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Los argentinos no nos proponemos sanar - Por Eduardo Juan Salleras


Los argentinos no nos proponemos sanar

¿QUÉ DIFERENCIA HAY ENTRE UN UNIFORME Y UNA CARTERA DE LOUIS VUITTON?
Por Eduardo Juan Salleras, 26 de agosto de 2015.-

Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente

Tenía en mi mente un artículo, enriquecido con alguna frase que escuché en el sermón del domingo, ese día no pude escribir una línea y quedó en la memoria.

El lunes, arrancando la semana y volver al campo, llegué tarde, cansado, sin ganas de sentarme frente al teclado.

Encendí el televisor y me quedé mirando la marcha de protesta en San Miguel de Tucumán, por el fraude electoral en la jornada anterior, un verdadero escándalo institucional.

Miles de personas colmaron la plaza frente a la casa de gobierno, las que fueron reprimidas brutalmente por la policía provincial. No me sorprendió.

Lo que sí me llamó la atención es cómo, propios y ajenos, aceptaban como válido el triunfo del oficialismo, luego de lo acontecido el día anterior, con quema de urnas, con mesas anuladas, con compra de votos ofreciendo transporte, entregando bolsones de alimentos a las puertas del lugar donde se votaba, promocionando todo esto por WhatsApp, con hechos de violencia, tiros, con gente internada… Estos comicios deben ser anulados, sin embargo, como Tucumán no nos pertenece, lo dejamos así… y así fuimos llegando a donde estamos.

¿Qué podemos esperar para octubre, si lo del domingo funcionó como esperaban?

La salida de este callejón quedó tan lejos que casi no se ve. Muchos, incluso, no siquiera intentan mirar para atrás. Tal vez temiendo reprocharse por no haber hecho en su momento lo que correspondía… mejor dejar que todo pase y seguir.

Ahora, el camino se puesto muy oscuro y nada bueno se ve por delante.

Hay quien cree que el mundo comienza y termina a su alrededor, de estos demasiados tienen suerte, no habilidad, y los sucesos que son desgracia para muchos, no los tocan, por eso se consideran intocables.

Desde arriba y desde abajo, los favorecidos del sistema, no son otra cosa que, de a poco y cada vez más, esclavos. Esa persona a quien le compran el voto con dinero o con mercadería es un preso del modelo. ¿Qué interés puede tener el poder de arreglarles la vida definitivamente a la pobreza, si ésta cumple así con lo que necesita el populismo para encuadrarse en el sistema democrático, solamente haciéndolos votar a su antojo? Ahí, comienza y finaliza todo.

Aquí llegamos porque no supimos decir basta a tiempo.

También, con el apoyo de los de arriba, esclavos del oportunismo, por acción u omisión, favorecieron este desbande de corrupción, tráfico de drogas, inseguridad, destrozo institucional… los del medio, aprovechando los numerosos fines de semana largos – los que pueden – escapan de la realidad, una vez al mes, haciendo catarsis en familia. Al regreso, claro, todo sigue igual o peor… no miran, o sí, pero no ven, más allá del dólar o si la soja baja en Chicago. Todo aquello que se ganó a comienzos del `80 y que, con una hipocresía, notable juramos defender con la vida y para siempre, está siendo ultrajado desde el mismo sistema, haciendo votar esclavos a cambio de bolsones o de fines de semana largos de paseos… o cambiar de canal evitando o negando la represión en Tucumán para ver “Bailando por un sueño”.

No es lo que nos toca, sino lo que somos.

No es lo que éramos, sí en lo que nos hemos convertido.

Lo escandaloso, lo dramático, lo corrupto, nos parece tan sólo anecdótico, negamos lo obvio, evitando hacernos cargo… en el futuro, irreversible, diremos: yo no fui o yo no los voté.

El populismo – por no darle un nombre partidario – logra calmar a los pobres, y mientras se sientan satisfechos, para qué sacarlos de su condición. Logra también hacer sentir emancipados a los esclavos, para qué entonces, quitarles los grilletes si así pueden caminar bastante bien, por lo menos hasta donde el amo pretende que lleguen, a las urnas.

Toda esta magia se logra con el relato, un cuento oportuno y bien narrado, porque aquellos en peores condiciones, necesitan del encanto y no los culpo, en cambio los que nadan en la dicha de la mano del desparpajo, nada creen de lo que les dicen pero aplauden igual, actuando subordinadamente.

Me producen repulsión esos, que pudiendo ser libres piden grilletes, de oro claro, para atarlos a sus pies, a cambio de jugosas dádivas, prebendas, negociados; suplican ingresar al mundo de la corrupción, ¿Cuántos esmerados simuladores sobreactúan la obsecuencia sin tener el más mínimo miedo al ridículo? ¿Será que la excepción hace la regla?

La elección de domingo fue una prueba piloto.

Lo curioso es que no escandaliza, no rebela, no subordina, no asquea el maltrato que se está produciendo hace más de una década, en la vida cívica de los argentinos. Clientelismo político a las puertas de la votación; arriando como ganado a los necesitados, aprovechado su miseria; matoneando para ganar como sea y perpetuarse en el poder; quemando urnas; tirando tiros; alterando los resultados… ¿para qué ir a votar y legitimar un gobierno despótico y corrupto?

¡Qué miedo tiene la oposición con lo que está pasando!

Se debe votar de nuevo, con veedores, gendarmes, ¿como si fuera un estado de sitio?… ¿o acaso no lo fue?

Ya nadie debería, con lo sucedido en Tucumán y las reacciones posteriores de unos y otros, tener lugar a la confusión. Porque se vio muy claro lo que pasó y quién aplaudió lo ocurrido, quién se quejó por lo que puede ocurrir y quién rechazó sin ningún atenuante la aberración tucumana, el despojo de las condiciones cívicas mínimas que tiene por derecho su pueblo.

Si la democracia se reduce a esto y la república a nada, ¿qué diferencia hay entre un uniforme y una cartera de Louis Vuitton?

No fabulemos ya con izquierdas y derechas, con estatismos o liberalismos; no juguemos más con la gente.

La República fue invadida por el despotismo, ingresó disimuladamente disfrazado – como caballo de Troya – de democracia, enfermando a la sociedad entera, la que teme morir pero, la que no se propone sanar.

EJS

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