La marcha del silencio
FUE UN 18 DE FEBRERO DE 2015
Por Eduardo Juan Salleras, 19 de febrero de 2015.-
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente
A las 5 de la tarde ya estábamos todos prestos a partir. Nos separaban del lugar y el Congreso de la Nación unas 20 cuadras.
Comenzó la caravana en familia, éramos 9.
Hacía mucho calor y se anunciaba lluvia, fue por ello que salí lo más liviano posible: zapatillas, bermudas y camisa de algodón de manga corta.
Al llegar a Córdoba y Callao, distante unas 6 cuadras del lugar de encuentro para la marcha del 18F, comenzó a llover.
Había mucha gente ya, la que corría en busca de algún alero de reparo, pero estaban todos arrebatados de personas buscando el mismo fin.
En nuestro grupo había solamente 2 paraguas.
Aposté entonces a mojarme heroicamente y a que el clima cambie en minutos como lo hace habitualmente en el verano más, cuando el viento parecía soplar del sur.
La gota gorda sin embargo no cesaba y llegando a la plaza de los dos congresos ya estaba hecho sopa.
Una parte de nuestra comitiva se había perdido entre la gente, para ese entonces era multitud.
¿Y qué vamos a hacer? Me pregunté… seguir me dijo la consciencia… y apiñados comenzamos a andar el camino de la República, el camino de la Justicia por el atentado a la AMIA, por la muerte de Nisman y por todos nosotros; el camino del futuro, de la seriedad, de la institucionalidad, un destino con derechos y obligaciones… en definitiva: andar hacia un país normal.
Era tanta la gente que apenas nos movíamos, fue así que propuse a los que quedábamos juntos, corrernos hacia Hipólito Irigoyen que parecía más ágil para moverse. Hasta ahí no más, porque se puso también pesado. Otra sugerencia mía: - volvamos a Avenida de Mayo.
Ahí nos encontramos de frente con la alineación de los fiscales, Piumato al medio…
Seguía lloviendo y las dudas, los demonios que tientan para abandonar la gesta, pero estaban frente a nosotros, hombro a hombro, de traje, empapados bajo la lluvia, en silencio ellos, los convocantes: ¡cómo irnos!, ¡cómo dejarlos!…
Delante una combi de apoyo y un auto, que de ir despacio estaban bastante calientes sus motores, situación que aproveche por un rato para juntar temperatura, para ese momento no me importaba tanto mojarme, ya mi cuerpo no absorbía más agua, sí el frío, se estaba poniendo duro para todos.
Lo curioso, todos los negocios abiertos, tente comprarme una campera o tomarme un bruto café con leche, o con coñac.
Sin embargo, cada vez había más gente, empapada - chorreando mocos, como se suele decir – y llegando a la 9 de Julio, suena el celular, entre gotas lo atiendo pretendiendo evitar que se moje: mi hermano, me dice que recién está llegado al Congreso y que está lleno de gente, que no se puede avanzar. Le conté hasta donde había llegado, que acaba de pasar a la comitiva de los fiscales, y que había gente tanto para atrás como para adelante, para un lado de la 9 de julio y para el otro.
De pronto, se largó fuerte, como si no hubiera llovido hasta el momento, yo ya era de plástico, no tenía un centímetro de cuerpo seco, y la temperatura que bajaba, con algún vientito que agudizaba más la situación.
A una cuadra de la Plaza de Mayo, ya no se podía avanzar.
Llevábamos dos horas y media bajo la lluvia.
Mi cuñado dijo: hasta acá llego – está convaleciente de una enfermedad bastante molesta y encima empapado; mi escoliosis también me decía suficiente. Los cuatro doblamos para Rivadavia.
Por ahí también había una multitud que buscaba la plaza. Seguimos hacia Diagonal Norte en procura de un Subte porque así de mojados seguramente ningún taxi nos hubiera permitido subir.
Vaya sorpresa por Diagonal Norte también venía un gentío al encuentro de la columna central.
Cuando bajamos al subte fue un alivio brutal, parecía que había calefacción, no quería salir de allí.
La Policía Federal dijo que hubo más de 400 mil personas, eso, ¿qué quiere decir? ¿500 mil, un millón? No sé si contaron los paraguas para llegar a esa cifra, que ya es mucha, pero había un paraguas cada 5 personas, no creo que más.
Mientras tanto los kirchneristas mofándose en twitter de los que estábamos ahí empapados. Es lógico porque ellos jamás se moverían si no es por dinero o por algún interés particular, son mercenarios. Llevan jornaleros a los actos, algunos pobres muy mal pagos para tenerse que aguantar tanto traslado y discursos inentendibles. Llevan barras bravas a cambio de alguna prebenda de poder en las calles o en la tribuna.
Los aduladores de hoy siempre estuvieron detrás del “morlengue”, fueron menemistas, luego duhaldistas, hoy cristinistas, y cuando la señora entre en desgracia, comenzarán a mirar para el costado buscando otra costa donde desembarcar.
¿Qué pueden entender éstos de sentimiento republicano, de justicia, de constitucionalidad, de paz, de armonía?
Algunos hablan de movimiento destituyente: ¿Dónde estaban UDS – Anibal Fernández, Jorge Capitanich, la misma Cristina y otros – en tiempos de De la Rúa? Son tan hipócritas de apuntar con el dedo a ciudadanos comunes de golpistas.
La muerte de Nisman – para mí lejos de un suicidio – es gravísima.
Pero también lo es su denuncia, conspiración contra la República Argentina, de su propio gobierno. Delicadísima.
Y a todo lo hace más penoso y peligroso la reacción del oficialismo.
El kirchnerismo o ella: la presidente, nos está dejando un mensaje, en cada cadena nacional o en cada declaración de sus seguidores: les dejamos a UDS la democracia (no nos interesa), pero nosotros nos quedamos con el gobierno.
El camino democrático ya no es su camino, ya no los conduce a dónde quieren ir, ni les permite estar donde están… pero ni se les ocurre bajarse del poder.
Pretenden legalizar la variante, institucionalizarla, para ello necesitan el apoyo de los países a los que quieren parecerse: Irán, Venezuela, Ecuador, Bolivia… Cuba, Rusia…
El sistema republicano, la constitucionalidad, nos les da cabida a sus reformas.
Sin embargo nadie se escandalizó cuando dijeron: vamos por todo.
Alguien fue por la Causa AMIA.
Alguien fue por Nisman.
Ahora vienen por nosotros.
La marcha fue un acto republicano, multitudinario, un ejemplo cívico y particularmente: Solemne.
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