¿Qué le pasa a este mundo?
No existe mente sana que no quiera vivir en paz, que no quiera disfrutar de la vida dentro de una sociedad rodeada de amigos. Es el sueño que siempre tuvo el pueblo de Israel y que siempre se le negó. Es ese sueño que expresa cuando saluda, cuando entona su himno o cuando en sus plegarias lo clama de su Eterno. Es ese afán que demuestra cada vez que con desgarrante dolor, destruye hogares para entregar extensiones y recibir en cambio algunas brisas de paz que nunca llegan.
Israel no odia a nadie. Israel quiere para sus vecinos la paz que quiere para sí, y estaría dispuesto a repetir sus dolorosos renunciamientos, si supiera con seguridad que con ello la paz que añora se podrá concretar. Pero no los puede repetir. No los debe repetir porque ya sabe con certeza que sus vecinos no desean paz ni les interesa para nada conseguir una patria para los palestinos. Sus vecinos árabes solo quieren aniquilar al país de los judíos y usan al problema palestino con el único fin de desacreditar a los “sionistas invasores” ante la opinión pública. Lo dicen y lo demuestran a diario con actos de terror, y cuando con tanta facilidad asesinan a los propios palestinos que piensan distinto.
No obstante, el mundo no quiere reconocer que la paz no se logrará con la creación de un país para los palestinos del Cercano Oriente. Un nuevo país árabe surgido en las entrañas de Israel, no solo no traerá paz a la región, sino que también cercenará las defensas territoriales tan caras para su seguridad. Pero por más que los enemigos intenten aniquilar a Israel, no lo lograrán porque en este capítulo de su historia los judíos saben cómo defenderse. No lo lograrán porque ahora Israel tiene los medios de evitar que sea destruida su irrenunciable patria, la tierra de sus ancestros a la que con tanto sacrificio volvieron después de errar durante dos mil años por tierras extrañas.
Israel no se opone a que los palestinos sean tan felices en su país como los judíos lo son en el suyo. Pero también es lógica y natural la obstinación de Israel en no entregar las barreras naturales defendibles que debe mantener mientras persiste el peligro a su existencia. Esto que se ve tan claro como a las estrellas en una diáfana noche, es inconcebible que el mundo no lo vea y no lo comprenda. ¿Qué le pasa a este mundo que está tan ciego que hasta culpa a Israel de haber sido el agresor en las guerras que luchó solo para defenderse?
Samuel Auerbach,
Natanya, Israel.
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