El pueblo de Israel, su gobierno y el mundo sin descartar a los judíos, lloran la muerte de bebé palestino de 18 meses Alí Darawsha, asesinado por fanáticos extremistas israelíes. La autoridades de Israel buscan afanosamente a los autores para castigarlos como se merecen y evitar con ello que hechos similares se vuelvan a producir.
La lucha contra el extremismo debe ser mundial, sin tomar en cuenta la nacionalidad o religión de los autores del crimen, sin importar si son cristianos, musulmanes o judíos.
Debería, pero no lo es. Los árabes no toman parte de esta campaña. Cómo es posible que los árabes combatan al extremismo musulmán, si sus propios dirigentes políticos y conductores espirituales, son extremistas que estimulan el asesinato de judíos en donde ellos se encuentren. Cómo es posible que los árabes combatan al extremismo musulmán, si sus propios dirigentes políticos y conductores espirituales festejan con reparto de golosinas a su pueblo cada vez que un inocente israelí muere a causa del extremismo que ellos subvencionan. Cómo es posible que los árabes combatan al extremismo musulmán, si sus mismos cabecillas y consejeros religiosos felicitan y condecoran a sus criminales.
De la misma manera como Israel debe hacer todo lo que está a su alcance para castigar y borrar de sus ámbitos al extremismo judío que atenta contra su propia integridad, las instituciones y los países que velan por la paz del mundo deberían combatir el extremismo árabe, para evitar que dicha plaga invada la orbe y dificulte esa noble labor. Pero lamentablemente no lo hacen. Por el contrario. Entablan conversaciones con el país que más auspicia al extremismo internacional, que resultan convenios de los que sale altamente favorecido.
Samuel Auerbach,
Natanya, Israel.
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