiso en el mundo: poder y dinero. Sería el tiempo indicado para retirarse, descansar y tal vez escribir unas memorias que muchos comprarían y mentirían haber leído.

Pero usted no es así, ¿verdad? No, claro que no. Usted detestará cada minuto.
Al principio los cambios serán groseramente evidentes. A partir del 11 de diciembre, ya no dispondrá de los bienes del Estado para su uso personal, deberá procurarse su propios juguetes, desplazarse a nivel del suelo y pagar por lo que compre. No podrá contarle a millones de personas los falsos detalles de su vida imaginaria, ni proyectar en un auditorio obligado sus frustraciones patológicas y los resentimientos que han moldeado su carácter como el impiadoso cincel de un escultor perverso.

Pero superará eso, señora. La mente humana es maravillosa para adaptarse a variaciones traumáticas. Superamos divorcios, mudanzas, muertes y catástrofes de todo tipo. Incluso superamos gobiernos desastrosos.
Los que son realmente difíciles de prevenir por insisdiosos y sutiles son los pequeños detalles que marcan la decadencia. Es como la juventud, señora, que se pierde en forma tan gradual e inevitable que no nos damos cuenta hasta que un día la imagen que nos devuelve el espejo nos resulta ajena, extraña y ominosa.

Y usted, acostumbrada a ser el centro, conocerá la periferia.

Un día alguien se dará cuenta de que ya no es necesario mantenerla informada de todo.
Un día alguien la hará esperar en el teléfono.
Un día alguien la recibirá con indisimulable fastidio.
Un día, señora, notará que aquella forma de relacionarse con las personas basada en el temor como remedo deforme del respeto, ya no es efectiva. Cosa curiosa el respeto, se obtiene más cuando más se entrega, y usted no ha entregado nada, nunca.
Aquellos a quienes usted ha ofendido, humillado y agraviado en el ascenso, se presentarán a cobrar sus cuentas en la caída.
Porque las lealtades alquiladas no son perennes, señora. Sus propietarios simplemente cambian de inquilino. Cual multitudes de Pedros, la negarán tres veces, o quinientas, si eso dictan las conveniencias del momento. Usted sabe mejor que nadie cómo es eso.

El poder se escurre entre sus manos ahora mismo, señora, y no se detendrá.

Soñará, claro, con un futuro regreso, y tal vez esa esperanza la mantenga a flote por un tiempo.
Pero cuando el periodismo voluble comience a ignorarla, cuando ya no alcance su primer nombre para identificarla en la nota de relleno de una página perdida, sentirá la mordida del miedo.
Ya no será "la Jefa". Será "la vieja". "¿Y ahora que quiere la vieja?" comenzará a escucharse en tono irritado ante cada llamado, cada pregunta, cada exigencia.
Su enfermizo deseo de trascendencia será aplastado en este país donde cada gobernante llega a su puesto con delirios fundacionales.
Cualquier cosa que haya hecho, cualquier legado que pretendiera dejar podrá ser borrado con una firma, con las manos levantadas de los mismos que hasta ayer le juraban fidelidad hasta la muerte.

Usted no será un mito, señora, porque los mitos se construyen a lo largo de los años con la contribución deliberada y constante de muchas personas motivadas por el respeto o la conveniencia. Descartado el respeto, sólo quedará la conveniencia, y rápidamente usted se convertirá en alguien inconveniente.

Quizás entonces se aferre a otra fantasía, la de fundar una dinastía. Pero ¡ay!, los herederos no parecen estar a la altura.

Usted ha cometido un terrible error en su vida, señora: no ha tenido amigos. Y le pesará, porque el refugio de los afectos está reservado a las personas buenas.
Le quedará, si acaso, la familia, suponiendo que sean capaces de soportar su creciente amargura.

Sé que está obsesionada por cómo la recordará la posteridad.
Lo mejor sería que la olvidara del todo, señora.

Porque de otra manera, la única huella que dejará su paso por esta vida, será una nota marginal en la Historia Universal del Fracaso.

Adiós, señora.

Jorge Asís.

El ocaso de la militancia - por Alberto Medina Méndez


El ocaso de la militancia.

El proceso ha sido progresivo. No ha ocurrido repentinamente. La historia reciente muestra, en todo caso, un agravamiento de la situación y una profundización de esta tendencia indudablemente negativa.

El vaciamiento ideológico de los partidos políticos ha destruido lo poco que quedaba de mística en ellos. En otras etapas la gente se acercaba a estas estructuras porque entendía que desde allí transformaría a la sociedad, logrando cambios que mejorarían la calidad de vida de los ciudadanos.

Ingresar a una agrupación política significaba transitar un sendero de grandes emociones y de enorme satisfacción. Ese recorrido elogiable llenaba el alma y estaba repleto de actitudes muy positivas.

Poco a poco, pero sin interrupción, la política se fue complejizando y también corrompiendo. La acción cotidiana se delego a terceros, buscando quien solucione cada asunto y perdiendo buena parte de su esencia.

Todo se ha ido profesionalizando y los partidos no se han apartado de ese rumbo. Las organizaciones políticas, como casi todas las otras, han decidido que sean los terceros los que resuelvan problemas puntuales, contratando especialistas en diferentes tópicos para que ayuden a optimizar esfuerzos.

No es que eso sea incorrecto. Al contrario, es saludable contar con esa cooperación. Lo preocupante es que el único motor sean los rentados, los que reciben una retribución por asumir las tareas asignadas.

En una época, el militante pasaba largas horas de su vida en el partido, meditaba sobre la campaña, escribía panfletos, diseñaba carteles, los hacía imprimir, salía a colocarlos y distribuirlos con sacrificio personal, aportando no solo su tiempo y sus ganas, sino también dinero cuando fuera necesario.

El trabajo militante es sinónimo de compromiso a prueba de todo, de pasión sublime y de convencimiento absoluto. La disposición para hacer lo que sea preciso, sin importar la dificultad ni la envergadura de la labor, solo se puede encontrar en aquellos que sienten a la causa como propia y que su voluntad nace de las entrañas y no de especulaciones de coyuntura.

Lamentablemente eso viene desapareciendo a pasos agigantados y no se vislumbra nada diferente en el corto plazo. Tal vez una excepción a esa regla sea la que sucede en ciertos sectores de la izquierda más ortodoxa, en ese respetable socialismo. Allí aún persisten con bastante potencia estos vigorosos hábitos de la política tradicional.

Sin embargo en el resto de los partidos, casi todo se ha desvirtuado. En la inmensa mayoría de ellos la aniquilación de las ideologías ha hecho su parte con éxito. La estrategia premeditada de no fijar posiciones, de esa versatilidad a ultranza que ha abusado del pragmatismo, solo ha expulsado sistemáticamente a los más entusiastas y valiosos individuos.

En términos electorales ese plan ha funcionado en muchos casos y es por eso que su dinámica es imitada. No tener postura definida sobre casi ningún tema, ha permitido llegar a demasiados votantes. La contracara es que nadie defiende esas "ambiguas visiones", salvo que se los recompense.

Casi todos los partidos han elegido este indecente criterio de prescindir del contenido ideológico y apelar a reunir fondos para contratar los servicios de profesionales que se encarguen de todo. Esa es la matriz del presente.

Las personas que integran las filas de esos agrupamientos reciben salarios y en muchos casos son funcionarios. Sin ese incentivo no lo harían y estarían dedicados a otra actividad. Para ellos la política es un "trabajo", una profesión, un oficio, una mera ocupación en esta etapa de sus vidas.

En los espacios afines a las ideas de la libertad parece predominar una misteriosa modalidad. Allí abundan los que entienden que son "otros" los que deben ocuparse de hacer que las cosas sucedan.

Una exótica especie de extraños personajes alienta a otros a hacer lo que ellos no quieren, ni pueden. Proponen que los liberales se deben integrar a partidos ya existentes para cooptarlos, o crear nuevos espacios que surjan sin flancos débiles, o inclusive sueñan con recuperar antiguas instituciones formales para recomponerlas y poblarlas de dirigentes y votantes.

El problema es que siempre terminan hablando de lo que deben hacer los demás, y en casi ningún caso, asumen el trabajo de liderar esos audaces procesos que promueven. Un vicio de ese sector de las ideas, es que las responsabilidades primarias siempre son ajenas y no se hace autocrítica.

Es por eso, probablemente, que no florecen partidos con esa visión. Sin recursos suficientes, ni individuos dispuestos a colaborar con tiempo y esfuerzo con sus propias ideas parece imposible llegar a buen puerto. Lo que no existe en realidad es la decisión de tener una profunda actitud "militante", porque eso implicaría resignar tiempos personales y laborales.

El problema general es mucho más profundo de lo que parece. Si los que pueden poner su pasión y convicciones al servicio de una causa noble se abstienen de hacerlo, la política quedará siempre en manos de los inescrupulosos que solo se dedicarán a ello a cambio de una remuneración.

En ese escenario, la política solo representará a los intereses de los dirigentes mercantilizados, esos que no tienen ni ideología, ni principios y que solo buscan retener cargos o conseguirlos. Así la política seguirá siendo una actividad muy redituable para algunos y no un modo de transformar genuinamente el presente. La política vive ahora una transición hacia otras formas, pero no necesariamente mejores. Mientras tanto resulta absolutamente inocultable el ocaso de la militancia.

Alberto Medina Méndez
albertomedinamendez@gmail.com

Argentina: CORAZONES VACIOS - Por Eduardo Juan Salleras


Argentina
CORAZONES VACIOS
Por Eduardo Juan Salleras, 1º de septiembre de 2015.-

Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente

«Escuchad y entended todos: Nada que entre de afuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de adentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de adentro del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de adentro y hacen al hombre impuro.» Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,1-8.14-15.21-23) domingo 30 de agosto de 2015.

Para Jesús en el interior de un hombre existen estos sentimientos impuros, o por el contrario, moralidad, generosidad, justicia, prudencia, respeto, caridad, nobleza, honra, humildad, naturalidad… santidad. Lo que uno tiene adentro es lo que sale.

Sin embargo, eso fue hace 2000 años atrás, cuando Jesús jamás pensó que podía existir la tercera variante, los argentinos.

Dios, cuando en su cóctel creó el mundo y a la humanidad, creyó que todo le había salido bien y por ello descansó el domingo. Así lo cuenta la Biblia.

Y no fue tan así.

Nunca imaginó que de esa combinación podía surgir, del territorio más rico, más amable, más sereno de todo el planeta, una nueva especie, distinta a casi todas: los argentinos.

Entonces, están los corazones impuros, los corazones puros y los corazones vacíos, los nuestros. En un corazón ocioso pueden entrar los sentimientos tanto indecentes, deshonestos, viciados, inmundos, como también las conductas sanas.

Resulta, que el relato pudo más que las buenas pasiones, que la educación, que la cultura, que la tradición, que la correcta convivencia ciudadana, que la consideración al prójimo; pudo más que el respeto a las instituciones de la democracia y la república.

Encontró asidero en almas vacías o vaciadas.

Al inicio de la década del `80, en el interior de los argentinos solamente hervía el ánimo por volver a la normalidad cívica, es por ello que gana las elecciones aquel que tuvo como su discurso emblema, el preámbulo de la Constitución Nacional: Raúl Alfonsín. Sin embargo, la tendencia enseguida comenzó a cambiar hacia el “yo soy…”, así vino el intento del “tercer movimiento histórico”, voluntad destrozada por la hiperinflación.

Era demasiado para un radical, no para un justicialista.

Aquellos corazones exultantes de democracia y república, posteriormente se vieron seducidos por el “Síganme que no los voy a defraudar”, “La Argentina está condenada al éxito” y por último: El gobierno nacional y popular de la última década. Fueron 24 años de gobierno justicialista plagados de corrupción y de clientelismo político, no sólo con los que menos tienen, sino peor, con los enriquecidos de la nada.

Hoy descubrimos el fraude electoral en Tucumán cuando la elección que ganó Menem y que luego asume Kirchner como presidente, fue una estafa al sistema. A pesar de ello, nadie dijo nada y todos contentos con el “raro” que nos iba a gobernar hasta su muerte, dejando peor descendencia. ¿Alguien preguntó por Santa Cruz?

Y luego se sucedieron otras, muy oscuras.

Se siente olor a podrido por todos lados y nos es de ahora.

De corazones ociosos a vanidosos, de huecos a frívolos, propensos a llenar con cualquier cosa su integridad. Los argentinos hemos aceptado de a poco y sin resistencia, distintas formas de inmoralidad como el robarle el dinero al pueblo; de perversión, como permitir que el narcotráfico ande a sus anchas por todo el territorio como patrón social, sumergiendo a la comunidad al flagelo y a la esclavitud de la droga; al libertinaje del todo vale menos los derechos de los ciudadanos honestos; al delito como una nueva actividad lícita; al abuso del poder; a la indecencia de la subversión de la palabra… al relato mercenario.

Y uno piensa, ¿se pueden recuperar esas almas infectadas? ¿Se puede sembrar una semilla en tierra salada? No sé, tal vez algo nazca, raquítica la planta comience a erguirse en el peor suelo, ¿Y después? Se verá.

Recuerdo, cuando aún muy joven, hacía mis primeras armas en el campo y recorriendo un lote con un viejo paisano que trabajaba con la familia desde siempre, le pregunté por qué, luego que la hacienda comió todo el potrero, quedaban matas aisladas de pasto sin tocar, las más verdes, las más opulentas, las más atractivas. Me hizo bajar del caballo y meter la mano entre medio del frondoso “macollaje”. Vaya sorpresa me encontré, la mano tocando bosta fresca de vaca. - “Viste porque la vaca no la toca a esa planta… hasta que con el tiempo se resuma y se haga suelo, excepto que pase mucho hambre el animal, no lo va a comer”. Redondeó Don Leandro, analfabeto y sabio al mismo tiempo, de corazón bueno.

Luego de esa enseñanza recurrí a un antiguo sistema: desparramar la bosta enseguida de pastoreado el lote con una rastra de cadenas, o la de dientes pero dada vuelta. Eso evitaría no sólo que queden esas desprolijas matas intactas en el lote, sino una mejor fertilización del potrero.

¿Se puede acaso desparramar tanta bosta acumulada durante una década?

¿Servirá para fertilizar algo o será como regar con salmuera?

Lo que Jesús dice en el Evangelio es cierto. Depende de qué tengamos en nuestro interior, de qué madera estemos hechos, qué enseñanzas recibimos o supimos aprender de nuestros mayores, de la escuela, de la universidad… qué amigos ganamos por la vida… seremos o no capaces de enfrentar a un relato deprimente y abrazar la virtud, o sucumbir ante la sugestión de la corrupción.

Nuestros corazones merecen otra cosa, creo.

EJS

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