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La internacional neomarxista del Brasil

Dr. Francisco Tudelab van Breugel-Douglas
ex - Canciller del Perú

En el mundo existen fuerzas poderosas que, desbordando a las naciones y actuando detrás de la línea del horizonte, no son visibles a primera vista. Las grandes agrupaciones ideológicas internacionales, la acción externa y discreta de las grandes potencias, los intereses movilizados por las expectativas de lucro del gran capital, entre otros vectores de poder global, actúan silenciosamente en sus respectivas esferas de influencia, como ahora ocurre con las elecciones peruanas.

Mary O ‘Grady, la conocida columnista del Wall Street Journal, publicó este 9 de mayo un artículo (“The Leftist Threat to Peru’s Prosperity”, WSJ, 09.05.2011) donde advierte a los peruanos sobre la injerencia del partido gobernante del Brasil, el Partido de los Trabajadores, en la campaña electoral de Ollanta Humala. Según esta periodista, el Brasil pretende organizar continentalmente al extremismo comunista, nacionalista, socialista, neomarxista, anarquista, antiglobalista, cocalero, etnicista y guerrillero, mediante una organización fundada por el PT en 1990 –y muy activa hoy en día–, llamada el “Foro de Sao Paulo”, una internacional que busca la resurrección del poder marxista en América Latina.
Si bien Mary O ‘Grady acierta en su análisis político, creemos que esta explicación ideológica resulta insuficiente si no comprendemos bien la geopolítica del Brasil actual y sus ambiciones regionales y globales.

A principios de 1995, como Embajador en misión especial en los EEUU y el Canadá, tuve el encargo de hacer una presentación a Henry Kissinger sobre la disputa demarcatoria con el Ecuador. En sus comentarios a ésta, Kissinger expresó dos conceptos fundamentales, aún válidos hoy en día:
1) que no tratáramos el asunto directamente con el Departamento de Estado de los Estados Unidos, pues eran proclives a imponer soluciones políticas, en lugar de considerar los tratados vigentes y los derechos que emanaban de ellos; y,
2) que debíamos buscar la intermediación del Brasil para tratar con los Estados Unidos, pues esa era la potencia regional sudamericana a la cual los EEUU escuchaban.
Kissinger nos reveló así, sencilla y brillantemente, el importante rol histórico que cumplía el Brasil como intermediario sudamericano ante Washington.

Hoy, ese rol adquiere una mayor entidad. La dimensión geográfica del Brasil, su habitabilidad, su importancia económica y demográfica, así como la multiplicidad de sus fronteras, lo han convertido en el pivote de la historia sudamericana del siglo XXI. Resuelta su carencia de energía con el hallazgo de grandes reservas de petróleo en el mar adyacente, el Brasil puede ahora utilizar sus excedentes de capital para establecer vigorosamente su política de potencia dominante en Sudamérica, a través de la inversión continental en infraestructura, energía y servicios, especialmente en lo que concierne a su proyección hacia el Océano Pacífico.

Siendo gobernado el Brasil de hoy por los neomarxistas del Partido de los Trabajadores, ese rol geopolítico incluye ahora un objetivo ideológico: la expansión del “Socialismo del Siglo XXI” en toda América del Sur, para lo cual se vale del “Foro de Sao Paulo”.
En efecto, mientras más estados contestatarios tenga el Brasil en su cartera, más poderosa será su capacidad tradicional de intermediación con los EEUU. Si, además, hay una afinidad ideológica entre el Brasil y sus clientes o socios, como es el caso de la Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela, entonces la intermediación se convierte en una demostración de poder regional que da verosimilitud a su aspiración de sentarse algún día entre los grandes en el Consejo de Seguridad de la ONU.

La nueva herramienta geopolítica en el arsenal brasileño es la ideología neomarxista. Por primera vez en su historia, el Brasil tiene un discurso transnacional, capaz de vertebrar voluntades en nuestro continente, más allá de cualquier barrera lingüística o cultural. Pareciera que el Brasil ha encontrado una forma poderosa de “soft power”, de poder ideológico persuasivo, que le permite conseguir aliados políticos en la región y fuera de ella, como es el caso con Irán, reforzando así exponencialmente su rol hegemónico en América del Sur. Antes, esto no ocurría. Así, pues, en la acometida de la política sudamericana del Brasil, se unen hoy la ideología neomarxista y las viejas ambiciones regionales, dándole una nueva y peligrosa potencia a su proverbial proyección geopolítica.

DIARIO EXPRESO 16-8-2012
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