Joseph Goebbels (29 de octubre de 1897 – 1 de mayo de 1945†) fue ministro de propaganda de la Alemania nazi, conocido fundamentalmente por su famoso discurso de la guerra total en el Palacio de los Deportes. Tuvo un gran talento para persuadir a las masas. Tras la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial se suicidó junto con su esposa, Magda Goebbels, después de que ésta hubiera matado a sus seis hijos. La escena de la madre envenenando a los niños después de suministrarles un somnífero supone el colofón a una de las mayores aberraciones históricas.
Aberración que comenzó con unas elecciones libres, en las que la propaganda, el marketing, fue la pieza fundamental. Con un discurso político como la exaltación de una raza frente a las demás y de que los judíos eran los causantes de todos los males que afectaban al país, Hitler triunfó de manera aplastante recibiendo el voto de un pueblo al que se suponía dotado de madurez cívica.
Una vez que un gobierno tiene al pueblo a sus pies, una vez que se ha adueñado de su conciencia, entonces es capaz de hacer con él lo que se le antoje. Cuando se atraviesa la barrera de la libertad individual, y se “usa” a una nación para ciertos objetivos concretos, ya sean ideológicos, religiosos, expansionistas, o de lucro, entonces ya no estamos hablando de la política como “el arte del bien común”, sino de la manipulación de las mentes y, como inevitable correlato, de las voluntades.
El nazismo aplicó ese método. El comunismo también, así como el fascismo, y hoy lo hace el islamismo radical.
La sociedad occidental, o una buena parte de ella, está mostrando síntomas de esa alienación colectiva, de ese abombamiento generalizado, que también sigue una estrategia, aunque en este caso no haya un Goebbels que la dirija, sino más bien somos todos nosotros los que nos la suministramos.
A continuación, los once principios de la propaganda, elaborados y llevados a la práctica por el partido nazi, que sirvieron para que un pueblo desafiara al mundo entero.
1. Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
2. Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
3. Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
4. Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
5. Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa, además, tiene gran facilidad para olvidar”.
6. Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto, sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite mil veces, acaba por convertirse en verdad”.
7. Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
8. Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
9. Principio de la silenciación. Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
10. Principio de la transfusión. Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea un mito nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
11. Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando una impresión de unanimidad.
¿Quién aplica estos principios en sus discursos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario