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HOMONARCÓTICUS - Por Eduardo Juan Salleras


Hasta cuando…
12 de septiembre de 2014.-
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente
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Tal vez ahora sí pueda escribir tranquilo, aunque la palabra tranquilidad en la Argentina quedó fuera de uso hace ya un buen tiempo. En un país como el nuestro, lleno de atributos y beneficios, hoy salir a la calle es una lucha por vivir, y quedarse en casa también.

Al final, aquel oráculo que anunciaba el avance del submundo de la delincuencia sobre los ciudadanos, ganando las calles y el poder, se está cumpliendo.

Cualquiera muere por cualquier cosa y la vida no vale nada.

Hay partes de la Argentina que están tomadas, ya no nos pertenecen, fueron entregadas al narcotráfico y a los zombis de la comunidad narcótica. No se mata por comer sino por tener, y aquellos responsables de evitar que ocurra son parte del sistema, por ende, está inserto en el mismo Estado.

Por temor o ambición, nadie saca los pies del plato.

¿Qué será de nosotros entonces?

Mientras tanto evitemos andar por las zonas tomadas, debiendo eludir circular por la patria narcótica, educando a nuestros hijos para que no desafíen esa situación. Debemos aceptar cambiar los hábitos porque el submundo declaró el estado de sitio para todos.

Es una circunstancia injusta puesto que nosotros, las víctimas en potencia, la especie a depredar por los zombis, no sólo no usamos armas sino que estas son un enorme estorbo en nuestra vida diaria compuesta por familia, amistades, trabajo ysociedad, además no deberíamos aceptar sus formas, las que casualmente repudiamos.

Pero, como ejército conquistador avanzan sobre nosotros, principalmente sobre la clase media y pobre… Estos seres, ¿son humanos?

Los defensores del aborto suponen que los fetos en el vientre de su madre no son humanos. En cambio los que se oponen dicen que sí y que ocuparán seguramente un lugar en nuestra especie. Entonces, habrá probabilidades importantes para que el niño que se salve del patíbulo abortista sea un ser humano, no como esos que para robar un par de zapatillas o una bicicleta matan a tiros a un niño, a un mayor, a cualquier ciudadano argentino.

Estamos invadidos por esta variedad de vivientes, verdaderas tribus prehistóricas que cazan seres humanos.

El poder, el Estado, nos deja indefensos ante estos animales humanoides – el homonarcóticus – a modo de rehenes, de tenernos encerrados, castigados vaya uno a saber por qué o tal vez para quitarnos lo poco que nos queda de este país maravilloso: la paz y nuestras vidas.

Y lo peor está por venir.

Hasta un periodista, desde un micrófono popular, haciendo alarde sobre las bondades de vivir en una villa de emergencia, gracias a los beneficios sociales conseguidos en la década ganada, territorios éstos perdidos en manos de la delincuencia y el narcotráfico por la República Argentina, reivindicando en cierta forma al submundo que allí gobierna y a su expansión geográfica en los últimos diez años, asume como normal y beneficiosa esta realidad. O es un imbécil, o es un cínico… o es cómplice.

¿Permitirán éstos que en las próximas elecciones cambie la situación?

¿Llegaremos vivos a ellas?

Muchas veces creemos que es el otro el que se muere, el hijo o el padre de aquel, nunca el nuestro y por eso nos quedamos mirando en los noticieros la nueva serie criminal de cada día como ajena.

Nos encerramos detrás de muros, en pequeñas patrias dentro de la gran Patria Argentina, aceptando implícitamente las condiciones propuestas por los precursores de la nueva especie. Y así nuestro país ha quedado partido en varias partes, en cientos de feudos, desde los más altos a los más bajos. Y seguramente aquellos que alimentan al submundo viven en esas pequeñas lujosas ciudades-estados encerradas detrás de murallas.

Nos estamos acostumbrando, y el acostumbrarnos a la ignorancia nos hace ignorantes… a la violencia nos hace violentos… a la anarquía nos hace anarquistas… el acostumbrarnos… ¿Ya somos una sociedad narcótica?

¿Cuál es la diferencia entre un ser humano y un animal?

¿Hay una nueva especie llamada homonarcóticus, un animal humanoide?

Jugamos con un niño en el vientre de una madre.

Jugamos con las drogas como chiche para una sociedad.

Jugamos con los derechos humanos.

Jugamos con la justicia y las instituciones.

Jugamos con la seguridad y la vida de los ciudadanos.

Jugamos con la política y la República.

Jugamos tanto que hemos destrozado todo, al punto de mirar los noticieros como una tira policial, o escuchar a un imbécil decir que las villas de emergencia se parecen mucho al reino de Dios, o el cuento de nuestra presidente de “Argentina el país de las maravillas”… o encerrarnos detrás de muros para sentirnos libres.

Fuimos invadidos por una especie depredadora del género humano, de los ciudadanos comunes, del contribuyente que aporta al Estado para tener entre otras cosas seguridad. Estos usurpadores ocupan las calles y nos atacan en cualquier lado: en los semáforos, en la puerta de nuestras casas, en los estadios de fútbol, en las escuelas, en los hospitales. Atacan a niños, a adolescentes, a trabajadores que deben sortear todos los días las emboscadas para traer el sustento a sus hogares. Atacan a ancianos indefensos propinándoles tremendas golpizas, los torturan y los matan para quitarles la miserable jubilación.

Para peor, se nos presenta un problema existencial enorme y es que estas bestias se confunden con seres humanos. Basta con ver las cámaras de seguridad colocadas por todas partes para no perdernos un capítulo de la trágica novela de nuestras vidas, cuando los zombis atacan a mansalva a los ciudadanos comunes, revoleando las armas y desafiando al aire, luego de haber asesinado al pobre que le tocó en suerte.

Y pensar que apareció un día alguien que dijo algo distinto y sólo por esto lo consideraron inteligente y oportuno. Hoy estamos padeciendo su incoherencia: el garantismo.

Puedo escribir diez páginas al respecto pero, basta.

Solamente quiero saber hasta cuándo vamos a aguantar… y si los depredadores son humanos o bestias.
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