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No trato de proporcionar una síntesis agradable de la interpretación de la realidad política existente, sino, mi punto de vista que espero sea lo suficientemente coherente, sintético y amplio como para que, quienes lo lean, sientan estimulado su espíritu crítico y los aliente a tomar partido en los temas que trato, partiendo de la base de que cada lector deberá encontrar SU PROPIA VERDAD, para satisfacer de ese modo sus variados intereses, en una sociedad como la nuestra, altamente diversificada en la percepción del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto.
La fragmentación política
La fragmentación política producida en la crisis de 2001 con la caída del gobierno de la Alianza formada por el radicalismo y el Frepaso, cristalizó más tarde en la elección presidencial de 2003, en la cual ninguno de los candidatos logró una adhesión mayoritaria, significando un duro golpe para la estructura de los partidos políticos tradicionales que todavía persiste.
Actualmente es curioso ver como los propios justicialistas y radicales están destrozando sus respectivos partidos y no es esto producto de una fuerte acción de la oposición a ellos (hoy casi inexistente en virtud de estar afectada por un profundo vacío político que la hace lucir muy dispersa, resquebrajada y atomizada).
Todo está indicando que los principales partidos que individualmente pocas posibilidades tienen de obtener una adhesión mayoritaria para llegar al poder, en el transcurso del corriente año y fundamentalmente en el próximo, intentarán hacer valer su peso conformando coaliciones entre corrientes de similar perfil (construir un “espacio plural” más competitivo) para proveerse de protección y asegurarse las “recompensas”, apoyos éstos que no estarán exentos del aliento y solidaridad de algunos líderes regionales que seguramente se sentirán impelidos a participar según el espacio ideológico de que se trate, razón por la cual, el candidato que resulte electo, sea del signo que fuere, deberá conformar un gabinete de “concertación” en cumplimiento de los trueques suscritos para captar dirigentes y votos.
Así las cosas, la estructura que se vislumbra es que quien gane, no podrá ejercer el poder libremente. Será un presidente comprometido con un color político, pero no podrá tener un gabinete identificado absolutamente con ese color, razón por la cual el país seguirá condenado al retroceso que puso en riesgo a sus más importantes instituciones republicanas (¿se acuerda del pacto De La Rua –Chacho Alvarez?), mientras las prometidas reformas institucionales y políticas seguirán quedando a mitad de camino para beneplácito de no pocos políticos.
Para pensar:
No obstante, si trabajamos unidos en la construcción de un proyecto estratégico nacional que convoque y coloque en una sola línea de pensamiento a los distintos sectores nacionales permitiendo el reencuentro entre argentinos a través de una acción política unitiva, podríamos ser en un hipotético peor escenario, una oposición coherente. De no hacerlo, o no intentarlo, como ocurre en estos momentos, y de seguir discutiendo entre nosotros mismos convirtiéndonos cada uno en un enemigo de todos, seguiremos siendo un número, pero nunca una fuerza.
Tenemos que convencernos de que hay otros valores permanentes que son los que vencen; que de esta forma no se puede seguir; que como resultado de la carrera electoral que se despertó de cara a las elecciones del próximo año, seguramente le tocará esta vez a algún compatriota a quien no lo divida ni balcanice el odio, la ambición, la vanidad, ni el egoísmo, encauzar y orientar a los argentinos para sacarnos de tanta miseria, mediocridad y cobardía ambiente. En tal caso nuestro desinteresado apoyo no podrá estar ausente se nos convoque o no.
En azul y blanco, Hugo César Renés
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