¿QUÉ PRETENDEN DE NOSOTROS?
Por Eduardo Juan Salleras, 11 de febrero de 2014.-
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente.
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Durante los tiempos de descanso, la gente desea aliviarse de los problemas de todos los días, esos que debe afrontar irrenunciablemente durante el resto del año.
Por ello, si bien escribí unos cuantos, evité publicar artículos relacionados con la política, tal vez sería mejor decir con la realidad.
Aunque no es lo mismo una cosa que otra - una es todo lo que nos sucede y la otra, tan solo una parte - en la Argentina, por capricho de nuestros gobernantes, la política pretende ser nuestra realidad, ocupar por completo la vida de los ciudadanos.
Se ha dado más con este gobierno paranoico que tenemos, que encima lleva una década gobernando de la misma manera pero, con distintos resultados. Y son estos los que han cambiado sustancialmente en los tiempos recientes, poniendo incluso en un manto de duda todo lo que antes se llamó éxito.
Es que no es lo mismo el triunfo, la conquista o el dominio, que el prestigio, el honor o la honra. Son estos tres últimos los que nos van a dar crédito.
De los desaciertos constantes que se vienen sucediendo día tras día, mes tras mes y año tras año desde su comienzo, pretendiendo disimular las acciones y los resultados, borrando por decreto el término fracaso, “el modelo”, como lo llaman, pretende como estrategia de poder, ocupar por completo el ánimo social, y en ese desorden anímico lograr barrer bajo la alfombra, las muestras claras de la incapacidad, la corrupción y el desgobierno.
Tal es el grado de locura en la que han metido a la sociedad, que ciertas decisiones políticas, dicen ser tomadas por el hijo de la presidente, que no tiene otro cargo que la filiación y que no ostenta títulos que lo honren.
Ya, totalmente así alejada la Argentina del sistema republicano, comprometiendo seriamente a la democracia con el despotismo, nos parecemos más a un vicioso reinado de la edad media que a un estado moderno. Siendo además parte de una asociación de países latinoamericanos que exhiben otro tipo de mamarrachos en sus gobiernos, con el mismo sistema de ahogar a la sociedad en la política.
Estamos claramente hablando de demagogias, una forma popular de disfrazar al autoritarismo; el gobierno de la palabra, del relato oficial.
¿Es lógico que la política y la realidad sean lo mismo? ¿Está bien que sea así?
Las nueva corrientes ideológicas llaman a todos a participar de la política, pero son muy pocos los que cobran por ello, los demás, son idiotas útiles que sirven a la causa.
Los que producen, trabajan y hacen el día a día de la sociedad, son tratados descortésmente por los que hacen política desde el oficialismo), incluso, estos presionan sobre sus resultados para que produzcan más, ganado menos, y de esta forma conseguir los fondos suficientes para mantener a los que no producen, no trabajan y viven un día a día distinto a la gran mayoría, o sea, a los que la política parió.
Es injusto hacer responsable al término o a la palabra de ello, lo que sí está claro que no es lo mismo que “realidad”.
Sin embargo, procurando que esto sea así, dividieron a la sociedad en dos partes y las enfrentaron, llamando a unos militantes y a los otros: desestabilizadores, desconociendo por completo que si el piso se les mueve es tan solo porque lo construyeron mal.
Tal influye la política en la realidad que pretende que el ciudadano sea agente del gobierno y denuncie a los conspiradores que desequilibran al modelo.
Obligan a la comunidad a estar en continua guardia, liberando en cambio a la delincuencia, al narcotráfico y a la prostitución. El hombre común está bajo leyes y normas que debe cumplir indefectiblemente, incluyendo tributarias, en cambio, al ladrón, al vendedor de drogas, al asesino, al “barra brava” y al cafiolo, libertad absoluta, al menos, hasta que sus conductas produzcan algún hecho político inconveniente.
Entonces, el Estado para el ciudadano está limitado por la presión política y las rejas que lo separan de los que verdaderamente están libres: facinerosos, asaltantes, violadores, abusadores, convictos sueltos, homicidas… encubridores, cómplices… ideólogos.
El hombre común hace política de otra forma, proyecta sus inversiones de riesgo, de producción… analiza su estado de situación: económica, financiera… gobierna su realidad, administrando los recursos disponibles… traza su estrategia laboral y social de acuerdo a la capacidad productiva… etc. Y como ciudadano, igual: proyecta, analiza, administra su relación con la comunidad… comercios, escuelas, comunas, parroquias, clubes…
El trabajador lo mismo porque tiene sus inversiones (sus gastos), su patrimonio, menores… su estrategia laboral que incluirá el poder aumentar sus ingresos y obtener los recursos sociales suficientes para: educación, salud, esparcimiento… para soñar.
¿Qué más quieren del pueblo, qué además sea cómplice de lo que no conoce y a ello llamarlo militancia?
Yo al militante lo llamaría obsecuente, y a este: sumiso, dócil, subordinado. Luego nos hablan de rebeldía y revolución. Pero claro, estos obedientes del modelo no son gratis, entonces volvemos a lo mismo, sin garantías de una convivencia cívica normal y sin estructura social, el pueblo debe generar los fondos suficientes para sostener el peso de la vagancia rentada.
La realidad es hoy: inflación, inseguridad, corrupción; es también decadencia educacional, estructural y de salud; es pobreza e indigencia; es clientelismo político; es declinación de los valores republicanos; es intolerancia y división social; es narcotráfico, trata de blancas… es la mediatización de lo burdo, de lo moralmente inconsistente, de lo absurdo… “ES INCLUSIÓN CON EQUIDAD IGUALITARIA”… es demagogia.
La política lo hizo y la política deberá solucionarlo, solamente ella. Será tarea de los diferentes. Es el tiempo de la virtud.
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