Roberto Muñoz
en RazonEs de Ser
En una Plaza de Mayo cubierta de mujeres trabajadoras, el presidente Juan Domingo Perón promulgó aquel día la Ley 13.010 que consagraba el derecho a votar de las mujeres argentinas en elecciones presidenciales. La mitad de la población que había sido marginada políticamente.
Por entonces en la Capital Federal, Plata Lappas, el comercio de platería de Florida 740 ofrecía un juego de 142 piezas, importado de Francia a 1.750 pesos. Un aviso de Philco, en tanto decía: “Sensacional Radio fonógrafo755, Receptor de onda corta y larga, de cinco válvulas Loktal”. Mientras que en otro, con el auspicio de la Compañía Swift de la Plata, se anunciaba en los diarios “cuatro conciertos extras del cantante italiano Beniamino Gigli, a través de Radio Belgrano y su cadena de emisoras”. Mendafácil, promovido como “Algo nuevo y práctico” costaba 0,95 pesos. Y por último las grandes tiendas Gath y Chaves, de Florida y Cangallo (ahora Perón) tenían en oferta “Robes de Maison a 67,65 pesos”.
En los cines de la calle Lavalle se destacaba el próximo estreno de la película “Marco Antonio y Cleopatra” con Luis Sandrini, mientras que la bella mexicana María Félix aparecía en las carteleras con “Enamorada”.
El ministro Ángel Gabriel Borlenghi, un ex socialista sumado a las huestes peronistas, inició el acto y dijo “Hace exactamente 15 años la-dijo- Cámara de Diputados votó un proyecto que otorgaba los derechos políticos a la mujer, pero los mismos sectores políticos que tenían mayoría en la Cámara, se encargaban de enterrar este proyecto en el Senado. Porque esos señores que habían hablado reiteradamente de la Constitución, se olvidaban que la Constitución argentino no hace ningún distingo de sexo y en consecuencia, la igualdad ante la ley era violada reiteradamente por los señores constitucionalistas que todos los días nos reclaman a nosotros cumplir con la ley.”
El paso por el Parlamento no había sido un “lecho de rosas”. Por eso Eva Perón denunció públicamente que “Ya al final, ante las puertas mismas del triunfo, las triquiñuelas de una oposición falsamente progresista, intentó el último golpe para dilatar la sanción de la ley”.
Hasta aquel día, el derecho a votar había sido sólo de los hombres.
Perón, por su parte, atribuyó aquella rémora histórica “a resabios de incultura y de incivilización, propios de pueblos primitivos, que viven en la mente de algunos hombres para quienes la cultura no ha representado sino un beneficio personal”.
Evita, impulsora de aquella legislación, había dicho en su primer discurso oficial: “La mujer argentina ha superado el período de las tutorías civiles. Aquella que se volcó en la Plaza de Mayo el 17 de octubre; aquella que hizo oír su vos en la fábrica, en la oficina y en al escuela; aquella que día a día trabaja junto al hombre en toda gama de actividades de una comunidad dinámica, no puede ser solamente la espectadora de los movimientos políticos. La mujer debe afirmar su acción; la mujer debe votar”.
Sin embargo, ese derecho fue ejercido recién en las elecciones presidenciales de 1951, cuando la fórmula Perón – Hortensio Quijano obtuvo el 66% de los sufragios. Una indisimulada resistencia de sectores militares a la posible candidatura de Eva Perón había logrado aquella nueva postergación para que la ley rigiera concretamente. Los antecedentes del voto de la mujer en nuestro país no eran muchos. En 1927, por ejemplo, durante el gobierno provincial del “bloquista” Cantoni y con la prédica de la doctora Lanteri, quien luchaba por ese derecho desde 1911, las sanjuaninas votaron por primera vez. No obstante la Ley 13.010, no dejó de ser mirada por ojos opositores sólo como “una maniobra política” y no como una conquista democrática. La escritora Victoria Ocampo, criticó a la ley en las páginas de su revista “Sur”. Una actitud de similar rechazo también provino de la Federación de Mujeres Argentinas, influenciada fuertemente por el Partido Comunista. Pero Evita no se detenía. “Más que una acción política, el movimiento femenino tiene que desenvolver una acción social, dijo. ¡Precisamente porque la acción social es algo que las mujeres llevamos en la sangre!”. Servir a otros es nuestro destino y nuestra vocación y eso es acción social... No aquello otro de “vida social”... ¡que eso es todo lo contrario de la acción...!”.
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