Si, la historia y el presente demuestran que un tirano no tiene límites cuando desea satisfacer macabros gustos o mezquinos propósitos, desde quemar su propia ciudad hasta matar ferozmente con gases venenosos a sus propios ciudadanos, junto a sus hijos y a sus ancianos padres. Las reiteradas mentiras del dictador sirio Bashar al Assad dan asidero a la hipótesis que sugiere que fue su régimen y no fueron los rebeldes, los que usaron gases para cometer la masacre que en pocos minutos ocasionó 1400 víctimas.
Y Assad miente como mintieron Hitler y todos los dictadores que existieron. Negó siempre que en sus arsenales existen gases venenosos, pero no se opuso en presentar una lista con el nombre de cada una de esas armas prohibidas y el lugar donde se encuentran, con la condición de que su país no sea bombardeado, respetando lo que acordaron su gran amigo ruso Vladimir Putin y Barack Obama, presidente del país dispuesto a atacar a la brevedad. El cuidado de su pellejo le hizo reconocer que fue su régimen el responsable de la desgracia que diezmó a su pueblo, pues un arma solo puede ser usada por el que la empuña.
Con gran júbilo, el dictador Bashar al Assad se adjudicó el acuerdo como un triunfo suyo sobre los EEUU, sin tomar en cuenta que el mundo no olvida el delito cometido, que el mundo no puede borrar de sus ojos las imágenes que muestran a inocentes hombres, mujeres y niños sufriendo los efectos de los gases que su régimen desparramó sobre ellos. ¿Y el castigo que se merece? La entrega del arma no lo exime de la condena que le corresponde. Tarde o temprano, el castigo debe llegar. Este terrible crimen no puede quedar impune.
Por otro lado, Bashar Al Assd sin proponérselo le hizo un real servicio a Israel. Demostró al mundo lo que Israel siempre quiso hacerle entender sin éxito: le hizo ver con hechos qué es lo que los dictadores son capaces de hacer. Puso en evidencia que un arma peligrosa en manos irresponsables puede ofrecer resultados imprevisibles. Gracias a Assad, es posible que occidente ahora entienda que el poder atómico en Irán es una amenaza existencial que recae sobre Israel, siendo que sus gobernantes se mantienen firmes con "borrarlo del mapa."
Si es que las vías políticas continúan sin dar resultados positivos, EEUU debería actuar frente a Irán como actuó frente a Siria, sin esperar que la hecatombe se produzca para entrar en razones. El mundo tiene que aprender la lección. Y si el mundo no lo hace, Israel deberá actuar como crea conveniente. La vida de sus habitantes lo exige.
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel.
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