Escasez
CUANTO TIEMPO PERDIDO
Por Eduardo Juan Salleras, 17 de noviembre de 2014.-
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente
Con mañanas frescas y tardes muy calurosas, se terminan las jornadas por estos días, muy cansado, luego de haber estado al sol en las peores horas, poniéndole el hombro al carro para que no se vuelva para atrás.
Así es la vida en el campo, esa es mi vida.
Siempre hay una edad para todo, la del deporte la abandoné hace unos años, porque hay momentos para cada cosa, pero mi trabajo hoy es casi a nivel competitivo con el deber productivo de cumplir.
Los errores en el campo no se pagan sólo con dinero sino también con tiempo, que es lo único escaso en la vida, particularmente en un país como el nuestro, plagado de bondades, de tesoros naturales y con una carencia notable de personas en condiciones para gobernar; que deja pasar ocasiones, quemando las riquezas correspondiente a su oportunidad, mientras hay gente que espera, casi con temor, con necesidad, con angustia, su cosecha, la que delegó en las promesas, en las ilusiones generadas desde la palabra de los dirigentes.
Y aunque parezca mentira, más allá del exabrupto de decir: “Estamos condenados al éxito”, nadie puede derrochar tiempo, ni siquiera un país, mucho menos el pueblo. El error es actualidad pero también es desaprovechar el futuro, la época.
Hubo un tiempo donde los precios internacionales de los productos que producía la Argentina, eran bajos, muy bajos. Por ejemplo la soja en el gobierno de De la Rúa rondaba los 100 dólares la tonelada. En los últimos 10 años el promedio del valor de este grano, de esta oleaginosa, ha sido probablemente superior a los 400 dólares. Hoy está en baja, con una perspectiva no demasiado buena. Sin embargo en el mejor momento de su precio se produce la lucha con el campo, la que todavía arrastra alguna secuela. ¿Qué necesidad había de inventar un conflicto en épocas de bonanza? Una verdadera pérdida de oportunidades.
Los que trabajamos el campo conocemos bien sobre los tiempos, cada cultivo tiene el suyo, y cada uno tiene en sí mismo momentos para una cosa o para otra. Es importante cumplir de la mejor manera con las etapas, de esta forma el éxito solamente quedará supeditado a la suerte del clima,.
La hacienda también: las vacunaciones, la yerra, la desparasitación… en el tambo la hora de ordeñe, los ciclos de comida. La vaca productora de leche es un verdadero relojito.
Si a los terneros se les da la mamadera a las 8, a las 8 tiene que ser sino ellos mismos avisarán a los gritos, ni hablar si se quedan con hambre. Hay noches que se escucha balar, y especialmente mi mujer, sale porque alguno llama y con un toquecito de caldo caliente, se duerme y hasta mañana. Ese era el momento.
Esas personas que tiene el don de hacer las cosas a su tiempo, en el instante preciso, son los verdaderos virtuosos y merecen mi admiración. No hay nada que los distraiga, ni pereza que los frene, desde ya que no siempre todos pueden hacer las cosas a su tiempo y forma porque a veces se carece de los elementos necesarios, teniendo que ver más con lo segundo que con lo primero.
No hay que perder el tiempo.
Estábamos los argentinos en la Estación, esperando que pase ese tren que nos prometieron los políticos que ocuparon el poder, el del éxito. Solamente debíamos esperar tranquilos.
Fue pasando el tiempo y solamente veíamos circular sin detenerse formaciones de carga, llenas de riquezas, desde donde arrojaban sin detenerse, sándwiches de mortadela para todos (y todas) los que estaba en el andén y a reglón seguido: la ovación.
Pero del tren de pasajeros, el de la gloria forzosa, ni noticias.
Pasaron los días, los meses y los años. Pasó más de una década en la que sabíamos que todo iba muy bien, de hecho vimos transitar miles de vagones de carga con los tesoros conseguidos, pero ninguno de pasajeros que nos traslade al mismo lugar, a igual destino que la riqueza.
Debo reconocer que nunca faltaron los sándwiches de mortadela.
Hace un rato que ni siquiera se ven desfilar formaciones de carga, lo que nos lleva a sospechar a todos los argentinos, que estamos allí en la estación hace ya unos cuantos años, que tal vez no sea cierto eso de que estamos condenados al éxito y que incluso presumimos que la cosa ahora no debe andar nada bien. Sí, han prometido choripanes para el próximo año.
La cara de los que estábamos ahí no era ni de bronca ni de tristeza, solo expresiones duras, de corazones y mentes vacías, como desiertas las esperanzas.
No creo ser yo un buen exponente del correcto uso del tiempo productivo, eso sí, trato de no dejar pasar jamás un momento de felicidad.
¡Qué manera de perder el tiempo todos estos años!
Algún día aprenderemos, o lo nuestro, tan sólo, se tratará siempre de esperar.
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