¿Qué pretendemos?
IMPUNIDAD O DERECHOS
Por Eduardo Juan Salleras, 2 de diciembre de 2014.-
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente
Los argentinos somos muy propensos a mirarnos el ombligo.
Nos consideramos únicos, lo de los demás, es relativo.
En ese egocentrismo que nos lleva, no sólo a amarnos profundamente, sino a reclamar nuestras todas las atribuciones, es que confundimos derechos con impunidades.
El sindicalista reclama para sus representados, arbitrariedades, excesos a las reglas, no normas equitativas, no alcanzan.
También lo hacen los empresarios que pujan por doblar la imparcialidad con privilegios.
Es que en el fondo nos gusta más la impunidad que los derechos.
Así también se comporta el poder, ya sea en manos de dirigentes políticos u otros actores de la realidad, como una condición fundamental: todas las pautas deben ser a favor mío sino no puedo.
Es raro ver como los distintos sectores de la sociedad necesitan vivir al amparo de la indemnidad.
Eso nos ha transformado en un país cuya excepción a la regla es la honestidad, la honorabilidad, el esfuerzo, el bien común…
Veía ayer en la tv una entrevista a Jorge Giacobbe (analista de opinión pública y consultor político) en el programa “La Mirada” de Roberto García, en la que luego de haber sentado por tierra cualquier triunfo electoral por parte del oficialismo, dijo algo muy duro, que yo comparto: “los argentinos no votaríamos nunca un gobierno honesto”.
Eso es sólo una opinión, el gran tema es la pregunta: ¿por qué?
Esbozaron ambos como conclusión la complejidad de la Argentina actual, en la que, entonces, no sería apto para gobernar un decente.
¿Y un virtuoso?
Discrepo con la moción y tal vez sí me asocie al silencio de Giacobbe, porque creo que en algo nos fascina la corrupción.
Aquel que busca inmunidad, protección o ventaja, en cierta forma, le gusta coquetear con aquella seducción: el encanto de recibir lo indebido.
¿Somos acaso un país de sinvergüenzas?
Si ya sé… “yo no me considero”… “no todos son así”… e incluso: “la mayoría no lo es”…
Siendo así, ¿Cómo puede permitir tanta honestidad toda esta deshonestidad?
El gran karma del oficialismo y en particular, de la presidente, es casualmente garantizarse impunidad para el futuro.
Todas estas alocadas sesiones de urgencia en el congreso, en las que se votó, sin debate, leyes de manera exprés, no buscan otra cosa que prostituir el ambiente institucional del país, creando una enmarañada selva de leyes inconstitucionales donde esconder la inmoralidad de funcionarios que, robándole el dinero a la sociedad, postergaron a los pobres, asfixiaron a la clase media y condenaron a la extinción al pequeño y mediano empresario.
Esa es la desesperación oficial.
Difícilmente ganen las elecciones y mucho menos si es imposible evitar una segunda vuelta. Hoy, además, cualquier candidato del gobierno, competiría por el tercer puesto.
El tema se resume en: querer robar sin ser considerado un ladrón… eso no porque ofende.
Lo raro en nosotros - a pesar de estas obviedades – es que no estamos seguros de poder librarnos de lo que fue el peor gobierno de la historia, hablando siempre desde los parámetros republicanos y dejando de lado la economía, cuya bonanza internacional empujó a la Argentina a momentos memorables, de los que la sociedad disfrutó poco y nada, viendo cómo se esfumaba tanta riqueza a la par de sufrir la descapitalización del Estado en energía, en salud, en educación, en seguridad ciudadana, en inflación, en estructura vial, hidráulica, etc.
Fue la década más corrupta de la Argentina, condenando al ridículo a otros momentos oscuros.
Pero, ¿los argentinos admiramos la honradez? ¿Nos gustaría ser gobernados por un presidente decente?
¿Seríamos capaces de guiarlo en la nobleza, en la virtud y en la honestidad, reclamándole cualquier pequeño desvío o distracción involuntaria, más allá de lo bien que nos pueda ir en lo económico y en lo personal?
Yo creo que a los argentinos nos fascina la impunidad, y los derechos son pura formalidad… Las obligaciones, una incomodidad que incluso atenta contra nuestras libertades, son del otro para conmigo, no mías para con el otro.
Todo nace en la concepción que el Estado nos roba, antes menos, ahora mucho más, por tanto existe un divorcio entre el ciudadano y la Nación, la provincia o el municipio.
Eso no es de ahora aunque hoy está elevado a la máxima potencia permitida o tal vez tolerada, y quizás no se dé por una cuestión de asco por lo corrupto, sino que el Estado o el gobierno nacional se desentendió por entero de las cuestiones mínimas de la ciudadanía, incluso no haciéndose cargo de nada, ni las nombra.
Nosotros estamos confundidos…
… Zaffaroni no busca derechos para los delincuentes sino la impunidad para ellos. Estos gozan de esa gracia, la que les permite imponerse ante cualquier ciudadano, no solamente con la violencia sino también con la justicia.
Los argentinos vamos continuamente por más, no son suficientes los derechos, debemos antes sacarnos de encima las obligaciones y por sobre todo, luchar para conseguir al menos algo de impunidad.
Impunidad o derechos…
Y no me diga… porque la excepción no hace la regla
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**Visita: http://salasdevideoconferenciasolgaydaniel.blogspot.com.ar/ http://bohemiaylibre.blogspot.com
Es raro ver como los distintos sectores de la sociedad necesitan vivir al amparo de la indemnidad.
Eso nos ha transformado en un país cuya excepción a la regla es la honestidad, la honorabilidad, el esfuerzo, el bien común…
Veía ayer en la tv una entrevista a Jorge Giacobbe (analista de opinión pública y consultor político) en el programa “La Mirada” de Roberto García, en la que luego de haber sentado por tierra cualquier triunfo electoral por parte del oficialismo, dijo algo muy duro, que yo comparto: “los argentinos no votaríamos nunca un gobierno honesto”.
Eso es sólo una opinión, el gran tema es la pregunta: ¿por qué?
Esbozaron ambos como conclusión la complejidad de la Argentina actual, en la que, entonces, no sería apto para gobernar un decente.
¿Y un virtuoso?
Discrepo con la moción y tal vez sí me asocie al silencio de Giacobbe, porque creo que en algo nos fascina la corrupción.
Aquel que busca inmunidad, protección o ventaja, en cierta forma, le gusta coquetear con aquella seducción: el encanto de recibir lo indebido.
¿Somos acaso un país de sinvergüenzas?
Si ya sé… “yo no me considero”… “no todos son así”… e incluso: “la mayoría no lo es”…
Siendo así, ¿Cómo puede permitir tanta honestidad toda esta deshonestidad?
El gran karma del oficialismo y en particular, de la presidente, es casualmente garantizarse impunidad para el futuro.
Todas estas alocadas sesiones de urgencia en el congreso, en las que se votó, sin debate, leyes de manera exprés, no buscan otra cosa que prostituir el ambiente institucional del país, creando una enmarañada selva de leyes inconstitucionales donde esconder la inmoralidad de funcionarios que, robándole el dinero a la sociedad, postergaron a los pobres, asfixiaron a la clase media y condenaron a la extinción al pequeño y mediano empresario.
Esa es la desesperación oficial.
Difícilmente ganen las elecciones y mucho menos si es imposible evitar una segunda vuelta. Hoy, además, cualquier candidato del gobierno, competiría por el tercer puesto.
El tema se resume en: querer robar sin ser considerado un ladrón… eso no porque ofende.
Lo raro en nosotros - a pesar de estas obviedades – es que no estamos seguros de poder librarnos de lo que fue el peor gobierno de la historia, hablando siempre desde los parámetros republicanos y dejando de lado la economía, cuya bonanza internacional empujó a la Argentina a momentos memorables, de los que la sociedad disfrutó poco y nada, viendo cómo se esfumaba tanta riqueza a la par de sufrir la descapitalización del Estado en energía, en salud, en educación, en seguridad ciudadana, en inflación, en estructura vial, hidráulica, etc.
Fue la década más corrupta de la Argentina, condenando al ridículo a otros momentos oscuros.
Pero, ¿los argentinos admiramos la honradez? ¿Nos gustaría ser gobernados por un presidente decente?
¿Seríamos capaces de guiarlo en la nobleza, en la virtud y en la honestidad, reclamándole cualquier pequeño desvío o distracción involuntaria, más allá de lo bien que nos pueda ir en lo económico y en lo personal?
Yo creo que a los argentinos nos fascina la impunidad, y los derechos son pura formalidad… Las obligaciones, una incomodidad que incluso atenta contra nuestras libertades, son del otro para conmigo, no mías para con el otro.
Todo nace en la concepción que el Estado nos roba, antes menos, ahora mucho más, por tanto existe un divorcio entre el ciudadano y la Nación, la provincia o el municipio.
Eso no es de ahora aunque hoy está elevado a la máxima potencia permitida o tal vez tolerada, y quizás no se dé por una cuestión de asco por lo corrupto, sino que el Estado o el gobierno nacional se desentendió por entero de las cuestiones mínimas de la ciudadanía, incluso no haciéndose cargo de nada, ni las nombra.
Nosotros estamos confundidos…
… Zaffaroni no busca derechos para los delincuentes sino la impunidad para ellos. Estos gozan de esa gracia, la que les permite imponerse ante cualquier ciudadano, no solamente con la violencia sino también con la justicia.
Los argentinos vamos continuamente por más, no son suficientes los derechos, debemos antes sacarnos de encima las obligaciones y por sobre todo, luchar para conseguir al menos algo de impunidad.
Impunidad o derechos…
Y no me diga… porque la excepción no hace la regla
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