En septiembre de 2000, los objetivos de desarrollo del Milenio contaron con el apoyo de la comunidad internacional, unida tras una visión compartida. Dichos objetivos, que expiran en 2015, señalaron una nueva era de cooperación mundial y desencadenaron avances reales con vistas a sacar a millones de personas de la pobreza extrema, mejorando la salud y el acceso a la educación y emancipando a las mujeres.
Los ocho objetivos originales –entre ellos la reducción de la mortalidad infantil y la consecución de la enseñanza primaria universal– han sido elogiados por su sencillez y su mensurabilidad. Representaron la plasmación de un imperativo abstracto y desmesurado en fines alcanzables, pero, como gustaba de decir Albert Einstein, “no todo lo que cuenta se puede contar y no todo lo que se puede contar cuenta”.
Actualmente, es importante que no quedemos atrapados por lo que funcionó en el pasado. Para dar resultado, el programa posterior a 2015 debe romper el molde original. Se debe basar en un relato más completo sobre cómo se produce el desarrollo: un relato que explique cuestiones complejas como la de la migración. De lo contrario, el programa de desarrollo mundial podría perder su pertinencia y, por tanto, las partes interesadas podrían dejar de sentir interés por él.
Tal vez sea comprensible que los objetivos de desarrollo del Milenio originales no mencionaran la migración interna ni externa. Se trata de asuntos políticamente delicados que podrían haber polarizado a la comunidad internacional, en lugar de unirla. Además, en aquel momento nuestra comprensión empírica de las relaciones entre migración y desarrollo era limitada; había pocos datos con los que dar forma a objetivos mensurables.
Sin embargo, la migración es la estrategia original para las personas que intentan escapar de la pobreza, mitigar el riesgo y lograr una vida mejor. Nos ha acompañado desde el amanecer de la Humanidad y actualmente sus repercusiones económicas son inmensas. Los giros de los migrantes superan el valor de toda la asistencia oficial para el desarrollo combinada, por no hablar de los impuestos que pagan los migrantes, las inversiones que hacen y el comercio que estimulan.
Cuando examinamos el programa de desarrollo de la próxima generación, es muy importante también entender que la migración ha sido una fuerza vital para la consecución de los objetivos de desarrollo del Milenio originales. Actualmente hay 215 millones de migrantes internacionales, cifra que, según se espera, aumentará hasta los 400 millones en 2040, y otros 740 millones de migrantes internos, que se han trasladado de zonas rurales a urbanas dentro de sus países. Por lo general, cada uno de ellos mantiene a muchos familiares en su lugar de origen, lo que contribuye también al avance económico de comunidades enteras.
En Bangladesh, por ejemplo, tan sólo el 13 por ciento de las familias que reciben giros del extranjero se encuentran por debajo del umbral de la pobreza, frente al 34 por ciento de las que no los reciben. Los datos correspondientes a Latinoamérica, África, Asía meridional y otras partes del mundo muestran que los giros reducen la profundidad y la gravedad de la pobreza y que una parte muy importante de los ingresos suplementarios van destinados a sufragar la educación y la salud. En el Pakistán rural, los giros están relacionados con un aumento de la matriculación escolar, en particular de niñas. Podríamos seguir citando muchos otros casos.
Aparte de los datos, no hay un símbolo mejor de la interdependencia en aumento que los desplazamientos de las personas. Si podemos lograr que las generaciones futuras disfruten de avances económicos sólidos, una de las razones fundamentales será la de que se hayan permitido los desplazamientos de las personas con mayor libertad. Los países avanzados, con sus tendencias demográficas negativas, necesitan migrantes, como también los países en desarrollo: no sólo por las contribuciones económicas de los migrantes, sino también por la diversidad social y cultural que aportan.
Con ello no pretendo negar que la migración tenga inconvenientes, pero no va a desaparecer y va en aumento. No puede haber un regreso al pasado monoétnico, por lo que, para tener éxito, las sociedades habrán de adaptarse a la diversidad.
Por lo general, los expertos en desarrollo consideran la migración una señal de fracaso: si las políticas en pro del desarrollo funcionan, las personas no sienten deseos de desplazarse. Por consiguiente, se ha considerado la migración un problema por resolver y no una solucíón a un problema.
(continúa)
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